27 abr 2013

V Domingo de Pascua, REFLEXION Evangelio Semanal




Templanza y equilibrio en la vida
P. Luis J. Tamayo

Llegamos al 5º domingo de Pascua, y desde semanas atrás venimos diciendo que la Iglesia nos regala 50 días de Pascua para asimilar la grandeza de la resurrección de Cristo.
La pregunta que nos hacemos en estos días es: ¿Qué implica la resurrección de Cristo en mi vida? Para responder a la pregunta seguimos profundizando en las virtudes como el camino de asimilar la resurrección de Cristo en mi propia vida, es decir, las virtudes como ese don eterno de Cristo resucitado que nos capacita desde dentro a vivir de una forma nueva.
El cristianismo no puede ser una carga; no es una moral pesada, no son puños para sudar algo inalcanzable. El cristianismo es un camino nuevo de vida que promete una alegría distinta en la medida que uno se deje llevar por la fuerza de Cristo resucitado en el interior del corazón. Es la alegría de un amor nuevo que desde dentro impulsa e irrumpe con fuerza, es el Espíritu del resucitado en el interior de cada hombre, es Jesús mismo queriendo irrumpir desde el corazón de cada hombre y plasmar caminos nuevos.  Lo que Él mismo vivió así lo quiere repetir hoy en tu vida.
Si esto es así, una pregunta que hoy me puedo hacer es: ¿Qué espacio le dejo a este Jesús resucitado para que irrumpa desde tu interior?
Las virtudes – como un camino de vida nueva – implican esa colaboración del hombre con el resucitado. Recordemos lo que dice el Catecismo: las virtudes son adquiridas mediante el esfuerzo y la perseverancia, pero sostenidas y elevadas por la gracia divina. Si yo pongo de mi parte, Dios hace el resto.
Las virtudes que estamos recorriendo son: fortaleza,  justicia, templanza y prudencia. Hoy hablamos de la Templanza. “Es la virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio de los bienes. La templanza asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y apetitos sensibles y mantiene los deseos sin dejarse arrastrar por las pasiones” (Catecismo nº 1809).
El Evangelio de hoy es impresionante para entender la templanza. Miremos a Jesús en Juan 13,31-33a.34-35:Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. (…) Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros."
Judas lleva en su corazón la traición. Jesús lo sabe, se huele lo que ha de venir… desde la templanza no se deja llevar por sus instintos ¿cuáles? miedo a huir y salir corriendo, pavor por lo que le espera, deseo de una vida más cómoda, no complicarse la vida, no llegar hasta el final con el Proyecto del Padre y tirar la toalla, ¿por qué no un camino más fácil?
¿Acaso no experimentamos que en medio de la dificultad uno mismo busca caminos más fáciles? ¿No es verdad que en medio del conflicto, problema o peligro uno siempre encuentra el atajo para un camino más rápido o algo más cómodo?
Pero Jesús no sale corriendo sino que opta por el amor, y amar es el compromiso. Uno puede preguntarse: ¿acaso Jesús no sufrió la traición de Judas? ¿acaso no pudo pensar en levantarse y salir detrás de Judas, cogerle del cuello y gritarle “traidor?... la templanza asegura el dominio de las pasiones, en este caso la ira. ¿Cuántas veces nos dejamos llevar impulsivamente por las pasiones? Cuando uno conduce el coche y le hacen un fuerte adelantamiento, te dan ganas de decir cuatro insultos… pero que grande cuando te esfuerzas por el dominio de sí y sostenido por la gracia divina de la templanza, dejas la ira a un lado, y no pagas con la misma moneda. Los caminos nuevos de las virtudes implica las dos cosas: poner de mi parte y pedir la gracia.

En Jesús vemos como la vivencia de la templanza le asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos (salir corriendo con miedos) y las pasiones (vengarse de Judas por la traición). Por eso Jesús dice: amaos unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. Mira a Jesús como opta por el amor limpio, honesto, sincero, sin rencor, sin preferencias, sin doblez. Ama a amigos y enemigos, ama aún en la traición, ama con verdadero amor. La vida de Jesús es verdaderamente escuela de aprendizaje para nosotros. Esta vida nueva sólo sale cuando uno se lo propone y de rodillas pide la gracia a Dios.
Las virtudes elevan a la persona, la vivencia de las virtudes nos libera de tanto egoísmo y nos da un equilibro y paz interior que sólo tiene su fuente en Dios.

IV Domingo de Pascua, REFLEXION Evangelio Semanal


¿Cuál es la justicia de Jesús? 
P. Luis J. Tamayo

Estamos ya en el 4º domingo de Pascua. La Iglesia nos regala 50 días de Pascua para asimilar la grandeza de la resurrección de Cristo, para concluir este tiempo con la fiesta de Pentecostés.  Todas estas semanas de Pascua son tiempo de asimilación. Recordamos que a los discípulos les costó entender que significó que Cristo había resucitado, por eso Cristo se apareció sucesivamente durante 50 días para confirmarles que estaba vivo y que a partir de este momento habían de acostumbrarse a relacionarse con él de manera distinta: desde la fe.
La pregunta vuelve a ser la misma: ¿Qué implica la resurrección en mi? Hemos decidido profundizar en las virtudes como un regalo de Cristo resucitado que nos capacita desde dentro a vivir de una forma nueva. Con la resurrección de Cristo en el corazón del hombre llegamos a descubrir que el cristianismo no es una obligación de normas que se me imponen desde fuera, sino que es el don y regalo de Cristo que desde dentro del corazón capacita para vivir con una nueva fortaleza la alegría de unos nuevos valores.
Esto es lo que la Iglesia cristiana Oriental ha llamado siempre como la divinización del hombre. A nosotros, en la Iglesia Latina se nos ha educado más desde el seguimiento de Cristo hasta la cruz… y poco se nos ha enseñado toda esta perspectiva del regalo que nos hace Dios de la divinización, es decir, de apropiarnos de la fuerza del resucitado para vivir con una nueva vitalidad el cristianismo.
Vivir las virtudes es participar de la divinización. San Ireneo habla del “maravilloso intercambio”: Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciese dios.
La virtud que hoy contemplamos es la justicia: Según el catecismo de la Iglesia, es la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido. La justicia para con Dios es el amor que le debemos (se traduce en dedicarle tiempo al diálogo con Él, cultivar la vida interior, conocer su Palabra, etc.) La justicia para con los hombres nos dispone a respetar a cada persona, promover la equidad y el bien común.
Muchas veces dar a cada persona lo que le es debido no es fácil. Encontrar el equilibrio de lo que es justo según el amor es realmente una capacidad que viene desde dentro. ¿Cuántas veces nos ponemos delante de las situaciones tomando partido? Es decir, no siendo justos ni equilibrados… la naturaleza nos lleva a inclinarnos por el que nos cae bien, nos lleva a favorecer a unos y a desinteresarnos por otros no afines a mis gustos. 
Jesús resucitado viene a regalarnos la capacidad de un corazón justo, un corazón equitativo. Jesús viene a darte esa mirada serena frente a esa situación y con ella viene la intuición de lo que es justo y la fuerza para ello. Esto nace dese dentro por gracia. Hay que pedirlo en la oración.
En el evangelio Juan 10, 27-30 dijo Jesús: - “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.”
Jesús conoce a todos por igual, nadie se escapa de su cuidado y amor. ¿Cuál es la justicia de Jesús? Es darle al hombre lo más grande que tiene y a todos por igual. Jesús nos viene a dar su vida eterna. “Yo les doy la vida eterna”, es decir, lo que es eterno y da la plenitud del corazón: el amor incondicional, el perdón sin regatear, la alegría de corazón… todo esto es tuyo porque Dios quiere regalártelo, sin mirar lo que tu haces, si cumples o no, si eres bueno o no, si te comprometes o no… puesto que la justicia es, como veíamos arriba, dar a cada uno lo que le es debido. Jesús dice en el evangelio de Mateo (5, 45): “El Padre hace salir el sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre los justos e injustos”.
Entre los hombres nos hacemos daño y a veces pides perdón y no te lo dan, pues se guardan resentimientos, sin embargo, ¿a quien se le niega el perdón cuando acudes al sacramento de la reconciliación, a pesar de las faltas de amor que acumulamos contra Él? Entre nosotros si ignoras a alguien y lo desatiendes, luego si buscas que te reciba te llamará interesado, sin embargo, ¿a quien de nosotros se le niega la eucaristía cuando vas a comulgar, a pesar de habernos olvidado tantas veces de Jesús?
Él no se frena en dar, Él da todos, pero también su justicia es dar a cada uno lo que quiera recibir. No es que Él no de, sino que yo no quiero recibir de Él muchas veces, entonces Jesús en su justicia y equidad no fuerza. Se duele, se entristece, pues queriendo dar a todos por igual, muchos de nosotros nos cerramos para recibir. Esto es un corazón duro, un corazón autosuficiente, un corazón que a la larga se hace injusto puesto que no quiere recibir lo que le toca por amor. 

14 abr 2013

III Domingo de Pascua - REFLEXION Evangelio Semanal


Ser fuertes en Cristo
P. Luis J. Tamayo

Estamos en el tercer domingo de Pascua. Recordamos que la Iglesia nos regala 50 días de Pascua para asimilar la grandeza de la resurrección de Cristo y lo que a nosotros nos implica, para concluir este tiempo con Pentecostés (la venida del Espíritu Santo a los hombres).
El tiempo de Pascua empieza con el Domingo de Resurrección, culmen de la semana santa. Estas semanas siguientes son tiempo de asimilación. A los discípulos les costó entender que significó que Cristo había resucitado, por eso Cristo se apareció sucesivamente durante 50 días para confirmarles que estaba vivo y que a partir de este momento habían de acostumbrarse a relacionarse con él de manera distinta: una nueva relación, desde la fe, desde la vida interior y espiritual.
La pregunta ahora es: ¿Qué implica la resurrección en mi?
Me encanta hacerles preguntas a los niños, pues desde su inocencia sus respuestas son geniales. El otro día en una misa le preguntaba a los niños: si Jesús ha resucitado ¿dónde ha resucitado? ¿dónde se encuentra ahora? una niña respondió: “Jesús ha resucitado en mi corazón”. Así es; ésta es la locura de la resurrección!! Cristo ha resucitado y para siempre se quedó presente en mi, en la comunidad eclesial y en la Historia. Sus palabras nos lo confirman: “Ya no soy yo quien vive, sino es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20) – Cristo presente en mi; “Cuando dos o más se reúnen en mi nombre ahí estoy yo presente” (Mt ) – Cristo presente en la comunidad; “Estaré con vosotros hasta el fin de la historia”(Mt 28,20) – y Cristo presente en la historia. Esta es la realidad, quiera o no reconocerle, me de cuenta o no, me lo crea o no… Él está vivo en mi y en ti.
Esta realidad tiene unas implicaciones muy importantes, pues nos ayuda a entender que la fe en el Resucitado superó la religión de “la moral del deber” o “del tener que”… Una religión desde el peso del “tengo que”, el peso de la ley se convierte en una moral que se hace una carga.  No es algo que libere, sino que se hace una carga. Así nos va a los cristianos que ponemos cargas unos a otros.
¿Por qué estas homilías en Pascua sobre las virtudes? (Fortaleza,  justicia, templanza y prudencia) Porque no es algo que se me impone desde fuera, sino que la fuerza de la presencia de Jesús en tu corazón viene a capacitare para vivirlas. No es una norma del “tener que”, sino es la alegría de que estás capacitado para vivir de una forma nueva, desde una fuerza que brota de dentro, la fuerza del resucitado.

La fortaleza: es la virtud que asegura la firmeza en las dificultades y la constancia en la búsqueda del bien. Es la fuerza para resistir a las tentaciones y superar los obstáculos en la vida. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, de hacer frente a las pruebas y persecuciones. (Catecismo nº 1808)

El evangelio de hoy es Jn 21, 1-14:  Pedro dice: “me voy a pescar”, es decir, es la reacción de volver a lo de antes, como Jesús ha muerto, entonces tiro la toalla y me vuelvo a la vida de antes… Pedro se preguntaría: ¿para qué todo esto? No tiene sentido. Pero Jesús resucitado viene a traerle la fortaleza desde dentro. Cuando ante cualquier circunstancia quiero tirar la toalla… Espera! abre los ojos!, párate!, reflexiona! pues ya está Cristo resucitado dentro de ti dándote la fuerza para perseverar, para vencer el temor, para seguir tu compromiso.
Jesús al ver la actitud de tirar la toalla de Pedro y los demás no les recrimina, sino que les pregunta: “¿tenéis pescado?”, es decir, ¿al final, has conseguido algo con volver a lo de siempre?. Les hace reflexionar. Ellos contestaron: “No”… Entonces Jesús les dice: “Echad la red a la derecha y encontrarás”, es decir, “venga, Pedro, vuelve a seguirme, intenta seguir mis pasos y ya verás que ahora puedes, pues yo te doy la fuerza desde dentro. Pedro, antes me seguías desde el voluntarismo, a partir de ahora quiero que te des cuenta que soy yo quien te capacito desde dentro.
Entonces, Pedro le reconoce, y Jesús le dice: “traed los peces que acabáis de coger”. Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes… Pedro experimentó en sí una fortaleza para perseverar y arrastrar a otros hacia Cristo. La fortaleza está en ti, es Cristo dentro quien te capacita y te da la fuerza para resistir las tentaciones o superar los obstáculos en la vida. La virtud de la fortaleza te hace capaz de vencer el temor, de hacer frente a las pruebas de la vida.
La fortaleza y la perseverancia no es algo que yo me doy a mi mismo, por eso es una virtud. La virtud, como veíamos el domingo pasado, se consigue a través del esfuerzo sostenido por la gracia recibida en la oración y sacramentos. Las virtudes es la vivencia de la vida nueva, de Cristo actuando en mi. Es importante entender que no es ese “vamos ahora a ser virtuosos” como una carga más a ver si alcanzo algo imposible… sino que las virtudes están ya en ti como potencia, están en la fuerza del resucitado y de uno depende el querer vivirlas y desarrollarlas.
En la Iglesia de Occidente o Latina hemos dado extraordinaria importancia a la Cuaresma y la Pasión, pero una vez acabada la semana santa, volvemos al tiempo ordinario; nos olvidamos parar en este tiempo aún más importante: la resurrección!!. La Iglesia cristiana del Oriente le da mucha importancia, y sus beneficios en la vida del hombre lo ha llamado “la divinización del hombre” (San Ireneo). Vivir las virtudes es participar de la divinización que Dios regala al hombre. San Ireneo habla del “maravilloso intercambio”: Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciese dios.
El cristianismo no es la cruz, sólo…, sino que nuestra fe está en Cristo resucitado!!

7 abr 2013

II Domingo de Pascua, REFLEXION Evangelio Semanal


La fe en el resucitado
 (P. Luis José Tamayo)

Érase una vez un sacerdote y un fabricante de jabón que estaban dando un paseo.  El fabricante de jabón le dijo: "Padre, ¿para qué sirve la religión? Mire la miseria y las guerras y el sufrimiento que hay en el mundo. Después de tantas oraciones, sermones y enseñanzas todo sigue igual. Si la religión es buena y verdadera, ¿por qué todo sigue igual?"  Siguieron caminando y se encontraron con un niño todo sucio.
El sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?".  El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no sirve a no ser que sea usado todos los días."  Exacto replicó el sacerdote, exacto. Con la fe pasa lo mismo.
La fe en el resucitado no tiene sentido si no se vive cada día. La resurrección de Cristo no es ajena a mí, sino que me vincula aquí y ahora. “Hemos resucitado en Cristo”. ¿Que significa participar de la resurrección de Cristo? Es la posibilidad de una vida nueva de crecimiento, de creer que el pecado no tiene la última palabra; que si Cristo venció la muerte, el hombre, por medio de su esfuerzo y de la gracia, puede ir superando y venciendo todo vicio, pecado, faltas, defectos, etc.
¿Qué es este Tiempo Pascual? Dos cosas: Primero, es el tiempo en el que Jesús se aparece a sus amigos y discípulos durante 50 días para confirmarles que Él está vivo, que ha vencido a la muerte y para acostumbrarles a reconocerle de una forma nueva, desde la fe. Y segundo: para ayudarles a entender que todos estamos llamados a participar de la vida resucitada ya en el aquí y ahora. Se nos ha regalado una nueva forma de vivir. Si el venció la muerte, nosotros unidos a él podemos vencerla… aquí y ahora. Unidos a Él podemos vencer nuestro pecado, nuestros vicios, nuestros defectos de carácter, nuestras faltas. Todo aquello que nos conduce a la muerte espiritual, ahora, unidos a Él puede ser vencido, pues Èl venció la muerte.
¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Es la posibilidad de aspirar a la práctica constante de las virtudes sostenido por la gracia. La resurrección de Cristo no es ajena a mí, sino que me vincula aquí y ahora. “Hemos resucitado en Cristo”.
Estas 6 semanas (incluido el domingo anterior) quisiera hablar de la realidad de que ya participamos de la resurrección de Cristo aquí y ahora. Es a través del ejercicio de las virtudes y sostenidos por la gracia que se nos abre el camino de crecimiento y superación, el camino para concretar la posibilidad de nuestra victoria sobre la muerte y el pecado.
El Domingo pasado hablamos de la resurrección. Este segundo domingo de Pascua hablamos de la participación en la resurrección de Cristo y el camino que nos abre para vivir las virtudes como superación y crecimiento en una vida de gracia. Los siguientes 4 domingos veremos las cuatro virtudes cardinales: fortaleza, justicia, templanza y prudencia como participación de la vida resucitada.
Para vivir esta nueva vida encontramos dificultades, los mismos discípulos la tuvieron. La dificultad la encontramos en nosotros mismos. Este pasaje del Evangelio (Jn 20, 19-31) vemos la dificultad de Tomás para creer. Pero no sólo fue Tomás el que tuvo dudas, por lo que leemos en el Evangelio, todos, en un momento u otro dudaron. Tomas es el prototipo de cualquiera de nosotros. Tomás tuvo dudas, como cualquiera de nosotros puede tenerlas. ¿quién no tiene dudas? ¿quién no se deja llevar por el pesimismo? ¿quién no ha experimentado alguna vez el verlo todo negro? ¿quién no se ha dejado llevar por la desesperanza, el desorden moral, la apatía, el miedo, el bloqueo, etc.?
Estas dificultades, muchas veces tiene su origen en defectos enraizados en nuestra carácter, y estos son lo que nos frenan para vivir una vida cristiana con mayor plenitud. Levante la mano quien se considere perfecto! … el problema no son los defectos, sino la actitud que tomo delante de estos defectos. O me quedo atrapados en ellos hasta que dominan mi forma de vivir, o cambio de actitud y aspiro a una vida nueva ejercitando nuevos caminos.
En el reino animal el águila es un bello ejemplo del cambio eficaz. A los 30 años su pico se deteriora y le dificulta el alimentarse, las uñas se debilitan y le cuesta agarrar la presa, sus plumas se vuelven pesadas y le dificulta el vuelo. El águila o cambia o se deja morir. El ave aprende a lijar su pico hasta que cae, y con un pico nuevo arranca las uñas y cuando salen las nuevas saca las plumas viejas hasta que crecen otras más livianas. Así vivirá hasta los 70 años. Nosotros o cambiamos para un continuo crecimiento o llegamos a deteriorar nuestra forma de vivir, acabamos por acostumbrarnos a formas que no son para nada saludables.
A Jesús no le importó la falta de fe de Tomás, sus dudas, o su pesimismo. Jesús no le recriminó que no creyese. Jesús vino a enseñarle una nueva actitud frente a la vida. “Tomás a partir de ahora has de ver tu vida con ojos nuevos, no puedes regirte como hasta ahora lo has hecho”; pero yo te voy a ayudar… dame tu mano, dame tu dedo… toma de la gracia. Cambia de actitud…
Tomás cambió, de la duda pasó a la fe; del miedo pasó a la perseverancia; de la prontitud a negar pasó a la prudencia de afirmar, etc. El deseo de Jesús para contigo y conmigo lo vemos en Tomás, Jesús busca regalarnos la gracia de convertir el defecto en virtud. Pero para cambiar cualquier defecto en virtud hace falta dos cosas: Primero, yo tengo que estar dispuesto a cambiar, una de las cosas que todos nos resistimos; y segundo, por la humildad, hay que dejar la asistencia de la gracia divina actuar de forma constante.
El catecismo de la Iglesia define la virtud como una disposición habitual y firme a hacer el bien. Dice, que permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de si misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. Esto es participar de una vida resucitada.
Las virtudes humanas se adquieren mediante la educación, actos deliberados, y la perseverancia reanudada siempre en el esfuerzo, y concluye diciendo, que son purificadas y elevadas por la gracia divina, es decir, con la ayuda de Dios forjan el carácter y se hacen espontáneas en el hombre.
Participar de la resurrección de Cristo implica esfuerzo y gracia. La voluntad nunca queda anulada, pero sin la voluntad la gracia poco puede.  San Agustín dice: Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti.
El hombre o crece y cambia, o muere. ¿Qué es una vida sin aprender algo nuevo, sin aspirar a mejorar, sin deseos de superarse, sin ganas de alcanzar metas nuevas? Esto es morir en vida, es no creer en la resurrección.
La fe en el resucitado da fruto en nuestras vidas si es usada todos los días. Cristo ha resucitado, esta es la verdad de nuestra fe, y esta fe hay que aplicarla todos los días de nuestra vida.