12 oct 2013

XXVIII TO, REFLEXION Evangelio Semanal

“Es de bien nacidos, ser agradecidos”
P. Luis J. Tamayo

Lc 17, 11-19: Vinieron al encuentro de Jesús diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos Jesús, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.» Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
El evangelio de hoy habla de algo esencial en la espiritualidad cristiana: la gratitud; cosa que ya la sabiduría popular nos lo recalca en este dicho: “es de bien nacidos, ser agradecidos”.
El agradecimiento debiera ser parte de la oración diaria de un cristiano. Simplemente, con solo mirar lo que uno tiene, lo más tangible y visible. San Pablo lo recalca con esta pregunta: “¿qué tienes que no hayas recibido?”; otra versión dice: ¿qué tienes que Dios no te haya dado? Y si él te lo ha dado, ¿por qué presumes, como si lo hubieras conseguido por ti mismo? (1 Co 4,7). Párate un momento y empieza por darte cuenta que la vida misma es un don, es dada, uno no se la fabrica. La espiritualidad cristiana nos invita a reconocer el don de la existencia como el mayor regalo que uno tiene en las manos. De ahí ya brota un profundo agradecimiento.  
El otro día un sacerdote me decía algo que me llamó la atención: “uno se puede quitar la vida, pero nunca se la puede dar”. Este simple pensamiento te pone en la cruda realidad de que no somos los dueños de nuestra vida, sino que nos ha sido dada. Yo mismo, cada mañana, al abrir los ojos, al poner los pies en el suelo, me he acostumbrado a agradecer el don de la vida: “Gracias Señor por este nuevo día y por dejarme disfrutarlo”. Agradecer el don de la vida es lo más básico de la actitud cristiana. Muchas veces damos por supuesto que tenemos que vivir… pero nosotros no podemos garantizar la vida.
A partir de reconocer que la vida es un don, entonces son tantas otras cosas las que uno puede agradecer. Una vez una persona me hablaba con tono de queja de que la vida no le sonreía. Que si la hija, que si el yerno, que si la hipoteca, que si el vecino… todo era queja.  Le mandé un ejercicio que yo hice un día y me ayudó mucho; le dije: “Quiero que cuando llegue a casa escriba en un cuaderno al menos 50 cosas buenas que tiene a su alrededor y por las que dar gracias”. Días después regresó y me dijo: Padre, al principio me costó mucho empezar a escribir, pero empecé por lo más obvio, la vida, la salud, la casa, la familia… y así seguí… que al final no fueron 50 sino que casi llego a 100”.
Ahora bien, si uno quiere crecer en el camino de la vida espiritual, uno debe dar un paso más: Es lo que dice la carta de Pablo a Timoteo 2, 8-13: “Haz memoria de Jesucristo”. Es decir, la MEMORIA en sentido cristiano no es un simple recuerdo, sino (como el “memorial eucarístico”) es el reconocimiento de la presencia de Cristo que ha obrado y sigue obrando maravillas en mi vida. Es decir, la memoria cristiana es reconocer como detrás de cada acontecimiento está Cristo presente y obrando en mi vida.
En la Sagrada Escritura aprendemos que Dios actúa en gestos y hechos concretos a través de la historia, por lo tanto, todo lo que leemos en el Antiguo Testamento es el Pueblo de Israel haciendo memoria de los prodigios de Dios en ellos. Nosotros estamos invitados a hacer memoria precisa y puntual, reconociendo nombres, fechas y lugares, pues así es como Dios ha actuado desde siempre. Hacer memoria no es recordar, sino que es un encuentro con el protagonista de mi historia, de la Historia. Hacer memoria es descubrir la presencia viva de Cristo actuando en mi vida, y así estos nombres, fechas y lugares se convierten en agradecimiento pues hablan de AQUEL que me acompaña y sostiene mi vida.
Una vida espiritual cultivada y madura vive constantemente en el agradecimiento, no sólo de los acontecimientos, sino agradecimiento a Aquel que obra a través de éstos.
Así el agradecimiento cristiano no es un sólo estar satisfecho, sino que el agradecimiento fortalece la relación con Dios que obra su salvación en mi. El Salmo 125 lo dice: “El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres”.

5 oct 2013

XXVII T.O., REFLEXION Evangelio Semanal


Tener fe es tener confianza
P. Luis Jose Tamayo

“En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor:
- «Auméntanos la fe.»
El Señor contestó:
- «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
"Arráncate de raíz y plántate en el mar."
Y os obedecerla.
Este evangelio de Lucas 17, 5-10 habla de la petición de los discípulos al Señor: Auméntanos la fe!
Podemos hacer una sencilla reflexión para entender que entendemos por ‘fe’, y que síntomas tiene una vida con fe o sin fe. Tener fe es tener confianza. Cuando decimos: “ten fe en que esto va a salir”, estamos queriendo decir: “ten confianza, que al final saldrá!”.
Alguien te dice: yo no tengo fe: es mentira! Si la fe es confianza en algo o en alguien, hoy día todos, de una forma u otra, funcionamos desde la primera hora de la mañana con fe. Por ejemplo: cuando te vas a acostar tienes la confianza de que a la mañana siguiente te vas a levantar… si no fuera así, esa noche te despedirías de todo el mundo; o cuando te montas en el bus, no le preguntas al chofer si va a tal sitio, sino que te fías – por la experiencia de otras veces – que te ha de llevar a tal sitio.
Estos ejemplos y tantos otros que practicamos cada día son en sí actos de fe. Pero ¿que pasa? Que muchas veces los ejercemos sin ser actos conscientes de fe. Doy por supuesto que me voy a levantar o doy por supuesto que el autobús me va a llevar a tal sitio.
La fe cristiana, no es dar por supuesto que Dios está, y como ya está casi ni me dirijo a Él. Me decía alguien: “Si Dios ya conoce toda mi vida, ¿para que pedirle? Yo no le pido nada”. San Juan de la Cruz decía que, aunque Dios nos conoce, pedimos para hacernos conscientes de nuestra propia necesidad, y para darnos cuenta que todo es don de Dios.
Por lo tanto, la fe cristiana implica un ACTO CONSCIENTE de poner mi confianza en Dios. Repito, implica un acto consciente. Que bonito cuando uno hace un acto de fe al inicio de un momento de oración, por ejemplo: “Señor yo se que estás aquí presente, mirándome, y dispuesto a escuchar mi oración”. Llegar 5 minutos antes de la Eucaristía y hacer un acto de fe: “Señor vengo en comunidad a tu encuentro, gracias por venir esta tarde a mi corazón”. Un acto de fe al inicio de cada mañana: “A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.”
En Filipinas, un día en una capilla de exposición del Santísimo, estaba orando y se levantó una señora muy mayor y antes de marcharse se acercó a la urna de cristal que cubría el Santísimo y la rozó con su mano, luego al salir se santiguó y se tocó las rodillas con la misma mano. Yo quedé impresionado. Nunca lo había visto. Al salir me acerqué a ella y le pregunté: ¿por qué se frota las rodillas después de tocar al Santísimo? Me dijo: Le pido salud y fuerzas al Señor que cada día me la da, soy muy mayor y aún tengo que trabajar para comprarle leche a mi nieto, pues mi hijo es drogadicto y tengo al niño conmigo.  Fue una experiencia impactante, volví a la Capilla y de rodillas le dije al Señor lo de los discípulos: “Señor, auméntame la fe!
Muchas veces damos por supuesto que tenemos fe, pero es una fe paralizada, intelectual, que no nos lleva a obras… La muestra de una fe sencilla: Entrar en la Iglesia e inclinarse ante el Sagrario es la fe de saber que Dios está aquí presente. Traer flores a la Virgen es la fe de saber que ella se alegra con ese pequeño detalle mío. Confesarse es saber que a Dios le hace feliz cuando me acerco a pedir perdón por que en algo le he ofendido…
Este texto del Evangelio tiene una segunda parte en donde cuenta la parábola del criado: “Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice:
"En seguida, ven y ponte a la mesa"?
¿No le diréis:
"Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"?
¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?
Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid:
"Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer. Al leer todo el conjunto, me preguntaba: ¿Qué tiene que ver el ‘auméntanos la fe’ del principio con el ‘hacer lo que teníamos que hacer’ de la segunda parte de la parábola?, ¿qué es lo que quiere decir Jesús sobre la fe en relación a esta parábola del criado?
Os voy a poner esta misma parábola con un ejemplo que me pasó. Suponed que una madre y un padre que trabaja, y cuando vuelve de la oficina, ¿quién de vosotros le dice: descansa? ¿No es lo normal preparar la mesa, cocinar la cena, ayudar con los deberes a los hijos y descansar al final cuando ya se han acostado los niños? Han hecho lo normal, la responsabilidad que toca a un padre y una madre. Así me contestó una madre, con un hijo con síndrome down, cuando le dije que hacía una labor extraordinaria: ir a trabajar, ocuparse del hogar y los otros hijos y además estar pendiente del niño limitado.  Ella me dijo: “¿qué tiene de extraordinario? ¿No es lo normal y lo que debe hacer una madre?”. Y entonces añadió: “Hacer lo que tengo que hacer día a día sólo sale porque cada día pongo mi confianza en Dios. Él me da la fuerza cada día, Él me dice que saque a este niño a delante, Él me anima cuando las cosa se ponen cuesta arriba”.
Así es… con fe va saliendo la fortaleza para hacer todo lo que tenemos cada día, la confianza es lo que nos da fuerzas para esos gestos diarios, a veces, heroicos, puesto que la confianza es la base de la esperanza en que Dios conoce nuestros caminos y no andamos solos.