Preparando la venida del Señor, pues viene en espíritu y poder
(P. Luis J. Tamayo)
Damos comienzo al primer domingo de Adviento, y con ello comenzamos un nuevo año litúrgico. El Adviento viene del latín adventus, que quiere decir venida o llegada. Si Adviento significa venida, la pregunta es sencilla “¿quién es ese que viene?” la respuesta: “Jesús es quien viene”.
Este año, nos podríamos preguntar es si el Adviento, es decir, la venida de Jesús es algo que puedo vivir de verdad, y devolverle todo su significado profundo; para ello lanzo unas preguntas: ¿Cómo puede ser este Adviento un tiempo para vivir y hacer realidad la espera de Jesús? ¿Cómo me puedo preparar para dejar que Jesús venga a mi vida, a mi familia, a mi historia, a mis circunstancias…?
El Evangelio de este primer domingo de Adviento nos habla de una actitud muy importante en la vida cristiana, y en especial para vivir este Adviento: -Jesús mismo lo repite con sus palabras- estar preparados!, estar en vela!
El Evangelio de hoy (Mateo 24, 37-44) dice que en aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.”
La Tradición de la Iglesia siempre ha hablado de las dos venidas de Cristo. Por ejemplo, os leo un fragmento de una catequesis de los primeros cristianos, cuyo titulo es “Las dos venidas de Cristo” (De la Catequesis de San Cirilo de Jerusalén, Obispo - Catequesis 15, 1-3: PG 33, 870-874):
“Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda, mucho más magnífica que la anterior. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento; esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino.
Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón; el otro, manifiesto, todavía futuro.
En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado, y escoltado por un ejército de ángeles”.
En nuestra profesión de fe –el credo que rezamos cada domingo–, decimos que creemos en las dos venidas: nació de Santa maría la Virgen y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Ahora bien, San Bernardo, habla de una tercera venida, y esta es la que ahora nos interesa a nosotros. Se habla de una venida intermedia. San Bernardo dice (Sermón 5 en el Adviento): “La intermedia, es una venida oculta, y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan”. Es decir, que en la primera, el Señor vino en carne y debilidad, en la última, en gloria y majestad; y sin embargo en esta tercera oculta, el Señor viene en espíritu y poder.
Si retomamos la pregunta de cómo puedo vivir más intensamente el Adviento de este año para preparar la Navidad, es aquí donde uno ha de preparar su corazón, su vida interior, pues como decíamos, el Señor viene en espíritu y poder:
En espíritu, por que es en el interior del corazón que tengo que acogerlo, desde intensificar la oración, poner atención en lago más de recogimiento, en privarme de algo que son caprichos para tener el espíritu más despierto… y en poder, pues el Señor actúa y trabaja el corazón orgulloso del hombre uno le deja.
San Pablo lo insiste en la segunda lectura (Rm 13, 11-14): “dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo”.
San Bernardo dice algo precioso sobre esta tercera venida oculta: “Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última”. Esta senda implica dejar las tinieblas del orgullo, para dejar que la luz del Señor entre.
Démonos el regalo de preparar este Adviento con intensidad.