24 nov 2013

Solemnidad de Cristo Rey, REFLEXION Evangelio Semanal

 Jesús, Rey de Reyes
P. Luis J. Tamayo

(Lc 23,35-43)
Hoy día, para nosotros, no nos es fácil entender a Cristo como Rey. Hemos de acercarnos al Antiguo Testamento y descubrir allí como la figura del Rey en el pueblo judío nos habla ya de Jesús como Rey de los judíos.
Nuestra comprensión de la figura de un Rey es distinta, como la fue para los judíos. La imagen de “rey” que tenían en la mente es la del Cesar como omnipotente soberano. Su concepto de rey está basado en la fuerza imperialista.
Si miramos en la primera lectura (2 Sam 5,1-3) vemos como todas las tribus de Israel se reúnen para la aclamación real de David en Hebrón, la primera capital del reino, después de una larga lucha contra Saúl. Ellos fundamentan la coronación del nuevo monarca en un principio enunciado en el versículo 1: “Hueso tuyo y carne tuya somos nosotros”. Este pasaje nos abre ya a la profecía de que Jesús será uno de nosotros.
Esta concepción del rey como “uno de entre tus hermanos”, preparaba misteriosa pero admirablemente el misterio de Cristo y de su Reino. El Reino que Jesús trae es el de Aquel que “fue probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15) porque “tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos” (Hb 2,17). Ya no es un Rey distante que pasa en limusina saludando o que vive en Palacio, sino que es un Rey que asume la condición humana, camina con el pueblo, identificado con cada uno de nosotros, en nuestras alegrías y también en nuestros dolores.
El evangelio (Lc 23,35-43) narra los ultrajes de Jesús en el momento de la crucifixión. Este texto nos abre los ojos a la clase de Rey que tenemos. No es un Rey de poder, lujo o glamour, sino un Soberano que muere en el mayor gesto de humillación y da la vida por amor. Mientras el pueblo asiste a la crucifixión, los jefes se burlan del Crucificado (v. 35).
**(El objeto de la burla es la salvación, un tema central en la teología de Lucas, quien presenta a Jesús desde su nacimiento como el “Salvador” (Lc 2,11; Hch 5,31; 13,23). La salvación define su misión. Es sorprendente la repetición del verbo “salvar” en el texto, en donde aparece 4 veces (vv. 35.35.37.39). Tal insistencia sobre la salvación, en boca de los jefes del pueblo y de uno de los malhechores crucificados, indica la diferencia entre la concepción de salvación de la gente presente en el momento de la crucifixión y la realizada por Jesús.)
Todos coinciden en que salvándose a sí mismo, Jesús demostraría el verdadero poder, así se revelaría como el verdadero Mesías y Rey; Jesús, en cambio, opta libremente por quedarse en la cruz y demostrar hasta el final que el extremo del amor pasa por dar la vida por nosotros. Así Jesús se revela como el Salvador, precisamente en el anonadamiento total por amor. Es otro el camino.
La imagen de “rey” que tienen en la mente es la del Cesar como omnipotente soberano. Su concepto de rey está basado en la fuerza, en la búsqueda de gloria y en la capacidad de imponerse sobre los otros. Por eso le decían a Jesús: “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate!” (v. 37). Los soldados se dirigen a Jesús con el título “Rey de los judíos” (v. 37); no se interesan por la dimensión religiosa de la misión de Jesús. Insisten en el aspecto político. Por eso lo llaman “rey”. Para ellos, Jesús es solamente un hombre que reivindica una autoridad en antagonismo con el dominio romano.
El reinado inaugurado por Jesús, como Cristo Rey, no consiste en bajar de la cruz y manifestar su poder salvándose a sí mismo, tampoco conquistando con armas a Jerusalén de manos de los romanos. Sino que su única arma el el AMOR, dando la vida por ti y por mi, busca conquistar tu corazón por amor. El poder de Cristo es el poder del amor, es la conquista del amor.


17 nov 2013

XXXIII TO, REFLEXION Evangelio Semanal,

La verdadera catástrofe es la ausencia de Dios
P. Luis J. Tamayo 

Lucas 21, 5-19: En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo. «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.» Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?» Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.»
Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas

Las enseñanzas de Jesús en este evangelio de Lucas, (que acontece antes de la pasión), terminan con un discurso de tono apremiante y severo; a este se le llama discurso “escatológico” porque se refiere al final de los tiempos (del griego «éschatos» = último): “Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo…”
Al final de este Evangelio se podría haber escrito: “… y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”. Si echamos un vistazo a las ultimas catástrofes en el mundo encentramos cosas como en el año: 2004 – El Tsunami en Indonesia (+275.000 muertos);  2005 – El Huracán Katrina en Nueva Orleans (+100.000 muertos);  2010 – El Terremoto en Haití (+200.000 muertos);  2013 - Y ahora el tifón Hayan en Filipinas. Estos desastres no son algo que acontezca para el final de los tiempos, sino que es lo que ya estamos viviendo en el día a día de nuestra historia.
Pero fijaos, Jesús hace referencia a una mayor catástrofe, y es la destrucción del Templo de Jerusalén. Para los judíos el Templo es la presencia real del Dios vivo en medio de su pueblo, les daba la seguridad de que Dios estaba con ellos. En el texto vemos como algunos de los discípulos no captaban la profundidad de esa presencia divina y valoraban más la belleza exterior (el Templo fue construido durante décadas por mandato de Herodes el Grande. Era uno de los edificios más grandes e impresionantes de la antigüedad).
Jesús, como tantas otras veces, les insiste en que no se dejen llevar por las apariencias. Menos de cuarenta años después de Jesús, en la guerra contra los romanos, Jerusalén quedó destruida y el Templo arrasado. Para los profetas la destrucción del Templo supuso una catástrofe para la fe y la cultura judía. Significaba, ante todo, que Dios les había abandonado.
La mayor catástrofe que un hombre puede vivir, es la ausencia de Dios, la negación consciente de Dios. La ausencia de Dios en el corazón del hombre es la muerte espiritual y con ella la destrucción de la esperanza, el amor, la ilusión por la vida, las ganas de luchar por un mundo mejor, etc. Esto es a lo que Jesús les pone en guardia.
Los discípulos no entienden, despistados piden pruebas y hechos de cuando será el fin de los tiempos: Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?” Y de nuevo Jesús les responde que andan desencaminados. Los discípulos quieren prepararse para ese momento, y si tienen signos claros de la llegada del fin de los tiempos, mientras tanto podrán respirar tranquilos. Aquí Jesús denuncia que esta es la actitud equivocada. Por ejemplo, no se trata de conducir más despacio cuando el detector de radares nos avisa, sino que es necesaria la prudencia y la atención en todo momento. En la vida de fe también es lo mismo, ahora me relajo, y ya cuando tenga 80 años a punto de morir me pondré las pilas… no hombre!! lo que necesitamos es la perseverancia en el día a día. Jesús nos exhorta al cuidado de la relación con Dios en el día a día. Jesús les dice: antes de que todo eso pase, prepárate para los momentos de dificultad, podrás tener persecuciones, quizás sufrimientos, conflictos en la familia, etc., los aprietos de la vida misma . Y entonces Jesús remata: “Es aquí donde tendrás la ocasión de dar testimonio, donde te invito a la perseverancia. No tires la toalla, no sueltes a Dios de tu corazón, por que Dios a ti no te ha soltado.”