La verdadera catástrofe es la ausencia de Dios
P. Luis J. Tamayo
Lucas 21,
5-19: En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad
de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo. «Esto que contempláis, llegará un
día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.» Ellos
le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que
todo eso está para suceder?» Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe.
Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o
bien: "El momento está cerca; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias
de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir
primero, pero el final no vendrá en seguida.»
Luego
les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes
terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y
grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os
perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer
ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar
testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os
daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún
adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos
os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa
mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas.»
Las
enseñanzas de Jesús en este evangelio de Lucas, (que acontece antes de la pasión),
terminan con un discurso de tono apremiante y severo; a este se le llama discurso “escatológico” porque se
refiere al final de los tiempos (del griego «éschatos» = último): “Se
alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y
en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos
en el cielo…”
Al final de este Evangelio se podría haber escrito: “… y cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia”. Si echamos un vistazo a las
ultimas catástrofes en el mundo encentramos cosas como en el año: 2004 – El Tsunami en Indonesia (+275.000 muertos); 2005 – El Huracán Katrina en Nueva Orleans
(+100.000 muertos); 2010 – El Terremoto
en Haití (+200.000 muertos); 2013 - Y ahora el tifón Hayan en Filipinas. Estos
desastres no son algo que acontezca para el final de los tiempos, sino que es
lo que ya estamos viviendo en el día a día de nuestra historia.
Pero fijaos,
Jesús hace referencia a una mayor catástrofe, y es la destrucción del Templo de
Jerusalén. Para los judíos el Templo es la presencia real del Dios vivo en
medio de su pueblo, les daba la seguridad de que Dios estaba con ellos. En el
texto vemos como algunos de los discípulos no captaban la profundidad de esa
presencia divina y valoraban más la belleza exterior (el Templo fue construido
durante décadas por mandato de Herodes el Grande. Era uno de los edificios más
grandes e impresionantes de la antigüedad).
Jesús, como tantas otras veces, les
insiste en que no se dejen llevar por las apariencias. Menos de cuarenta años
después de Jesús, en la guerra contra los romanos, Jerusalén quedó destruida y
el Templo arrasado. Para los profetas la destrucción
del Templo supuso una catástrofe para la fe y la cultura judía. Significaba,
ante todo, que Dios les había abandonado.
La mayor catástrofe que un hombre puede vivir, es la ausencia de Dios, la
negación consciente de Dios. La ausencia de Dios en el corazón del hombre es la
muerte espiritual y con ella la destrucción de la esperanza, el amor, la
ilusión por la vida, las ganas de luchar por un mundo mejor, etc. Esto es a lo
que Jesús les pone en guardia.
Los discípulos no entienden, despistados piden pruebas y hechos de cuando
será el fin de los tiempos: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?,
¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?” Y de nuevo Jesús les responde que andan desencaminados. Los discípulos
quieren prepararse para ese momento, y si tienen signos claros de la llegada
del fin de los tiempos, mientras tanto podrán respirar tranquilos. Aquí Jesús
denuncia que esta es la actitud equivocada. Por ejemplo, no se trata de
conducir más despacio cuando el detector de radares nos avisa, sino que es
necesaria la prudencia y la atención en todo momento. En la vida de fe también
es lo mismo, ahora me relajo, y ya cuando tenga 80 años a punto de morir me
pondré las pilas… no hombre!! lo que necesitamos es la perseverancia en el día
a día. Jesús nos exhorta al cuidado de la relación con Dios en el día a día.
Jesús les dice: antes de que todo eso pase, prepárate para los
momentos de dificultad, podrás tener persecuciones, quizás sufrimientos,
conflictos en la familia, etc., los aprietos de la vida misma . Y entonces
Jesús remata: “Es aquí donde tendrás la ocasión de dar testimonio, donde
te invito a la perseverancia. No tires la toalla, no sueltes a Dios de tu
corazón, por que Dios a ti no te ha soltado.”
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