¿Para que te molestas? (P. Luis J. Tamayo)
Marcos 5, 21-24. 35b-43: Jairo se echó a los pies de Jesús rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.» Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente. Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?» Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.»
Llegaron a casa del
jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban
a gritos. Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no
está muerta, está dormida.» Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y,
con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la
niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo
hablo, niña, levántate»). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar.
Esto no tiene solución, ¿para que te
molestas? ¿para que te molestas en buscar una solución? ¿para que te molestas
en rezar?
Tirar la toalla es
lo más fácil. Dejar de luchar es muchas veces lo más cómodo, es decir, al final
dejarse inundar y llevar por la desesperanza es el ambiente que más prima en
nuestra sociedad.
Ayer se acercó una
chica inmigrante a hablar conmigo. Contaba que tenía a sus hijos en su país de
origen. Cuantos casos conocemos de estos. Ella, contaba que había trabajado en
casas, pero que buscaba trabajar para ancianos, pues descubría ahí su llamada
ya que encajaba con su perfil, suave de carácter, alegre, habladora, cariñosa
con los mayores, con dotes de cuidadora. Me contaba que había estado en varias
residencias de ancianos buscando trabajo pero que como no tenía la formación
apropiada no podía trabajar. Y me decía: es que no tiro la toalla, es que estoy
dispuesta a estudiar lo que haga falta para poder trabajar en este campo que me
gusta.
Me llamó la
atención esa fuerza con la que hablaba… no eludiendo la dura realidad de lo que
supone vivir fuera de su país, la soledad, la distancia, el ser extranjero,
etc. En esta persona y en muchas otras situaciones similares se repite la frase del Evangelio: Esto
no tiene solución, ¿para que te molestas? ¿para que te molestas en buscar una
solución? ¿para que te molestas en rezar?
¿A caso no nos
hemos encontrado en situaciones similares?
Cuando yo no tengo
una mirada esperanzadora es un esfuerzo el ponerse ene el lugar de Jesús y ver
la situación desde sus ojos: Jesús, y ¿tú que dices de esto? Según el Evangelio
de Marcos Jesús
delante de esa situación, aparentemente sin solución, le
dijo al jefe de la sinagoga: «No
temas; basta que tengas fe.» Esta es la mirada de Jesús, la esperanza contra
toda esperanza. Y a pesar de la contrariedad del ambiente, Jesús insite: “Jesús
encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les
dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está
dormida.» Se reían de él.” Es importantísimo anclarse en la mirada de Jesús,
pues el ambiente pesimista en el que vivimos es muy pesado, y todo invita a
tirar la toalla. Jesús lucha contra el ambiente. Jesús tiene siempre una mirada
de posibilidades… Esta es la llamada para todo cristiano, vivir en la esperanza! Ser testigos de esperanza! como Abraham...
“Contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó, y de este modo llegó a
ser padre de muchas naciones, tal como se le había dicho: «¡Así de numerosa
será tu descendencia!» Su fe no flaqueó, aunque
reconocía que su cuerpo estaba como muerto, pues ya tenía unos cien años, y que
también estaba muerta la matriz de Sara. Ante la promesa de Dios no vaciló como
un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios, plenamente
convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido.” (Romanos 4:18;
Gn 15:5)