La Pascua[1],
también llamada Pascua Florida, Domingo de Pascua, Domingo de
Resurrección o Domingo de Gloria es la fiesta central del cristianismo, en la que se conmemora, de acuerdo con los evangelios, la resurrección de
Jesús al tercer día después de haber sido crucificado. Es un período de cincuenta días, también llamado Tiempo pascual, que termina con el Domingo de
Pentecostés.
a.- El tiempo de Pascua[2]
Siendo la fiesta mas importante de la liturgia, la Pascua
se celebra por 50 días (siete semanas hasta Pentecostés), desde el domingo de
Pascua hasta Pentecostés. Según la liturgia actual, la Cuaresma termina
en la tarde del Jueves Santo con la liturgia de la Cena del Señor que da
comienzo al Triduo Pascual. El Viernes Santo se hace el
"ayuno pascual" que se continúa el Sábado Santo, preparatorio a la
gran celebración pascual. El triduo culmina en la Vigilia Pascual del sábado
por la tarde.
Los primeros ocho días de la Pascua constituyen la
Octava, tiempo solemne. En el día 40 de la Pascua se celebra la
Ascensión del Señor y los 9 días de la Ascensión a Pentecostés (la novena
original) son días de intensa preparación para la venida del Espíritu
Santo.
b.- El sentido
El tiempo pascual es el más fuerte de todo el año.
La Pascua constituye el fundamento sobre el cual se asienta y gira toda la vida
del cristianismo. La Pascua es el paso de Cristo, del Señor, que ha pasado de
la muerte a la vida, a su existencia definitiva y gloriosa. Es la Pascua
también de la Iglesia, su Cuerpo, que es introducida en la Vida Nueva de su
Señor por medio del Espíritu que Cristo le dio el día del primer Pentecostés.
Tiempo de
Pascua - Ciclo A:
En
cuanto a la estructura de las lecturas de la Palabra
de Dios de los ocho domingos de este Tiempo en la Santa Misa están organizadas:
La primera lectura es siempre de los Hechos de los Apóstoles, la historia de la
primitiva Iglesia, que en medio de sus debilidades, vivió y difundió la Pascua
del Señor Jesús. La segunda lectura cambia según los tres ciclos: la primera
carta de San Pedro, la primera carta de San Juan y el libro del Apocalipsis.
En cuanto al contenido resaltamos dos puntos que
nos pueden ayudar a hacer una lectura lineal y comprensiva de todos los
Evangelios:
1) Los Evangelios nos
presentan al Resucitado en una forma nueva de presencia Él está vivo y los
discípulos se han de ir acostumbrando a reconocerle. La expresión que utilizan
las Escrituras es: “Ego eimi” = Yo soy o Yo estoy. Cristo ha vencido a la muerte y Él “está”;
estuvo, está y estará para siempre (Libro
del Apocalipsis 1, 8: Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el
Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”). El Dios
que “es” desde siempre y para siempre.
2) El Señor nos ha
garantizado, por medio de la Iglesia, poder encontrarnos con Él a través de lo
que llamamos “medios de perseverancia”
y que nos ofrecen los beneficios de la Resurrección, es decir, la gracia santificante y con ella una vida
nueva en el Espíritu[3].
1.-
Yo estoy vivo: Juan 20, 1-9
(La Iglesia) Una nueva
presencia del Señor en la Comunidad.
2.-
Yo soy la divina misericordia. Juan 20, 19-31 (El sacramento de la reconciliación)
3.-
Yo soy el pan vivo. Lucas 24, 13-35 (La Eucaristía)
4.-
Yo soy el Buen Pastor. Juan 10, 1-10 (El sacerdote)
5.-
Yo soy el camino, la verdad y la vida. Juan 14, 1-2 (La oración)
6.-
Yo soy tu defensor. Juan 14, 15-21 (La dirección espiritual)
7.-
Yo estoy con vosotros todos los días. Mateo 28, 16-20 (El apostolado) - Fiesta de la Ascensión
8.-
Yo estoy en la Iglesia por medio del Espíritu y os envió al
mundo con la fuerza de mi Espíritu. Juan 20, 19-23 (Pentecostés)
El Resucitado se hace presente, de una forma
nueva, a través de los medios de perseverancia que la Iglesia nos ofrece. En la medida que asumo
estos medios como míos me adentro en una experiencia de fe y encuentro personal
con Él cada vez más viva.
1. Domingo de Resurrección: (Encuentro con Él en la Iglesia)
Juan 20, 1-9: El primer día de la semana, María Magdalena
fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada
del sepulcro.
El
domingo de Resurrección confirma nuestra fe en la presencia del Resucitado en
la Iglesia a través del YO ESTOY VIVO. La aparición de Jesús a los primeros
testigos que fueron María Magdalena, Pedro y Juan. A partir de ahora Jesús está
presente en medio de la Iglesia.
(Mateo 18, 20: “Porque donde
están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos”)
El
resto de los siguientes 7 domingos os
propongo un camino de confirmar nuestra fe en la presencia del Resucitado en la
Iglesia pero garantizando el encuentro vivo con Él mediante la vivencia de los medios
de perseverancia.
2. Domingo 2º de Pascua: (Encuentro
con Él en el sacramento de la reconciliación)
Juan 20, 19-31: Al anochecer de aquel día, el primero de la
semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo
a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a
vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
YO SOY EL AMOR MISERICORDIOSO. El Señor se hace
presente en la Iglesia por medio de su paz y misericordia. Este es el Domingo llamado de la Divina
Misericordia[4].
(Juan
12, 47: “Yo no he venido
á juzgar al mundo, sino á salvar
al mundo)
3. Domingo 3º de Pascua: (Encuentro
con Él por medio de la Eucaristía)
Lucas 24,
13-35: Y,
empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que
había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él
hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con
nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con
ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron
los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado.
El Señor se hace presente por medio de la Eucaristía.
(Juan 6, 35: Yo soy el pan de
vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre)
4. Domingo 4º de Pascua: (Su
presencia por medio del sacerdote)
Juan 10, 1-10: Yo soy el
buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
YO SOY TU PASTOR. El Señor se hace presente en la
Iglesia por medio del sacerdote, guía de la Comunidad y dispensador de los
sacramentos.
(Juan 20,21: como el Padre me
ha enviado, así también yo
os envío)
5. Domingo 5º de Pascua: Juan
14, 1-12 (El encuentro de su
presencia por medio de la oración)
Juan
14, 1-2: Yo soy el camino, y la verdad, y, la vida.
YO ESTOY EN EL SILENCIO y quien te guía de tu
oración. El Señor se hace presente en el recogimiento de la oración.
(Lucas 24, 32: Lucas Se dijeron uno a otro: «¿No estaba
ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y
nos explicaba las Escrituras?»)
(Hebreos
4, 12: “Porque la palabra
de Dios es viva y eficaz”)
6. Domingo 6º de Pascua: (Encuentro
con Él por medio de la dirección espiritual)
Juan
14, 15-21: En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os
dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad.
YO SOY TU DEFENSOR que os guiaré a la verdad.
Dejarse guiar por el Espíritu de la Verdad para discernir lo que más conviene.
El Señor se hace presente en el camino del acompañamiento espiritual.
(Juan 16, 13: Cuando venga él, el Espíritu de la verdad,
os guiará hasta la verdad completa)
7. Domingo 7º de Pascua: Fiesta de La Ascensión del Señor (El
encuentro con el Señor a través del apostolado)
Mateo 28, 16-20: Yo estoy con
vosotros todos los días.
El
Señor se hace presente y acompaña a aquel que busca evangelizar, ¿a caso no ha
de ayudar a aquellos que se comprometen con su causa?
(Éxodo 13, 21: El Señor iba
delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una
columna de fuego para alumbrarlos)
(Lucas 12, 12: el Espíritu Santo os enseñará en aquel
mismo momento lo que conviene decir)
(Marcos 16, 20: Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando
el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban)
8. Domingo de Pentecostés: (Jesús vive en una Iglesia
católica y universal, siempre abierta al dinamismo del Espíritu)
Juan 20, 19-23: Los discípulos se llenaron de alegría al ver
al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así
también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid
el Espíritu Santo.»
YO
SOY EL ESPÍRITU que guía a la Iglesia. Estamos llamados a ser una Iglesia viva
y alegre porque el Señor está entre nosotros. Una iglesia enviada y dinamizada
por la fuerza del Espíritu Santo, siempre queriendo ensanchar sus muros. El
Señor se hace presente siempre que se busca la catolicidad.
(1 Corintios 12:03:
"nadie puede decir: "Jesús es el Señor", si no está impulsado
por el Espíritu Santo")
[1] Hay una continuidad histórica y religiosa entre La Pascua
judía y la cristiana ya que Cristo murió el primer día de la fiesta judía de la
Pascua, que celebra la liberación por mano de Dios del pueblo judío de la
esclavitud de Egipto. Tiene además un profundo simbolismo ya que la muerte
de Jesucristo cumple la Antigua Ley, sobre todo en lo referente al cordero
pascual que los judíos comen la noche víspera del 14 de Nisan. Cristo, es
inmolado el mismo día de la pascua judía, en que se inmolaban los corderos en
el templo. Jesús es el Cordero Pascual que nos libera del pecado. Por eso
nuestra pascua, como la judía recuerda el paso de Israel por el Mar Rojo, el
cordero pascual, la columna de fuego que guiaba a Israel, etc. Pero ahora
con un significado mas completo.
[2] Los judíos tenían ya la "fiesta de las semanas"
(ver Dt 16,9-10), fiesta inicialmente agrícola y luego conmemorativa de la
Alianza en el Sinaí, a los cincuenta días de la Pascua. Los cristianos
organizaron muy pronto siete semanas, pero para prolongar la alegría de la
Resurrección y para celebrarla al final de los cincuenta días la fiesta de
Pentecostés: el don del Espíritu Santo. Ya en el siglo II tenemos el testimonio
de Tertuliano que habla de que en este espacio no se ayuna, sino que se vive una
prolongada alegría.
[3] - La gracia santificante: Es una disposición sobrenatural que perfecciona al alma
para hacerla capaz de obrar el bien. Sus efectos son: Nos renueva de los
efectos del pecado; hace posible que Dios habite en nuestra alma; nos hace hijos
de Dios.
- La gracia actual es ese don sobrenatural, pasajero, otorgado por Dios,
que ilumina la inteligencia y mueve la voluntad para que el hombre sea capaz de
realizar acciones sobrenaturales. Es un don de Dios concedido temporalmente en
una circunstancia precisa.
- La gracia habitual, don sobrenatural que permanece en el alma cuando se vive
en amistad con Dios, sin cometer ningún pecado grave. Es una disposición
permanente para vivir y actuar según la voluntad de Dios.
- La gracia sacramental, gracia propia de cada sacramento.
- Gracias especiales, carismas o dones gratuitos de Dios para el bien común
de la Iglesia.
- La gracia de estado, es la fuerza necesaria para cumplir con las
responsabilidades propias según el estado de vida de cada quien o su vocación.
Son influjos, en la inteligencia o en la voluntad, por los cuales el hombre
percibe lo que debe de hacer o dejar de hacer y se siente atraído para
conseguirlo, recibiendo las fuerzas para lograrlo.
- Los carismas son
gracias especiales del Espíritu Santo, están ordenados a la gracia santificante
y son para el bien común de la Iglesia.
[4] El Sumo Pontífice Juan Pablo II ha querido que el segundo
domingo de Pascua se dedique a recordar con especial devoción estos dones de la
gracia, atribuyendo a ese domingo la denominación de "Domingo de la
Misericordia divina" (cf. Congregación para el culto divino y la
disciplina de los sacramentos, decreto Misericors
et miserator, 5 de mayo de 2000).
El Sumo Pontífice, animado por un ardiente deseo de
fomentar al máximo en el pueblo cristiano estos sentimientos de piedad hacia la
Misericordia divina, por los abundantísimo frutos espirituales que de ello
pueden esperarse, en la audiencia concedida el día 13 de junio de 2002 a los
infrascritos responsables de la Penitenciaría apostólico, se ha dignado otorgar
indulgencias en los términos siguientes:
Se concede
la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental,
comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel
que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en
cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo
pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la
Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de
la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el
Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús
misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").
Se concede la indulgencia parcial al fiel que, al menos con corazón contrito,
eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas
legítimamente aprobadas.