8 ene 2009

Lo que no acepto del otro es una bendición para mi

Crecer como persona...
(Luis J. Tamayo)

La lectura de Mc 6, 34-44 me ha inspirado hoy para darme cuenta de mis actitudes muchas veces de falta de tolerancia con los demás; y sin embargo ver a Jesús como el vive la compasión frente a la indigencia mía y la de los otros.

“Jesús vio una multitud y sintió compasión de ellos…” más adelante dice la Palabra que Jesús “ estuvo con ellos con calma”.

¿Quienes eran estos hombres? Cualquier persona nos vale. Cuando miramos nuestras relaciones con los demás, especialmente la familia, siempre encontramos cosas que no nos gustan del otro, alguna cosa nos encontramos en el roce y en la convivencia que me hace saltar, que no me gusta, que no tolero. Llamémoslas las imperfecciones que a todos nos cuestan aceptar.

Todo ser humano, en un momento u otro revela algún defecto de carácter o de personalidad, algo que yo acabo por no tolerar. Así pasa en la lectura. Estos hombres demuestran falta de consideración, mira la hora, ya es tarde. Los discípulos tienen toda la razón, “ya es tarde, y a demás estamos en un despoblado… parece que no se enteran. Jesús mejor que vayan a las aldeas de alrededor y que ellos se compren de comer… ¿cómo vamos a darles nosotros de comer ahora, a estas horas? Despídelos!

Así somos muchas veces, nosotros tenemos toda la razón, ¿a caso no era tarde? ¿acaso no podían ir a otras aldeas? ¿acaso no estamos en un despoblado y desprovistos? ¿acaso no pueden ellos comprase de comer?, y así podíamos tener un sin fin de justificaciones y razones a nuestro favor. Uno puede examinar aquí que justificaciones tiene frente a “eso” que le molesta del otro. 

Me parece ver en Jesús la lección magistral. Jesús con su gesto me esta enseñando no sólo que no tengo tolerancia frente a la situación molesta de los otros, sino que me está enseñando como ejercer la compasión. Es precioso, Jesús no me suelta el sermón teórico de cómo ser compasivo y tolerante, sino que me pone manos a la obra para que yo mismo me de cuenta que en el fondo no son los defectos del otro sino mi propio orgullo y falta de tolerancia frente a los defectos.

Los defectos del otro no son lo que me molesta “dentro de mí” sino los que está enfermo dentro de mi es lo que me hace daño, y lo que no funciona es la comprensión, la paciencia, la tolerancia, el entendimiento, la compasión frente a las indigencias de los otros. Jesús me pone en mi verdad, yo soy el que tiene el problema, pues algo por dentro de mi no esta bien cuando tanto me molestan las cosas de los otros.

Y Jesús con su pedagogía, no me denuncia, no me dicta, no me suelta el “rollo”, sino que me pone “manos a la obra”… es como ese: “no te quedes ahí quejandote, sino que reconoce tus propios defectos y sal de ti mismo”. Esto es lo único que cura el egoísmo del hombre.

Jesús les replicó: “dadles vosotros de comer”. Ellos sin embargo siguen en sus lógicas. “¿Cómo? ¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer? Como nos cuesta salir de nuestras justificaciones… ¿Cómo?, ¿voy a ser yo el que tiene que dar el primer paso?; ¿Cómo?, ¿voy a ser yo el que tenga que ceder?; ¿Cómo?, ¿voy a ser yo el que no tiene razón?...

Jesús nos responde… Sí, se tú el que de el primer paso; se tú el que ceda y pida perdón; se tú el que deje de luchar por la razón; se tú el que cambie primero de actitud… y Jesús empezó a bendecir a aquellos que a mi me cuestan aceptar en sus defectos, y los bendijo delante de mí para que yo también lo hiciera… y así aprender a ser tolerante y compasivo con mis propios defectos, pues en el fondo lo que no acepto y me quejo del otro es una bendición para mi propio crecimiento como persona.

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