31 ene 2009

REFLEXION Evangelio Semanal


Un gesto vale mas que mil palabras
(Luis José Tamayo)

Recogemos de estos anteriores domingos: El Bautismo del Señor es el fundamento de la llamada de Dios a la vida cristiana, recordamos esas palabras: “Tú eres mi hijo amado”. Luego Jesús nos llama a seguirle desde el Evangelio de Juan: “Ven y sígueme!”. El Domingo pasado veíamos el seguimiento desde la vida de S. Pablo, la vida cristiana se fundamenta en la debilidad y la misericordia de Dios: “Mi gracia te basta, en tu debilidad muestro mi fuerza”.

Hoy Jesús entra en la vida pública, en la vida ordinaria, y vemos y aprendemos de cómo vivía.
Seguir a Jesús, la vida cristiana no es sólo la práctica de ritos, una filosofía, un conjunto de creencias, o varios documentos a saber. La vida cristiana es una persona; es seguir, convivir, relacionarse, dialogar, apoyarse, etc. en la persona de Jesús para teniéndola muy de cerca poder vivir como vivió Él.

Mi forma de vivir, mis costumbres, o muchos de mis hábitos no los he adquirido de Jesús, sino de la familia, del entorno, de los medios de comunicación, de la TV... Por ejemplo: juzgar al otro o criticar… pensar de forma negativa, sacar defectos… El miércoles iba caminando por el Pº de Extremadura y pasando por una tienda sale una madre con su hija de 5 añitos, sale gritándola y la llamó delate de todo el mundo “imbécil”. Cuantas veces oyes palabras de falta de respeto entre los miembros de la misma familia: “a que te parto la cara; déjame en paz; eres un incordio; subnormal!”. estos son los gestos que se aprenden en series de TV como “Escenas de matrimonio”. Pero de la forma que se tratan es de una gran falta de respeto. Yo ya he decidido no verlo. Estos no son los gestos de Jesús, si los niños le increpan, cuando unos les dice que se alejen, Él les dice: dejad que los niños se acerquen a mí. 

Ahora estamos en lo que la Iglesia llama el “tiempo ordinario”, es decir, estamos invitados a aprender como vivía Jesús en su vida ordinaria, en el día a día. Y lo que hoy nos dice el Evangelio es que la gente se asombraba porque no enseñaba como los otros, sino que enseñaba con autoridad. Más adelante dice: “ese enseñar con autoridad es nuevo”.

Hay un dicho que dice: “un gesto vale más que 1,000 palabras”. La gente quedaba sorprendida con Jesús pues lo que llamaba la atención, lo que entendían que transmitía autoridad era que su vida iba por delante junto con sus palabras. No les daba un discurso retórico lleno de palabras bellas… sino que hablaba con la vida, desde la vida. La autoridad te la da la vida.

El otro día estaba comiendo con una familia y antes de empezar a comer me piden que bendiga la mesa, y el hijo adolescente dice: “Tenemos que hacer oración? Que rollo!”, la madre le contestó: “pues sí… hay que acostumbrarse a hacer oración”. Pero luego sabes que esa familia no va a misa. Esas palabras no tienen autoridad, pues no van acompañadas del gesto. Sin embargo hay otra experiencia que he vivido de ver a una mama pasar todas las tardes a visitar el santísimo 15 minutos después de recoger a su hija del colegio. La mama de rodillas y la niña pequeña jugando a su alrededor. ¿Qué impacto le causará a esa niña el que un día la madre le diga que Dios es importante para su vida? Verla de rodillas todas las tardes delante del santísimo, un gesto que vale más que 1,000 palabras.

La autoridad no viene de ser perfecto y no cometer fallo alguno. Sino que la autoridad viene de la humildad. No es que uno no cometa fallos, sino que la autoridad viene cuando uno los comete pide perdón. No es que uno se enfrente en una discusión a ver quien tiene más razón, sino cuando uno sabe callarse a tiempo. No es ver quien es más fuerte, orgullo contra orgullo, sino cuando uno sabe ceder; o cuando uno sabe defender sus derechos por que es justo. No es que uno no caiga en faltas, sino que la autoridad viene de ese volver a intentar ser mejor cada día. Como el otro día una persona me dio algo que yo sabía que era falso, pero mi respeto hacia esa persona vino no por que uno no diga alguna mentira, que a veces se nos escapa, sino por que un día después se acercó a pedir perdón y reconocer su error. Esa persona merece todo mi respeto, pues tiene humildad suficiente para decir la verdad.

Volviendo al caso anterior, ¿cómo uno puede ganar la autoridad del joven que se encuentra distante de comprender como los adultos viven la fe? No imponiéndoles hacer las cosas como las hacemos los mayores sino invitándoles a con creatividad que ellos expresen su fe de su manera y nosotros con humildad a reconocer que tenemos que escucharles. Un amigo mío, me contaba que el abuelo exigente les decía a sus nietos que la bendición hay que hacerla como siempre con un rezo. Entonces el papa pidió la palabra y le dijo a su hijo: ¿Y tú como bendecirías los alimentos? Entonces el niño dijo de forma espontánea, algo que salga del corazón… y el papá le brindó la oportunidad: y el niño cerró los ojos, tomó la mano de los de al lado y empezó a dar gracias por su familia, por los amigos, por todo y al final se olvidó mencionar los alimentos… jajaja! Pero fue un momento muy entrañable donde los jóvenes se encuentran escuchados. Esa persona me habla de una persona que escucha, que no se impone, que respeta a los menores aunque sus formas no sean las tradicionales.

Pidámosle a Jesús la gracia de poner nuestros ojos fijos en Él y aprender a vivir como Él vivió, para que nuestras palabras acompañen nuestros gestos.

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