8 mar 2009

Cuaresma, REFLEXION Evangelio Semanal

La oración: Tiempo de "transfiguración"
(P.Luis Tamayo)

Seguimos caminando en este tiempo de Cuaresma, tiempo de preparación para la semana Santa. El domingo pasado ya hablamos de dedicar un tiempo para la reflexión de este tiempo y los tres ejercicios que la Iglesia nos propone, a saber, oración, ayuno o austeridad y limosna o caridad. 

La semana pasada hablamos del significado de la Cuaresma como un tiempo de acompañar a Jesús al desierto. Hoy el Evangelio de la Transfiguración nos va ayudar a entender la invitación de Jesús a hacer de la Cuaresma un tiempo especial para intensificar nuestra oración.

Para el cristiano todo el año es tiempo de oración. Oramos cada día igual que comemos cada día. La oración surge de la necesidad de alimentar nuestra vida espiritual al igual que la comida va a nutrir nuestro cuerpo. Como hijos de Dios que somos necesitamos de un tiempo diario de relación con nuestro Padre Dios.

La pregunta sería ¿qué añade este tiempo de Cuaresma a la oración cristiana?; si todo el año es tiempo de oración, ¿qué añade la Cuaresma a mi oración? O de otra forma, si la Iglesia invita a orar de una forma más intensa durante este tiempo, ¿qué aspecto no debería olvidarse en la oración de la Cuaresma?

La respuesta sería la de pedir a Dios la gracia de una oración transformante, es decir, que si el tiempo de Cuaresma es tiempo de conversión, nuestra labor sería pedirle a Dios la gracia de ayudarnos a ir transformando aquellos aspectos de nuestra vida que necesitan cambiar, que necesitan dejar a un lado el orgullo para adquirir mayor humildad, el egoísmo para ser más generoso, o el pesimismo para una vida más positiva y alegre, etc. ¿Quién de nosotros no necesita ir cambiando actitudes que muchas veces no nos ayudan ni ayudan a los demás?

Hoy leemos en el evangelio el pasaje de la Transfiguración, donde “Jesús se transfiguró delante de sus discípulos, y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador”. ¿qué quiere decir la Transfiguración? Jesús muestra a sus discípulos su rostro más divino; el blanco deslumbrador es una forma de expresar como Jesús revela la belleza divina a la que el hombre está llamado a vivir. Es decir, Jesús nos invita a no perder el horizonte de la oración, a descubrir como la oración, no es sólo un rato de silencio o de reflexión, sino el camino por el que Dios puede ir transformándonos y revelar en nosotros aquello que más se parece al rostro de Dios.

Una chica me contaba que su jefa en el trabajo es una mujer de un carácter muy duro, y que no tiene una pizca de educación, es una mujer muy burda y muchas veces hace daño con sus gestos y palabras. Mi amiga me contaba como ha tenido que orar, y de rodillas, para pedirle a Dios le transforme la mirada y le deje ver el lado bueno de su jefa, que la pueda llegar a entender y tratar con compasión, pues posiblemente esa mujer tenga situación muy difícil que la haga tener ese carácter. En este momento yo pensé que bonito pedirle a Dios poder cambiar la mirada sobre esa persona.

Pero mi amiga no se quedó aquí, sino que derepente añade, pero no sólo le pido a Dios que me deje ver a mi jefa con amor, sino que le estoy pidiendo fuerzas para tener actos de amor con ella. Ahora cuando llego a la oficina la saludo, y junto al buenos días intento darle una sonrisa.

Hace unos años en un retiro de matrimonios, al llegar el tiempo de la confesión, se acercaban marido y mujer. Primero venía la mujer y en vez de hacer su propia confesión parecía que estaba haciendo la confesión del otro… es que mi marido es tal y cual, y es que tiene este carácter y me hace las cosas muy difícil… y luego llegaba el marido y lo mismo, me estaba confesando los defectos de la mujer. Obviamente a los dos tuve que corregirles y hacerles esta pregunta… “bueno y tú, ¿cuál es tu parte en esto? Pues sería injusto ponerle toda la culpa de todo siempre al otro”. 

La oración de Cuaresma debería ayudarnos a dejar de exigir que el otro cambie… y poner siempre la culpa fuera de nosotros, aún por mucha razón que yo tenga, y pedirle a Dios nuestra transformación. Yo soy quien tengo que cambiar

Hay un dicho que dice: "El problema no es el problema, sino mi actitud delante del problema", es decir, que puedo tener una actitud obsesiva de querer cambiar a la gente y las cosas de mi alrededor que no me gustan, esto es una fuente de frustración continua pues de mi no depende que todo el mundo cambie. O puedo pedirle a Dios la gracia de poder tener una actitud de humildad y aceptar las cosas como vienen y pedir paciencia, tolerancia, aceptación, compasión, entereza, calma, etc. Esto último sería mostrar en mi humanidad el rostro más divino, pues Dios es esto mismo: Humildad, Amor, Compasión, Paz, etc.

La Cuaresma como tiempo de conversión es un tiempo, donde por amor a los demás, dejo de exigir a los demás y hago especial hincapié en mis faltas y defectos de carácter, y le pido a Dios la gracia de transformarlas y poder vivir aquello que más pueda revelar su amor a los demás. 

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