29 mar 2009

Cuaresma, REFLEXION Evangelio Semanal

Ganar la VIDA (con mayúsculas)
por P. Luis Tamayo

Ya hemos recorrido 5 domingos de Cuaresma; hagamos un resumen. El primer domingo era la invitación a entrar en el desierto como el símbolo de la Cuaresma, como un tiempo de preparación intensa para la Semana Santa, los tres siguientes domingos hablamos de las tres prácticas cuaresmales que nos introducen en este desierto y nos ayudan a prepararnos (oración, ayuno y limosna). Hoy hablaremos de cómo todas estas prácticas nos van a conducir a un vivir nuevo con Cristo.

La Cuaresma es este tiempo de Vivir con intensidad nuestra fe. Todo lo que hemos ido hablando de la oración, el ayuno o austeridad y la limosna o caridad, es para vivirlo. El otro día me decía una persona: “Después de escuchar estas reflexiones de Cuaresma, he recibido mucha luz en el entendimiento…”; pero añadió “ahora lo que tengo que hacer es pedir la gracia para vivirlo”.

Las enseñanzas de la Iglesia son para vivirlas, son para la vida. Las enseñanzas de Jesús son una forma de vida. Jesús habla para la vida. Jesús es Maestro de vida. 

¿Pero como nos propone vivir el evangelio de hoy? (Jn 12, 20-33) El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. Vamos a ver la diferencia.

¿Qué es amarse a sí mismo y perderse? Una vida sin oración, materialista, centrada en mi mismo. Una vida sin ayuno, sin privarse nada, dándose todo tipo de caprichos. Y una vida sin limosna, sin caridad, egoísta, autosuficiente, sin servir ni ayudar a nadie… esto es la rutina, esto es el aburrimiento supremo, esto es darse vueltas a sí mismo. Esto no es nuevo, esto es lo viejo, esto es lo de siempre, y lo que ofrece el mundo es lo anticuado, lo caduco, lo rancio y al final lo que muere. Esto mata el sentido de la vida. Mirarse el ombligo no lleva a ninguna parte. Vivir así mata el espíritu.

¿Qué es aborrecerse a sí mismo y ganar la vida eterna? Una vida de oración, es una vida que está en búsqueda de Dios, que cada día se manifiesta con novedad, la oración es alimentar el espíritu con frescura, es darle sentido a la vida con una perspectiva nueva. Una vida de ayuno y de austeridad, una vida donde prima el esfuerzo, donde uno se traza metas a alcanzar, metas nuevas, una vida que no se deja llevar por lo que la moda dice, sino que sabe lo que quiere y lucha por alcanzarlo. Una vida de limosna y de caridad al prójimo es una vida de entrega y donación, donde el centro ya no es uno sino los demás, donde cada día se hace novedad pues cada día se ofrece una oportunidad en la que puedo servir a alguien. Cada día es nuevo por que surgen proyectos que me llevan de mi al hermano.  

Pero no es sólo esta la novedad de vida, sino que la novedad de la que hablamos tiene su horizonte último en la Vida Eterna, y no como algo para después de la muerte sino como el saborear y disfrutar de las primicias de la Vida Eterna aquí y ahora.

Jesús no pide hacer las cosas por hacerlas y así ser mejor. No es la oración por hacer oración, no es ayunar por ayunar… no podemos perder de vista el sentido último; la promesa de Jesús: LA VIDA ETERNA participar de las primicias de la vida eterna aquí y ahora. ¿Qué es la Vida Eterna? Conocer a Dios en la vida, no en el intelecto. 

Al final de la vida de Sta. Teresa de Liseaux, con la enfermedad ya avanzada, decía que le costaba mucho subir las escaleras, pero ella buscaba salir de su habitación para participar de la vida de comunidad. Cuenta que subía un escalón y descansaba, otro y se paraba… le suponía un gran esfuerzo. Pero era justo ahí donde se unía a Jesús, le veía en el Calvario cargando la cruz, dando un paso y otro, sin aflojar. Y en este encuentro con Jesús en lo sencillo de subir las escaleras es donde experimentaba la fuerza de Dios, la energía para seguir subiendo, el impulso para dar un paso más.

Esto es saborear la Vida Eterna, en lo sencillo de la vida. El fin último es conocerle viviendo sus palabras, viviendo lo que El mismo vivió me da un conocimiento nuevo de Jesús, pues alcanzo a identificarme con El en su vivir y en su morir. Aquí es donde radica la más absoluta novedad del mensaje de Jesús. Vivir las enseñanzas de Jesús es para encontrarnos con El en la vida. 

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