Elevados a la máxima dignidad!
(P. Luis Tamayo)
Todo aquello que aconteció durante los días que transcurren entre la resurrección del Señor y su ascensión ocurrieron para nuestro beneficio y salvación.
En aquellos días Jesús con su resurrección abolió el temor a la muerte para abrirnos a la vida eterna; con su resurrección Cristo nos otorgó no solo la inmortalidad del alma, sino también la del cuerpo. Todo aquello que aconteció entonces, el Señor lo estaba dando para nosotros.
Si entonces se acercó a los abatidos discípulos de Emaus para devolverles la esperanza y la confianza era para que hoy nosotros tuviéramos la esperanza y confianza de su presencia entre nosotros. Todo esto ocurrió por nosotros. El Señor les abrió el entendimiento de las Escrituras, para que nosotros hoy podamos comprender la Palabra de Dios. Se dio a conocer en la fracción del pan y les abrió los ojos para que nosotros hoy le podamos reconocer en el altar en su cuerpo y sangre glorificados.
Por los tanto, dice san León Magno, durante todo este tiempo que media entre la resurrección del Señor y su ascensión, El mismo se ocupó en demostrar que su resurrección era tan real como su nacimiento, pasión y muerte.
Y la ascensión, que celebramos hoy, también aconteció para nuestro beneficio. Es decir, que cuando Jesús sube al cielo es la definitiva verdad por la que entendemos que no solo su alma, sino que también su naturaleza humana asciende a la Gloria del Padre, y con él la naturaleza humana de todo hombre y mujer es elevada a la máxima dignidad.
Hoy, por la ascensión de Jesús a la Gloria del Padre, celebramos que la pequeñez y debilidad de nuestra naturaleza humana es elevada a la más grande dignidad. Nuestra humanidad o las tendencias de la carne… aquello que a veces encontramos como un obstáculo para nuestra vida cristiana, puede llegar a ser convertido en ocasión de elevarlo a la más alta dignidad del hombre. Esto es lo que celebramos hoy. La ascensión es la elevación de la dignidad humana a lo más grande según los designios de Dios.
Una mujer me contaba que se ponía muy nerviosa con su marido pues este se acaba de jubilar y esta todo el día en casa, y cuando ella era la reina de la casa ahora el no hace más que entorpecer sus labores. Ella me decía que le pegaba muchos gritos pues se irritaba cuando el quería ayudar… pero siempre la liaba. Al ver la degradación de su relación en una confesión tomo la opción de ver su buena voluntad y apreciar su colaboración… y cuando él metía la pata… se mordía la lengua, alzaba una oración a Dios, y al final le daba las gracias o le explicaba como hacerlo mejor.
Lo que al principio fue falta de entendimiento y que pudiera ser un obstáculo al final se llegó a convertir en ocasión de amor y convivencia.
Ayer en un reportaje de la televisión sobre pueblos abandonados, entrevistaron a un hombre que por opción se fue a vivir solo en un pueblo, y dijo algo que me llamó la atención: “tenemos que aprender a vivir solos y estar a gusto con uno en la soledad, pues si no es así, aunque estés rodeado de gente no estarás bien”.
Hoy celebramos que la soledad con poder de atemorizar al hombre, puede llegar a convertirse en ocasión de encuentro con uno mismo y plenitud. El sentimiento de soledad puede ser elevado a algo muy digno y una ocasión única donde descubrir la grandeza y profundidad del corazón humano.
Cualquier tentación de la carne… puede ser un camino de no quedarme atrapado en las apetencias primeras, y poder elevar mi humanidad a la más alta dignidad sin dejarme llevar por los engaños aparentes.
Jesús asciende al cielo no solo en alma, sino en cuerpo y alma para decirnos que todo aquello que en un principio pudiera parecer un obstáculo para la vida de crecimiento puede llegar a ser una gran ocasión para ser elevado a la más alta dignidad.
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