10 may 2009

IV Pascua, REFLEXION Evangelio Semanal


Yo soy la vid
(P. Luis Tamayo)

La semana pasada hablábamos de la importancia de las imágenes en la Palabra de Dios para explicar las realidades de fe. El domingo pasado Jesús escoge la imagen del Buen Pastor, esta semana escoge la imagen de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-8)

Supongo que habéis visitado alguna vez alguna plantación de uva. Ver de cerca una vid. Es una imagen muy sugestiva. Jesús caminó por los campos de Israel y allí tuvo la ocasión de ver viñedos, campos de uva. Mirando la imagen de la vid, Jesús se da cuenta que la rama o el sarmiento que permanece unido a la vid o tronco principal ese está verde y fresco y, a demás, da fruto abundante de uva, pero también se fija que hay sarmientos que son largos y que llevan el peso de la uva y se resquebrajan, se rompen, y se separan de la vid, quedando secos y su fruto muere. Esta imagen le sugiere a Jesús una lección.

Jesús dice: Yo soy la vid verdadera. Permaneced en mi y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por si mismo, sino permanece en la vid, así tampoco vosotros podéis dar frutos de vida, si no permanecéis unidos a mi. Jesús quiere que nuestras vidas den fruto abundante, pero para ello nos pide estar unidos a él. 

Le podemos preguntar a un labrador ¿qué es lo que da vida al sarmiento y hace que tenga fruto abundante? La sabia. La sabia no la vemos, pero es la que corre por el interior; pasa del tronco principal de la vid a las ramas y de esta manera estas son capaces de producir fruto abundante.
La sabia es aquello que no se ve, es la vida interior de uno. Es la Vida y el Amor del Espíritu Santo que penetra en nuestro corazón a través de nuestra unión con Cristo y va regenerando la vida, la ilusión, las ganas de vivir por dentro. Una vida unida al resucitado da como fruto una vida resucitada, es decir, una vida llena de ilusión por la vida a pesar de las dificultades, una vida con ganas de seguir luchando por la familia, una vida llena de los frutos del Espíritu Santo, que son el amor, la paz de corazón, la serenidad interior a pesar de los malos entendidos, la humildad, la alegría, la honestidad, el perdón, el reconciliación, etc. Estos son los frutos que nuestra vida puede dar abundantemente si estamos unidos a él.

Jesús vuelve a repetir más adelante: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mi y yo en él ese da fruto abundante; por que sin mi no podéis hacer nada. Al que no permanece en mi, es como es como la rama que se seca y la echan fuera.

¿Quién no tiene la experiencia de estar seco por dentro? ¿de sentir que se le van las ganas de vivir? ¿de sentir desmotivación, falta de alegría, incluso falta de esperanza… desesperación? Todos lo hemos sentido alguna vez. Estas experiencias son llamadas a reactivar nuestra unión con Jesús (¿habéis visto lo que es un injerto de una rama a un tronco?) Volver a conectar con él a través de la oración, la lectura de la Palabra, acudir a los sacramentos (la eucaristía o la reconciliación) y el esfuerzo por una vida que busca vivir las virtudes. Permitidme decir algo de las virtudes.

Cuando hablo con la gente siento que a veces para unirnos a Jesús lo reducimos sólo a la oración, pero esto no lo es todo, es decir, esta la otra dimensión de vivir y practicar, que es lo que refuerza la unión con Dios. Una persona que busca vivir una vida de virtudes es la entrada más segura a la unión permanente con Jesús. 

Me decía un joven que al escuchar la palabra “virtud” le producía alergia, pero en el fondo es por que no sabía del todo el significado. Un ejemplo: tener la costumbre de ser honesto es ser virtuoso, sin embargo tener la costumbre de decir mentiras es tener un vicio. Ser virtuoso es la practica asidua de las virtudes, como la honestidad, la sinceridad, la generosidad, el servicio, la escucha al otro, la disponibilidad, el trabajar correctamente, la justicia, el perdón, la buena voluntad, tener fe en las personas, no dar a nadie por perdido, etc.

Para acabar una pregunta: ¿qué virtudes necesito cultivar en mi vida para estar más unido a Dios?

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