Se dice que muchas cosas no han cambiado a lo largo de los siglos… Hoy el Evangelio refleja como los discípulos estaban inmersos es una actividad fuerte, esto nos habla de la sociedad de hoy día donde la gente va acelerada, corriendo casi sin tiempo. Hoy día hablas con cualquier persona y te dice: estoy agotado…
Es verdad que hay un agotamiento físico que provoca cansancio. Esto es normal después de estar horas de pie en un Centro comercial, horas delante del ordenador en la oficina, horas delante de los clientes en un banco, horas de una enfermera o doctor en un hospital o para una ama de casa son muchas las horas atendiendo la casa y a la familia. Para todos ellos es normal que se de el cansancio físico al final de una jornada, y uno necesite un buen descanso y reponer las fuerzas durmiendo las horas necesarias.
Pero hay otro tipo de cansancio, que no viene del desgaste físico. Es más un cansancio emocional, es un cansancio debido a preocupaciones, a miedos, al pesimismo que se adueña de la cabeza y lo ve todo negativo, etc. Es un cansancio que se produce en la mente y que tiene repercusiones emocionales, y hasta físicas.
El cansancio físico se puede vivir con mucho sentido, es decir, una enfermera puede estar ocho horas dedicada a la gente y llegar a casa agotada pero feliz por su trabajo; una persona dedicada a la pastoral de una parroquia puede estar varias horas dando catequesis y preparando actividades, llegar a casa cansada pero con satisfacción por su servicio a los demás. Un papá puede estar haciendo horas extras de trabajo pero con mucho sentido, pues sabe que esta sosteniendo a la familia. El cansancio físico puede llevarse muy bien.
Ahora estamos hablando de un cansancio que va por dentro y que es como un cáncer. El otro día hablaba con una señora y estas eran las expresiones que utilizaba: “esto es un horror”, “bueno eso es una desgracia”, “aquello me sienta fatal”, “lo del otro día fue terrible”… Bueno no solo el agotamiento que debe producir el vivir en este tono tan pesimista, sino el agotamiento que produce a los de su alrededor.
Si uno no se da cuenta se va envolviendo en un ambiente que todo se lo toma a personal… es que el otro me dijo que… es que aquella me ha mirado de tal modo… es que mis hijos no me hacen ni caso… es que todo el mundo está contra mí… la autocompasión, la negatividad, la falta de autoestima, etc., y todo esto lo empieza a dar vueltas a la cabeza no para, al final ni duerme, pues se pasa toda la noche dándole vueltas a la cabeza. Esto genera un agotamiento que consume todas las energías.
El Evangelio de hoy (Marcos 6,30-34) nos da la respuesta. Los discípulos estaban agotados y Jesús les dijo: -«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.» Venid y descansar conmigo, dice Jesús. Nos preocupamos de las vacaciones, de ir a la playa o a la montaña… pero la pregunta es: ¿nos preocupamos de descansar en el Señor? Uno puede estar en el mejor hotel del mundo o en la playa paradisíaca pero si el “run-run” va dentro uno no descansa.
Aprender a descansar en Dios, a poner la vida y los problemas en manos de Dios. Uno se preocupa de planear unos días de vacaciones, pero pregunto: ¿Alguien planifica unos días de retiro o de ejercicios espirituales? ¿Nos tomamos en serio el descanso del espíritu y del alma? Muchas de nuestras preocupaciones son a causa dejar que Dios lleve nuestras vidas. ¿Dios cuida de mi vida? ¿Dejo las cosas en manos de Dios? ¿Suelto las riendas para que Él conduzca mi vida?
Santa Teresa de Jesús nos enseña desde su experiencia:
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa
La paciencia todo lo alcanza
Quien a Dios tiene, nada le falta
Solo Dios basta.
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