27 jul 2009

REFLEXION Evangelio Semanal

Relato de la multiplicación de los panes
Mateo 14, 13-21; Marcos 6, 30-44; Lucas 9, 10-17; Juan 6, 1-13

multiplication des painsCuando Jesús alimenta a la multitud, no hace las cosas a medias; el relato de la multiplicación de los panes es un buen testimonio de ello. El acontecimiento relatado por los cuatro evangelios con algunas variantes, dejó una fuerte impronta en los discípulos de Jesús y en todos los que, en circunstancias semejantes, se han beneficiado del generoso maná. 

Marcos y Lucas sitúan este hecho después de que los apóstoles hayan vuelto de su primera misión en las aldeas de Galilea. Están contentos, pero rendidos. Jesús les dice entonces: " Venid aparte a un lugar solitario, para descansar un poco". Los Apóstoles, con Jesús, atraviesan el lago de Tiberiades y se dirigen a un lugar deshabitado pero no árido: hay hierba fresca, es primavera, está próxima la Pascua, dice San Juan (6, 4 y 10). Todo es presentado como para una estancia relajada.

Pero la multitud ha adivinado el punto de llegada del pequeño grupo; a pie, bordeando el lago, toma la delantera a los "veraneantes", y así es como Jesús se encuentra de nuevo ante los millares de personas " que parecían como ovejas sin pastor". Para no decepcionar a los Apóstoles, el Maestro podría haberles dicho: ¡dejadnos respirar un poco! Pero no. Su corazón habla más fuerte; "Sintió compasión de ellos, los acogió y se puso a enseñarles muchas cosas hablándoles del Reino de Dios, y curando a los que lo necesitaban " (Lucas 9, 11). ¿Que más podían pedir? La multitud estaba encantada, ¡pero tenía hambre! Jesús no lo olvida, él se preocupa tanto por los cuerpos como por las almas. Los discípulos rezongan, pues su hermosa tranquilidad prometida ha volado. Insisten: "¡Despídelos, está atardeciendo, que se vayan a las aldeas vecinas a comprar algo que comer! " La respuesta de Jesús les sorprende: "¡Dadles vosotros de comer!".


-"No tenemos más que cinco panes y dos peces… ¡A no ser que vayamos nosotros mismos a comprar alimento para toda esta gente! " (Lc 9,13).  

Se adivina el tono desconcertado, incluso molesto. San Juan especifica que esos panes y esos peces venían de la cesta de un niño; un don inesperado de parte de alguien que no contaba en la sociedad de entonces: "Sin contar mujeres y niños", dice San Mateo.

Jesús tranquiliza a sus discípulos tomando él mismo la dirección de las operaciones; por una vez él da órdenes: "Mandadles que se siente en grupos de cincuenta!". Él actúa como alguien que "sabía lo que iba a hacer", nos dice San Juan (6,6). Los discípulos obedecen. Toman los panes y los peces que Jesús les da después de haber pronunciado la bendición. Sorpresa: este alimento no se acaba a medida en que es distribuido. Sin duda también, los panes y los peces aportados por otros acaban por salir de sus bolsos o de sus morrales para ser compartidos. Resultado: todos comen hasta saciarse, y aún sobran doce cestas de restos.

En definitiva, ¿el cambio de programa improvisado por Jesús en razón de las circunstancias ha estorbado verdaderamente el descanso de los discípulos? Estos han tenido la ocasión de experimentar una nueva dimensión de la felicidad, que les marcará a todo lo largo de su anuncio del Evangelio. Compartir con miles de otros la invitación al reposo y a la comida es una manera de regenerarse, incluso si es al precio de un servicio a la multitud; esto no quita nada a la felicidad de cada uno, al contrario, es como si la alegría se multiplicara por el número de los comensales.

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