Adviento: Tiempo de colaboración con la gracia de Dios
(P. Luis J. Tamayo)
El domingo pasado ya hablábamos del tiempo de Adviento como ese tiempo de preparación para este momento tan importante de nuestra fe que es la Navidad. Si el domingo pasado hablábamos de devolverle el significado profundo a la Navidad, esta semana nos podemos centrar en el significado de la preparación.
El Evangelio de hoy (Lc 3, 1-6) nos dice en boca de Juan el Bautista: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”
Una lectura atenta al Evangelio nos muestra una serie de verbos activos. “Preparad”, “allanad”, “elevad”, “descended”, “enderezar”… para al final decir: así se verá la salvación de Dios.
Si creemos que en Dios todo es gracia, es decir, que su salvación es gratuita y no por nuestros méritos, también nosotros creemos que estamos invitados a colaborar con esa gracia, es decir, poner todo de nuestra parte para colaborar con su gracia abundante y gratuita.
Uno se puede preguntar ¿Por qué he de colaborar si ya Dios nos lo da todo? ¿De que sirve la colaboración del hombre si Dios es todo poderoso y todo lo puede? La respuesta nos la da San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.
Es decir, que para que esa gracia se haga efectiva en mi vida, para que la acción de Jesucristo se haga realidad en mí, es necesaria mi colaboración. De otra forma nos quedaríamos en un espiritualismo barato, o en un cristianismo demasiado cómodo.
La imagen que me viene sería la de un colador bajo una fuente derramando abundante agua. El agua no hace más que vertirse abundantemente y gratuitamente pero el colador no es capaz de retener nada. Esto mismo es lo que le pasa al hombre cuando no colabora con la abundante gracia recibida de parte de Dios.
Dios valora tanto a cada hombre que no le interesa tener marionetas, muñecos teledirigidos. ¿Podía Dios hacer que su gracia fuera efectiva en nosotros sin nuestra colaboración? Claro que sí. Dios podía haberlo echo. ¿Pero que hubiera conseguido? un hombre sin libertad. Al final, lo que Dios está queriendo salvaguardar es la libertad del hombre.
Esto es increíble!! Dios se toma tan en serio al hombre que le da la libertad absoluta, sin teledirigirla. Tal es la libertad que nos da que nos hace capaces de aceptarle y acoger toda su gracia para que de frutos de madurez en nuestra vida, o para todo lo contrario, la libertad absoluta para rechazarle y negarle totalmente en nuestra vida.
Esto es el escándalo del amor. Es tal el amor por el hombre que lo que busca es que le amemos en plena libertad. Si tu quieres venir a mi, es por que lo haces desde la libertad y por amor.
Humanamente a nosotros nos cuesta comprenderlo. Un ejemplo claro está en los adolescentes que cuando van haciéndese mayores y empiezan a pedir más libertad a los padres, a los padres le cuesta dársela… en el fondo quisiéramos seguir controlándoles un poco, nos da pánico que se nos escapen… cedemos por untado pero atamos la cuerda por otro lado, nos cuesta querer ver si están ya maduros para dejarles decidir por su cuenta.
En el amor humano siempre estará ese tira y afloja de soltar las riendas y de querer controlar. Este será siempre nuestro conflicto. Y muchas veces la tendencia a controlar hasta la tenemos bien justificada: no es lo suficientemente maduro, etc.
El otro día hablaba con una madre que me decía que su hijo está para lizado, desmotivado, que no tiene iniciativas… después de escucharla un par de horas en que ponía todo el problema en él, derepente escucho que había pedido poner un negocio de vender sándwiches en la calle… y la madre le contestó que eso no era apropiado para un chico de buena educación. Que iba a malgastar el dinero, que eso no iba a funcionar… Al final le dije… en el fondo no es que esté paralizado, sino es que tu le estas controlando todas sus decisiones. Tiene 20 años no quiere estudiar y quiere un negocio de sándwiches… pues déjale… y si ha de fracasar, dale el derecho a experimentar lo amargo del fracaso, eso le ayudará a madurar y a crecer.
Esto es como entendemos muchas veces lo que es el amor, por eso nos cuesta tanto entender lo que es la libertad. En el fondo nos gustaría que Dios nos teledirigiera un poco y no nos diese tanta libertad… pues la libertad tiene un coste:
El coste de tomar decisiones, muchas veces a tientas, y sin saber que es lo mejor.
-El coste de la posibilidad del fracaso, y saborear la amargura del fracaso.
-El coste de hacerme responsable de mis propias decisiones.
-El coste de madurar a base de caer y levantarse
-El coste de sentir el miedo a la frustración… y si lo que decido no me lleva a lo que quiero.
Pero la libertad también tiene el sabor autentico de aprender a vivir. Como decía el evangelio: “Preparad”, “allanad”, “elevad”, “descended”, “enderezar”… trabajad para que al final puedas decir “así he visto la salvación de Dios:
-Tomar decisiones, es implicarse con mi vida
-Fracasar pueden ser grandes lecciones en la vida que no aprendo en los libros.
-La responsabilidad da la alegría de tomarme en serio mi propia vida
-Las caídas antes de paralizarnos pueden ser un reto para la vida.
-La libertad es una puerta a la oración, para pedirle a Dios que sea mi guía constante.
Esta es la salvación hacer de mi vida una aventura fascinante… lo contrario sería quedarme sumido en el pesimismo de la autocompasión: la vida es demasiado difícil… mejor evadirme.
María dijo “hágase en mi según tu Palabra”, no una vez, sino que lo tuvo que decir a cada momento… En cada momento que asumo mi vida dentro del plan de Dios, es Adviento, puesto que me uno a María en hacer que su Palabra nazca en mi.
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