Deja a Dios gozarse en ti
(P. Luis J. Tamayo)
Este domingo se llama el domingo del “gaudete”, es decir, de la alegría.
Además de los temas que ya vimos las dos primeros domingos de Adviento: 1º prepararnos para devolverle el verdadero contenido a la Navidad – la persona del niño Jesús – y 2º prepararnos mediante la colaboración con la gracia de Dios – a imitación de la Virgen -. Este tercer domingo de Adviento la liturgia nos invita a la alegría, pero no a una alegría superficial… sino a la alegría profunda de lo que significa que Dios sigue naciendo hoy.
La primera lectura del profeta Sofonías (3, 14-18) “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén.” (La hija de Sión, Israel y Jerusalén son la misma prefiguración de la Iglesia de hoy). San Pablo también lo dice (Filipenses 4, 4-7) “Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres.” Y el Salmo 12 nos da la razón de porque estar profundamente alegres: “El Señor es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. El Señor hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: ‘Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel’.”
La invitación es hacer la experiencia de que Dios es mi Salvador. Ayer hablaba con una persona y hablábamos precisamente de esto, de reaviviar la conciencia de cómo Dios es salvador. Me decía: “que importante es estar limpio de conciencia delante del Señor, que la deshonestidad en todos los ámbitos de la vida no me delate, sino que me pueda presentar delante de mi conciencia y delante de Dios limpio... – y subrayaba con un suspiro – esto da mucha paz!” Yo le afirmé y le dije que solo así uno toca el agradecimiento profundo, el agradecimiento que brota del corazón.
Adviento es ese tiempo de preparación, tiempo de pararse y ver la acción de Dios en mi vida, en mi historia. Coger un cuaderno y pararse a escribir la acción de Dios en mi vida: Aquel momento que no tenía fuerzas, y al final brotó la iniciativa y salí de ello. Aquella situación donde no había esperanza y ni solución, y luego las cosas se arreglaron. Aquella enfermedad de la cual me reestablecí y la fortaleza me vino como un milagro. Aquel detalle de esa persona que no esperaba. El empezar con poco y ahora darme cuenta que Dios es providente y mi confianza en El ha crecido. Mirar a mis hijos y ver en ellos un regalo de Dios, ver la generosidad de Dios en confiármelos.
Son grandes dones (no materiales) los que recibimos: La fortaleza, la esperanza, la lucidez para tomar una decisión, la salud, la confianza en Dios, la generosidad de Dios, etc. Cuando uno se para y ve todos estos dones y lo que Dios ha hecho en mi vida… ¿Cómo no ha de brotar el júbilo, la alegría y el gozo? ¿Cómo no afirmarse en la verdad de que Dios sigue naciendo en mi vida? ¿Cómo no reafirmar mi fe y mi gratitud a Dios? No estar alegres sería signo de ingratitud hacia Dios.
Lo que dice el Salmo: El Señor hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: ‘Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel’.”
Estos días, frente a estas lecturas yo me paraba para descubrir sus proezas en mi vida… y tengo que decir que me alegra gritar y anunciar ¡Que grande es Dios en mi vida! y lo digo de corazón… de verdad… Y estos días le decía a Dios: ¿cómo agradecértelo? Y cuando preguntas El no tarda en darte la respuesta…
El jueves me pasó una cosa muy simpática. Estamos organizando el concierto de villancicos clásicos de Navidad (sábado 19 de dic. después de la misa de 8pm). Don Luis me dice, hemos hecho estos carteles, a ver si los colgamos por el barrio. Para mi esta fue la respuesta… Era como Jesús diciendo, aprovecha esta ocasión para hacer que mucha gente joven del barrio que no viene a la Iglesia se acerque, los villancicos son una ocasión preciosa para evangelizar…
Y así lo hice. El viernes por la mañana con los 17 pósters… me metí a pedir permiso en el supermercado, en “los chinos”, en el bar de cañas, en el salón de belleza, en la farmacia, en la panadería, en el dentista… cada póster que colocaba me llenaba de alegría. Era el Señor gozándose en mí… no lo puedo describir de otra forma.
El verdadero gozo del Señor viene de la alegría de anunciarle, de prepararle los caminos, de acercarle a la gente. Es el dar, el servir, el querer llevar a Jesús a los demás lo que más alegría da… pues Dios te fortalece para su misión.
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