Recuerda que eres polvo en las manos de Dios
P. Luis José Tamayo
El miércoles de ceniza da comienzo el tiempo litúrgico de la Cuaresma. El miércoles de ceniza da comienzo a un tiempo especial, es un tiempo de conversión. Pero a veces el recuerdo que uno tiene de la Cuaresma, muchas veces, ha venido marcado por experiencias del pasado con un tono gris (como el de la ceniza)… en todos los canales de televisión ponían películas de Moisés, Ben Hur, la Pasión de Cristo, etc. Recuerdo escuchar que había gente que dejaba de fumar estos 40 días… era tiempo de conversión, de penitencia, de ayuno. No se si te ha pasado pero, a veces, uno se sentía culpable por haber comido carne o un helado de chocolate en viernes de ayuno. Con esto no digo que no haya que hacer ayunos o que éste no sea un tiempo donde haya que buscar cierto recogimiento, un tiempo especial de preparación para la Semana Santa. Pero lo que quiero desmontar es esa sensación de olor a incienso, cenizas y sacrificios mal entendidos para redescubrir la belleza de este tiempo.
En la celebración litúrgica de hoy, cuando nos imponen las cenizas en la frente escuchamos del sacerdote: “conviértete y cree en el Evangelio”, pero hay otra que para mí recoge más el sentido de este tiempo: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”. Sinceramente a mi me gusta ponerlo en su verdadero contexto: “Recuerda que eres polvo en las manos de Dios”.
Recuerda que eres criatura, que esta es tu verdad más profunda. Es una invitación a volver a la verdad de mi mismo. Soy criatura, por ello, limitado y finito, con tendencia a cometer errores, fallos, a tener limitaciones. No soy perfecto y con ello no se acaba el mundo. Esto nos libera de tanta exigencia que vivimos por dentro y que proyectamos hacia los demás. La falta de aceptación propia de mis limitaciones me lleva a una exigencia demoledora hacia los demás. El punto de partida de una psicología sana es saberme humano, y que el hombre es propenso a cometer errores. Esto es ser polvo.
Esto es “Recordar que eres polvo”, pero hay una segunda parte, ese “en las manos de Dios”. Eres polvo muy amado de Dios, y como hijo muy amado, no te deja en las cenizas, sino que te levanta y te devuelve la dignidad para seguir caminando. Al hijo pródigo no le dejó en su culpa, sino que le regaló el abrazo de amor, la túnica, las sandalias y el anillo. Lo único que le da dignidad a mis cenizas es el Amor de Dios que me levanta y me da una segunda oportunidad.
Uno se puede preguntar: ¿Es verdad que el amor de Dios levanta? La gracia de Dios es suficientemente poderosa como para levantar a cualquier persona de las cenizas. Sino mira las grandes conversiones de la historia como la de Agustín, o Ignacio de Loyola, o la misma María Magdalena o Pablo de Tarso.
Uno puede decir, yo no necesito de la confesión, yo me las apaño a solas con Dios. Esto es ignorancia supina. Es verdad que todos hemos tenido malas experiencias con sacerdotes que, en vez de aplicar palabras de consuelo y misericordia, te echan la “bronca”. Pero también es verdad que el no acudir al sacramento de la Reconciliación me estoy privando de la gracia especial que me otorga el mismo Espíritu Santo a través de la imposición de la manos del sacerdote. Uno no se confiesa sólo para decir los pecados, o para desahogarse un poco, sino que uno pide humildemente la gracia de Dios que le restaure y fortalezca por dentro. Esto es levantar de las cenizas, esto es recuperar la dignidad.
2 comentarios:
Gracias por este hermoso mensaje muy rico y lleno de reflexión en nuestra vida de cristianos. Tomando un poco de tus palabras Verdaderamente veo que "Dios nos regala a todos el abrazo de amor, la túnica, las sandalias y el anillo" y es así como va dignificando nuestras cenizas, acogiendo con misericordia a todos los que nos alejamos de El, sin pedir cuentas de nada, solo acorgiendonos con amor, sabiendo El, que somos polvo en sus manos.
Muchas gracias!!!
Hermosa reflexion!!
Un abrazo desde Mexico,
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