7 mar 2010

Cuaresma III, REFLEXION Evangelio Semanal

A Dios rogando y con el mazo dando

P. Luis J. Tamayo

Entramos en el tercer domingo de Cuaresma. Recordamos que estamos haciendo un itinerario de 5 homilías unidas por un hilo temático: “Cuaresma como tiempo de crecimiento de nuestra vida cristiana”.

En el Evangelio del 2º domingo (la transfiguración en el monte Tabor) vimos que el culmen de nuestra vocación cristiana es la transformación en Cristo, es crecer y madurar humanamente hasta la altura y la medida del amor de Cristo. El 1º domingo fueron las tentaciones como esas dificultades que nos saldrán siempre a lo largo del camino para obstaculizar o fortalecernos (trampa o trampolín) más en el crecimiento y la madurez.

Ahora nos quedan tres domingos más. En estos tres domingos veremos tres ejercicios que nos propone la Iglesia como colaboración nuestra a la obra de Dios de llegar a esta madurez: el ejercicio de la oración, el de la abstinencia y el de la limosna o caridad. ¿Cómo entender estos tres ejercicios?

Hace días hablaba con un corredor de atletismo en los 40 (de mi quinta!), y me decía que en los maratones siempre hacía una buena marca de tiempo, siempre más o menos lo mismo, no variaba mucho y esto le hacía estar muy contento pues sentía que los años pasaban pero seguía estando en forma. Así llevaba varios años y nunca se había planteado que podía aspirar a más. Un día conoció a un entrenador que al verle le dijo: “tú aún puedes hacer mejor marca, tú aún tienes una capacidad mayor”. Mi amigo tenía el potencial pero tenía que desarrollarlo. Sólo fue alguien desde fuera que supo mirarle no desde lo que hacía sino desde su potencial. “Tu aún puedes mucho más”, le decía constantemente, “pero para alcanzarlo tienes que estar dispuesto a hacer una serie de ejercicios que yo te indique”.  Efectivamente, mi amigo que nunca se había planteado que podía mejorar su marca,  practicando los ejercicios que le indicó el entrenador, mejoró notablemente.

Los ejercicios de la oración, abstinencia y limosna sólo se entienden si uno está dispuesto a crecer y a madurar en su vida. Si estás dispuesto a llegar a la máxima altura de tu dignidad como persona, si estas dispuesto a crecer según la medida de Cristo, entonces la práctica de estos ejercicios es lo único que  te llevarán a la madurez.

La oración de Cuaresma es el tema de hoy:

Lc 13, 1-9: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".»

La higuera es como el ejemplo de mi amigo el corredor… año tras año lo mismo, y sin esperar mejorar, pero en el Evangelio peor, pues la higuera no da fruto alguno.

Al leer este Evangelio me preguntaba, no es que la oración no funcione, sino cuantas veces uno se adentra en la oración sin esperanza alguna o sin el compromiso de involucrarse en colaborar con Dios, sólo esperando el milagro pero yo sin poner nada de mi parte –a Dios rogando y con el mazo dando–.

Se acercaron marido y mujer a confesar. Primero vino la mujer y en vez de hacer su propia confesión parecía que estaba haciendo la confesión del otro… es que mi marido es tal y cual, y es que tiene este carácter y me hace las cosas muy difícil… más tarde llegó el marido y lo mismo, me estaba confesando los defectos de la mujer.  La cuaresma es tiempo de madurez, de crecimiento… si no hago más que poner las culpas fuera, es como decirle al entrenador: es que el otro lo hace peor, es que el otro hace trampas, es que el otro entrena mucho, etc.  Pero el entrenador te dirá: “a mi que me importa el otro. Tú, ¿estas dispuesto a ver en ti que es lo que no funciona bien? ¿quieres crecer?

El punto de partida es que la vida de todo hombre no está hecha, sino que está en una continua necesidad de hacerse. Lo grandes pensadores de la historia lo decían: No crecer, no aprender nada nuevo, no desear mejorar en algo es morir en vida. Buscar alcanzar la madurez del amor de Cristo para mi vida significa estar en una constante tensión de crecimiento. Para ello o me ejército en la oración o es imposible crecer, la potencia del amor de Cristo está en mi corazón, pero me pide poner de mi parte. La oración es la fuente de la gracia, es la fuente de la fuerza para levantarse cuando uno no puede, es el animo constante a no tirar la toalla, es el entusiasmo para llegar donde uno ni se imaginaba. Pero si uno no lleva el vaso para ser llenado, el agua corre y se pierde.

La oración para esta Cuaresma debería llevarme a ese encuentro cara a cara con Cristo como el entrenador que ve en ti el potencial y te dice: “tú aún puedes amar mucho más, tú aún tienes una capacidad mayor para crecer”. La oración es ponerte delante de Aquel que te conoce profundamente y mira el corazón y no las apariencias, y mira el potencial que tienes y anima constantemente a lo que de verdad puedes llegar a hacer.

¿Quién de nosotros puede decir que ya ha llegado al amor perfecto? ¿quién no necesita aprender de nuevo a perdonar? ¿quién no puede ser aún más generoso? O ¿acaso no sientes el conflicto dentro entre el deseo de hacer el bien y el egoísmo para no mover un dedo? Este es el camino de la conversión de Cuaresma: Dios te mira y te dice “¡Aún puedes crecer más!”. Por ejemplo, en humildad, pureza de corazón, fidelidad a tu esposo/a, paciencia, detalles de cariño, compromiso con tu parroquia, etc.

Uno puede argüir como en el Evangelio "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Ya ves tanto tiempo intentándolo y esto no funciona, no espero nada, tiro la toalla…

Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto".» Esta es la mirada de Cristo… espera, no tires la toalla tan fácilmente, yo te ayudaré… tu pon de tu parte, y yo hago el resto… pero recuerda que para recoger la cosecha has de dejar pasar tiempo.  La oración pide de nuestra colaboración, ya lo expresa el dicho: “A Dios rogando y con el mazo dando.”

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