1 may 2010

Pascua V - Templanza


Templanza: Dominio de la voluntad

Luis J. Tamayo

Llegamos al 5º domingo de Pascua. Como venimos diciendo la Iglesia nos regala 50 días de Pascua para asimilar la grandeza de la resurrección de Cristo. Todas estas semanas de Pascua son tiempo de asimilación. Recordamos que a los discípulos les costó entender que significó que Cristo había resucitado, por eso Cristo se apareció sucesivamente durante 50 días para confirmarles que estaba vivo y que a partir de este momento habían de acostumbrarse a relacionarse con él desde la fe.

La pregunta es la misma: ¿Qué implica la resurrección en mi? y para responder seguimos profundizando en las virtudes como el camino de asimilar la resurrección de Cristo en mi propia vida, es decir, las virtudes como ese regalo de Cristo resucitado que nos capacita desde dentro a vivir de una forma nueva.

El cristianismo no es una carga, no es una moral pesada, no son puños para alcanzar algo inalcanzable. El cristianismo es un camino nuevo de vida que promete una alegría distinta en la medida que uno se deje llevar por la fuerza interior de Cristo resucitado en tu corazón. Es la alegría de un amor nuevo que desde dentro impulsa e irrumpe con fuerza, es el espíritu del resucitado en el interior de cada hombre, es Jesús queriendo irrumpir desde el corazón de cada hombre y plasmar caminos nuevos.  Lo que Él así vivió, Él así lo quiere repetir hoy en tu vida.

La pregunta es: ¿Qué espacio le dejas a Jesús para que irrumpa desde tu interior?

Las virtudes – como un camino de vida nuevo – implican esa colaboración del hombre con el resucitado. Recordemos lo que dice el Catecismo: las virtudes son adquiridas mediante el esfuerzo y la perseverancia, pero sostenidas y elevadas por la gracia divina. Si yo pongo de mi parte, Dios hace el resto.

Hoy hablamos de la Templanza, como aquella virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio de los bienes. La templanza asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y apetitos sensibles y mantiene los deseos sin dejarse arrastrar por las pasiones (Catecismo nº 1809).

El Evangelio de hoy es impresionante para entender la templanza, mira a Jesús: Juan (13,31-33a.34-35): Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. (…) Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros."

Judas lleva en su corazón la traición. Jesús lo sabe, se huele lo que ha de venir… desde la templanza no se deja llevar por sus instintos ¿cuáles? miedo a huir y salir corriendo, pavor por lo que le espera, deseo de una vida más cómoda, no complicarse la vida, no llegar hasta el final con el Proyecto del Padre y tirar la toalla, ¿por qué no un camino más fácil?

¿Acaso no experimentamos que en medio de la dificultad una busca caminos más fáciles? ¿No es verdad que en medio del conflicto, problema o peligro uno desarrolla la creatividad al máximo para encontrar el atajo a algo más cómodo?

Pero Jesús no sale corriendo sino que se opta por el amor, y amar es el compromiso. Uno puede preguntarse: ¿acaso Jesús no sufrió la traición de Judas? ¿acaso no pudo pensar en levantarse y salir detrás de Judas, cogerle del cuello y gritarle “traidor?... la templanza asegura el dominio de la ira. ¿cuántas veces nos escudamos con la escusa: es que soy así y así me tenéis que aguantar… pero es porque uno no se esfuerza en el dominio de sí sostenido por la gracia divina de la templanza. Son las dos cosas, hay que poner de mi parte y hay que pedir la gracia.

Cuantas veces delante de la debilidad humana uno se justifica diciendo que no puede, que las tentaciones son superiores a uno mismo. Primero, la Palabra de Dios dice: Dios no tienta más allá de las fuerzas de uno… es decir que si viene la prueba, con ella viene la fuerza para vencerla. Segundo, es muy fácil decir que el león me ha dado un zarpazo cuando uno se ha metido en la jaula… pues no te metas! Padre, la carne me tira, me gustan mucho las mujeres… y no me puedo controlar… Y ¿qué te crees… que a mi no me gustan?... la falta no está en la caída… sino en la falta de previsión. La falta de sano juicio está en meterse a jugar con la tentación. Sal corriendo!!

La templanza asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos… y si la voluntad es floja en la tentación, asegura el dominio para salir corriendo…  padre, es que cada vez que paso por delante de la pastelería no me puedo frenar y siempre acabo devorando pasteles… ¿cuál sería el sano juicio? Cruzar a la acera de enfrente, y no pasar por delante. Si se que no tengo fuerza y siempre caigo en lo mismo, no te acerques. Hay un dicho que dice: “Quien juega con fuego se quema”.

Por eso Jesús dice: amaos unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. Mira a Jesús como opta por el amor limpio, honesto, sincero, sin rencor, sin preferencias, sin doblez. Ama a amigos y enemigos, ama aún en la traición, ama con verdadero amor. Esto sólo sale cuando uno se lo propone y de rodillas pide la gracia a Dios. Cuando uno reconoce delante de Dios que arrastrado por las pasiones no se acercaría a esa persona – por que provoca rechazo o repele – pero pide a Dios en la oración vencer su instinto de venganza, odio. O también reconocer que si hay una atracción desordenada e interesada, pedirle a Dios un amor ordenado, honesto y limpio.

La virtud es contraria al egocentrismo. La virtud eleva a la persona, la vivencia de las virtudes nos libera de tanto egoísmo y nos da un equilibro y paz interior que sólo tiene su fuente en Dios.

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