15 may 2010

La Ascensión, REFLEXION Evangelio Semanal


¡Sacúdete y sube!

(P. Luis J. Tamayo)

Después de aparecerse a los discípulos durante 50 días, el tiempo de Pascua culmina con la fiesta de la Ascensión y el domingo siguiente con la celebración de Pentecostés.

El evangelio de Lucas 24, 46-53 nos explica lo que aconteció en la Ascensión de Jesús al cielo: Mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.”

Uno puede entender la Ascensión como esa huída del mundo, de los problemas… ahora el Señor se fue al cielo y aquí nos dejó con los problemas. Esta tipo de ascensión la desearíamos muchos de nosotros… Cuantas veces uno sueña despierto, como fantaseando y soñando un mundo ideal. ¿Quién no ha escuchado: “Estas en las nubes” o “estas en babia”? Es decir, entrar en ese estado de trance de querer huir de la realidad y soñar con un mundo mejor… el otro lado de la moneda es vivir en el mundo de la queja y estar anhelando lo del vecino. En el fondo es esa mentalidad que piensa que todo lo que le toca vivir aquí es un obstáculo para la felicidad, y al final siempre está anhelando vivir otra cosa. Quien es rubio quiere ser moreno, quien es bajo quiere ser alto, quien es relleno quiere ser flaco, quien es flaco quiere ser más grande… al final uno nunca está contento con lo que tiene y siempre es una huída de sí, soñando que otra cosa distinta será siempre mejor. ¿Alguien se identifica con esto? Pues lo que dicen en el cine: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

La fiesta de la Ascensión tiene otro significado… y nos puede iluminar mucho a nuestro día a día. Jesús asciende al cielo en cuerpo y alma gloriosos, y Él nos abre el camino al cielo… y nos invita a no quedarse atrapado en los pesimismos del día a día, ni en la pesadez de los problemas. Lo que uno vive, por miserable que sea, sólo por gracia de Dios – y si uno lo pide – puede transformar aquello que es obstáculo en bendición, aquello que es trampa en trampolín, y no dejarse aplastar sino que elevarse por encima de los problemas… No huir de ellos, no negarlos, no reprimirlos, sino que quedando afectado… pues nos afectan las cosas, tener la capacidad de sobreponerse y desde la fuerza interior poder ponerse por encima. Os cuento un cuento que nos ayudará a entenderlo:

Un campesino tenia una mula. En un lamentable descuido, la mula cayó en un pozo que había en la finca. El campesino oyó los bramidos del animal, y corrió para ver lo que ocurría. Le dio pena ver a su fiel servidora en esa condición, pero después de analizar cuidadosamente la situación, creyó que no había modo de salvar al pobre animal, y que más valía sepultarla en el mismo pozo. El campesino llamó a sus vecinos y les contó lo que estaba ocurriendo y les pidió para que le ayudaran a enterrar la mula en el pozo y así no continuara sufriendo.

Cogieron las palas y cubos y empezaron a arrojar tierra encima de la mula. Al principio, la mula se puso histérica.
Pero a medida que el campesino y sus vecinos continuaban tirando tierra sobre sus lomos, una idea vino a su mente. A la mula se le ocurrió que cada vez que una pala de tierra cayera sobre sus lomos.
¡ELLA DEBIA SACUDIRSE Y SUBIR SOBRE LA TIERRA! SACUDETE Y SUBE. sacúdete y sube. sacúdete y sube!! Repetía la mula para alentarse a sí misma.

No importaba cuan dolorosos fueran los golpes de la tierra y las piedras sobre su lomo, o lo tormentoso de la situación, la mula luchó contra el pánico, y continuó SACUDIÉNDOSE Y SUBIENDO. A sus pies se fue elevando el nivel de onde se apoyaba. Llegó el momento en que la mula cansada y abatida pudo salir de un brinco de las paredes de aquel pozo. La tierra que parecía que la enterraría, se convirtió en su bendición, todo por la manera en la que ella enfrentó la adversidad…

La Ascensión es el camino al que nos invita el Señor a ponerse por encima de los problemas que nos abaten, sostenidos por su gracia, y en vez de dejar que nos hundan, los podamos transformar en bendición. Así es como acaba el Evangelio: estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

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