El perdón, fruto del amor.
Creo que es la frase que mejor puede resumir las lecturas de hoy. La repito, el perdón, fruto del amor.
En la primera lectura Dios perdona a David por el amor que le tiene. David ha cometido un gran pecado: matar a espada a Urías y quedarse con su mujer. David reconoce su pecado y Dios le perdona. Pero le perdona por el amor que le tiene. Fruto de ese amor que profesa a David, le ha dado cantidad de cosas, como nos dice la lectura, y aún le dará más: una descendencia de la que nacerá el Mesías.
En la segunda lectura se nos dice que nuestra justificación, es decir nuestro ser justos ante Dios no es gracias a la ley, sino a la fe en Jesús. El perdón de Dios hacia nosotros no es fruto de la ley, el perdón de Dios es fruto del amor. Si el perdón dependiera de la ley sería horrible, pues estaríamos bajo el poder de la ley, y la ley, depende de quien la interprete, puede ser dura e implacable, más aún cuando se interpreta al pie de la letra. Jesús dice en el evangelio: “el sábado se ha hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. Para Dios el hombre está y estará siempre por encima de la ley, sobre todo de toda ley que oprima a la persona.
Y en el evangelio vemos con mayor claridad que el perdón es fruto del amor. “Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”. Esta frase puede extrañar hoy a muchas personas al igual que a los hombres del tiempo de Jesús. La manera de actuar de Dios con respecto al perdón, entre otras cosas, no es nuestra manera de actuar. Dios perdona siempre y nos dice que hay que perdonar hasta setenta veces siete. No creo que sea bueno adoptar una actitud moralista ante esta frase de Jesús. Quien lo haga demuestra no entender el obrar de Dios y de Jesús, que va más en la línea de salvar y perdonar que de condenar, de amar por encima de todo.
Vayamos al terreno humano y seamos realistas: nos cuesta perdonar porque no amamos. Y si no, pensemos en alguien concreto a quien no hemos perdonado, sobre todo si es una persona cercana a nosotros…¿por qué? porque no le amamos. No perdonamos porque emitimos un juicio fruto del odio, del rencor, de la ira, o incluso del dolor y lo peor de todo es que nos creemos con todo el derecho a juzgar y más aún a condenar. Estamos lejos de aceptar que el perdón es fruto del amor.
Hoy en las lecturas tenemos tres ejemplos que nos pueden ayudar a ejercer el perdón hacia los demás fruto del amor que les podamos tener. Para ejercer el perdón hay que ser misericordiosos, es decir, tener un corazón semejante al de Dios, que es lo mismo que decir, un corazón lleno de amor por sus criaturas. Para ejercer el perdón hay que
poner a la persona por encima de la ley. Sólo así podremos comprender que el perdón es fruto no de la ley sino del amor. Para ejercer el perdón tendremos que aceptar que no somos jueces, sino que el juicio se lo dejemos a Dios que, por encima de todo, perdona.
Termino recordando las palabras de Jesús: “sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”.
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