Volver a lo fundamental: “Es el Mesías”
(P. Luis J. Tamayo)
Imagino que vosotros también habréis recibido esos correos electrónicos en el que se pide que respondas a 25 preguntas sobre la persona del que te lo envía, para luego devolvérselo… con la cosa de que luego dice la carta que si lo haces te sorprenderán las respuestas. En el fondo, alguna vez en la vida, a quien no le interesa saber lo que otros piensan de él, ¿verdad?
Jesús, sin utilizar el correo electrónico, levanta la pregunta fundamental: «¿Quién dice la gente que soy yo?»; ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que un antiguo profeta».
Pero es más, no sólo le interesa saber que dice la gente en general, sino que dicen los suyos, sus íntimos, sus amigos… vuelve a hacer la pregunta por segunda vez: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro tomó la palabra y dijo:
«El Mesías de Dios».
El le llamó el Mesías pues el entendía que Mesías significaba Salvador. Pedro no lo dijo por que sí… Pedro lo dijo fruto de una experiencia, fruto de una experiencia profunda de haberse visto profundamente amado y por ello rescatado de su miseria. Jesús lo había salvado. Jesús había creído en él profundamente, Jesús había restaurado su corazón roto, Jesús lo había mirado con amor y esa mirada había calado hondo. “Pedro no me avergüenzo de llamarte a mi Iglesia”.
Si un médico por no definirse o implicarse del todo en su trabajo deja morir a alguien, el médico es expulsado del Hospital. Sin embargo, Pedro, a pesar de haber negado a Jesús y así dejarle morir… sin embargo Jesús, le confirmó en su llamada para ser cabeza de la Iglesia. Tu crees que esa segunda oportunidad no la experimentó como una experiencia de muchísimo amor y confianza? Así Jesús le pudo decir: Tu eres el Mesías.
Y tú, ¿cómo responderías a la pregunta?, ¿quién dices que es Jesús?; ¿qué experiencia tienes de Jesús que te ayudaría a definirlo?
El miércoles defiendo la Tesis, después de los exámenes, el catarro fuerte de estos días, los antibióticos, etc. Esta mañana en mi oración sentía el cansancio, y miraba a Jesús y la Virgen: entendía de ellos: “Nosotros creemos en ti, venga lo vas a conseguir, lo vas a hacer muy bien; Ánimo! Adelante. No tires la toalla!”.
Cuando escuchas en tu corazón estas palabras del Señor, sientes que las fuerzas se te restauran , vuelves a experimentar una gran confianza… Jesús es mi fuerza, es la roca donde me apoyo. Lo diré con las palabras del Salmo 18,2: SEÑOR, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fuerte mío, en él confiaré; escudo mío, y el poder de mi salvación, mi refugio.
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