En España estamos en pleno verano, el mes de agosto es cogido por muchos como el mes de vacaciones. Yo, sin embargo, para poder distribuirnos el tiempo de descanso con los otros sacerdotes de la parroquia cogí los días de descanso durante el mes de julio. Este mes de agosto vuelvo de nuevo a estar al frente de la parroquia, aunque quedemos pocos en el barrio.
Me gustaría hacer una lectura del Evangelio de hoy a la luz del tiempo de verano y las vacaciones que muchos se cogen en este tiempo. La pregunta que planteo es: ¿Cómo sacar buen provecho, como cristiano, de un tiempo de descanso? ¿Cómo vivir las vacaciones y el descanso como cristianos?
Estos días de descanso, hacia la reflexión de cómo sacarle mejor provecho al descanso para que de sus frutos en mi. Lo primero que se nos ocurre es lo mismo que hoy se dice en el Evangelio: “túmbate, come bebe y date buena vida” (Lc 12, 13-21). Es verdad que el tiempo de descanso es necesario, desconectar mentalmente de las obligaciones profesionales, de las preocupaciones del oficio; cambiar de aires, visitar otra ciudad. También es necesario el descanso físico, dormir bien, hacer algo de deporte, pasear o simplemente aprovechar a sentarse en la sombra con un buen par de libros… todo esto uno lo puede llamar el darse “buena vida”.
Pero yo quiero plantear una dimensión más profunda del descanso… el verdadero descanso se da no sólo en lo físico o mental, sino en el corazón, en la dimensión espiritual. Y si para lo primero se pide que uno cese toda actividad para el descanso, sin embargo para el descanso del espíritu uno necesita ponerse en acción.
Benedicto XVI decía en estas fechas, que precisamente las vacaciones pueden ser un tiempo maravilloso para activar la vida espiritual de una forma más consciente, puesto que durante el año nos encontramos mucho más atareados. Las vacaciones no son para desconectar de Dios… como si le digésemos: “me voy de vacaciones y nos vemos en septiembre…” Las vacaciones son un tiempo favorable el desacelere.
Para alcanzar un verdadero descanso, en toda su profundidad, es necesario el descanso físico y mental, pero sin embargo es necesario el “ejercicio” en la vida del espíritu… se hace necesario el ejercicio de la oración, de la lectura, de la reflexión, de participar de los sacramentos… incluso la eucaristía diaria.
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