22 ago 2010

REFLEXION Evangelio Semanal

"Al pan, pan y al vino, vino"
(P. Luis J. Tamayo)

Lo que más me gusta de Jesús es que es franco. El dice las cosas tal como son, no se anda con rodeos. “Al pan, pan y al vino, vino”, decimos en castellano. El Evangelio de hoy es de los más duros. La cuestión de hoy es sobre la salvación, tema que a penas le prestamos atención, y que muchas veces no se habla en la Iglesia. 
La pregunta sobre la salvación que le hacen a Jesús en este evangelio del Domingo (Lucas 13, 22-30) es una pregunta que, como decía, hoy día ha caído en desuso, es más, ha perdido todo sentido entre muchos cristianos. Siendo sinceros, muchos de nosotros nos preocupamos más por nuestro bienestar aquí durante nuestros días en la tierra que por nuestro bienestar allá en el cielo o vida eterna. Así nos lo venden en la TV… compre de todo esto para una vida cómoda… que si un colchón latex, que si estos zapatos con burbujas… cosas que son necesarias, pero nadie nos dice como prepararnos para la vida eterna.
Entre las preguntas que me hacen, pocas veces escucho la preocupación por la salvación, es decir por alcanzar la vida eterna. No hay ánimo de meter miedo, sino simplemente de no eludir una enseñanza vital del Evangelio. La verdad es que mucha gente prefiere evitar esa cuestión y el tema de la salvación lo da por supuesto… dicen: “Bueno si Dios es amor, al final a todos nos salvaremos”… mi consejo es que no lo demos por supuesto…
Si, es verdad que Dios es amor, pero no podemos olvidarnos de que en el verdadero amor, Dios, también, es justo. No es una justicia de carácter legal, como la entendemos en la sociedad, sino es una justicia de carácter personal, es decir, la autenticidad dentro de la relación entre dos partes, entre yo y Dios. ¿Que significa que Dios es justo? significa que su relación con el hombre es fiel, autentica, verdadera y regida por un amor incondicional. Desde este presupuesto se espera que la respuesta del hombre a Dios sea justa ante él, es decir, sea en fidelidad, autentica, verdadera y en amor (se dice que “amor con amor se paga”).
Para entenderlo, por ejemplo, en una competición se dan previamente las reglas del juego, y al final, se hace justicia en razón a las reglas. Si uno se salta las reglas queda descalificado… no vale decir: “Ah! Es que no lo sabía”… (pero hombre! si te dieron las reglas previamente).
Dios, en su amor incondicional, nos da las reglas de cómo prepararnos para la vida eterna. Dios nos diría: “Lo único que te pido es Amor a mi sobre todo y amor al prójimo; éstas son las únicas cuentas que te pediré al final… pero como se de tu debilidad, no me desentiendo de ti dejándote solo, sino que conociendo tu debilidad te he enviado a mi Hijo para que te enseñe el camino, te ha dado el don del Espíritu Santo para que te guíe en momentos de dificultad, te he dejado a la Virgen María para que encuentres consuelo en las caídas, y te he puesto los sacramentos para que acudas a ellos para encontrar fuerza suficiente en el camino. ¿Qué más quieres? Junto con todo esto te regalo el don de la gracia que te fortalece desde la oración: pide y hallarás." 
Dios nos lo da todo para llegar hasta la meta final. Ahora la pregunta es ¿qué hago de todos estos regalos para conseguir el fin último de la salvación?... Perdonarme que de nuevo sea un poco insidioso: basta con preguntarse ¿Cuánto tiempo le dedico al día a la TV y cuanto a Dios? Seamos honestos. Por eso dice Jesús: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”, es decir, no dejarse llevar por la comodidad es la puerta estrecha. La salvación tiene un precio. San Agustín dice: "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti". 
Esto es para tomarlo en serio, y aunque a mi me gusta más un Jesus que me habla de los panes y los peces o de la oveja perdida, también Jesús habla del Juicio final en varias ocasiones. Está claro que al final de la vida se nos pedirán cuentas… 
Pienso que no hablar de esto en la homilía de hoy sería engañaros… No es para meter miedo, sino es decir las cosas tal como son y por cuestión de amor… No vaya a ser que al final me ajusten las cuentas a mi y me digan: “Oye, tú, eras pastor y guía de mi gente y no les dijiste nada…”
Leamos de nuevo el Evangelio de hoy: Uno le preguntó a Jesús: - «Señor, ¿serán pocos los que se salven?» Jesús les dijo: - «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán.
Hagámonos la pregunta: ¿qué hago por la salvación mía y la de los demás?

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