Humildad en el equilibrio
P. Luis J. Tamayo
El evangelio de hoy (Lc 14 7-14) empieza diciendo que Jesús notaba como los invitados escogían los primeros puestos… Creo que esta imagen del evangelio es tan real como la vida misma… y no es algo que haya cambiado en estos 2,000 años. El corazón del hombre sigue siendo igual.
No hace mucho, comiendo en un restaurante, me fijé como llegaba una familia grande. En seguida ves quien busca el mejor sitio… los niños… el padre tuvo que decirle al hijo que se levantara, que el abuelo debía de sentarse allí. Ya desde pequeños tenemos la tendencia egoísta a buscar lo mejor para si. Pero los adultos somos iguales, y aunque no queramos, muchas veces “se nos ve el plumero” (así decimos en castellano) es decir, que buscamos lo mejor queriendo disimular pero para los que observan desde fuera ven la verdadera intención. (Perico! Que se te ve el plumero!)
Jesús, ni corto ni perezoso, nos da una lección: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: “Cédele el puesto a éste.” Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba.” Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales».
Finalmente concluye: todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Creo que todos tenemos la experiencia que cuando vas con la corriente, es decir, que haces lo que todo el mundo, no notas los detalles; pero cuando luchas por ir contra corriente, como pones un valor por delante, enseguida notas quien no lo sigue. Como todos los invitados iban a por los primeros sitios, entre ellos ni se daban cuenta, sin embargo, Jesús desde su búsqueda de la humildad, enseguida se percató del protagonismo de los otros.
¿Qué ejercicio espiritual nos puede ayudar para ganar en humildad?
Un ejercicio básico de espiritualidad, según muchos santos, consiste en atribuirle al Señor todo lo bueno que brota de mi interior y todo lo bueno que acontece en mi vida; y por otro lado, de todo lo malo que brota de mi corazón o de situaciones negativas convertirlo no en causa de queja, sino en un impulso que me catapulte hacia un cambio a hacerlo lo mejor posible.
Lo primero se práctica con el agradecimiento constante a Dios (oración de acción de gracias) y cuanto más constante mejor. Lo segundo se práctica con la petición de ayuda a Dios (oración de petición) para llevar a cabo los cambios necesarios en mí para mejorar. Así, cuando las cosas salen bien, ser muy agradecido con los éxitos pues no me pertenecen. Dar gracias a Dios lo sitúa todo en su debida perspectiva. Y cuando las cosas salen mal, ver mi parte de responsabilidad para la próxima vez mejorar.
A lo que dice Santa Teresa: la humildad es “andar en verdad”, yo le añadiría humildad es andar en un santo equilibrio. Por un lado, todo es de Dios, no tengo mérito alguno (que sería caer en la arrogancia). Por otro lado, todo lo negativo es una lección para crecer y mejorar, no tengo porque quedarme tampoco en la negatividad (que sería caer en la autocompasión).
Entonces, la próxima vez que me den el mejor puesto o si me llaman para protagonizar algo: “Gracias Señor, es un regalo que me reconozcan”. Sin embargo, si me dan el último puesto o no cuentan conmigo para aquello…: “también gracias Señor, pues ahora puedo probar si estoy aquí de corazón o sólo por apariencias.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario