12 sept 2010

REFLEXION Evangelio Semanal

“El corazón tiene sus razones que la razón no conoce”

P. Luis J. Tamayo

El evangelio de hoy (Lucas 15, 1-32) se centra en las parábolas de la misericordia de Dios. La misericordia de Dios es la única fuerza que nos puede sostener para hacer camino a lo largo del año.

Podemos ver una continuidad con el evangelio de la semana pasada, pues si recordamos la invitación era al seguimiento de Jesús en el que hacía referencia a poner nuestro amor a Dios ante todas las otras personas y cosas. Este compromiso nos pone en la verdad, no es fácil y nos hace necesitar de una fuerza sobrenatural: la misericordia de Dios.

Entre los cristianos podríamos hablar de dos formas de seguimiento: un seguimiento externo y otro interno (por llamarlo de algún modo). Todos pasamos por el primero, pero no todos llegamos al segundo. El primero consistiría en participar de algunas de las actividades que nos propone la Iglesia, la eucaristía dominical, alguna confesión al año, llevar a los hijos a la catequesis… se basa más en el cumplimiento externo, y que si en algún momento acontece otro compromiso no hay escrúpulos para dejar de lado lo de la Iglesia.

Sin embargo, está el seguimiento interno, en el que hay un compromiso con el Señor hecho de corazón, por el que busca un trato personal con él. Supone una opción interior por poner a Dios en la vida y buscar vivir según sus valores. El primero no tiene exigencia de vida, solo de cumplimiento de unos horarios. El segundo pide una exigencia interior de vida y de compromiso que no es fácil.  Es aquí donde necesitamos de verdad hacer experiencia profunda de la misericordia de Dios para seguir avanzando.

Solo cuando uno hace la opción de comprometerse a vivir según los valores del evangelio, es decir hacer un verdadero seguimiento de Jesús, es cuando se experimenta la pobreza de que sólo no puede y donde uno admite que fácilmente se pierde. ¿quién no tiene la experiencia de haberlo intentado y haber acabado tirando la toalla, cansado, irritado, débil, perdiendo la paciencia, diciendo que esto es difícil, o simplemente reconociendo que un amor incondicional hacia los demás no sale tan fácilmente? Reconocer que uno no llega no es más que reconocer que uno se ha perdido.

No tengas miedo a reconocer tus limitaciones o que te pierdes fácilmente en las cosas de Jesús pues ya no es un drama, sino que es una fiesta!! Jesús dice:

Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles:

"¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."


Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:

i Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me habla perdido. "

Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.”

El evangelio de hoy es una alegría, pues obviamente después de leer esto, lo que uno llega a descubrir es que Jesús tiene un par de limitaciones… no sabe de matemáticas y no sabe de lógica. Con la oveja perdida, si Jesús hubiera hecho un examen de matemáticas hubiera suspendido, pues equipara el valor de una oveja con el de 99… Es capaz de dejar las 99 aseguradas y marcharse a por la una perdida… ¿qué empresario haría eso en su sano juicio?

Con la moneda perdida es algo parecido… Es ilógico molestar a todo el vecindario solo para celebrar que ha encontrado una moneda; y ¿a quién se le ocurre celebrar una fiesta con todos los vecinos para celebrar que encontró una moneda perdida, cuando el coste de toda la fiesta le lleva a gastarse el resto de las monedas?

Así es el amor de Jesús que no sabe de cuentas, que es generoso hasta desbordarse… solo con este amor uno es capaz de andar por la vida ancho y de tener la confianza de que uno puede llegar hasta la meta final.  Es verdad cuando decimos que “el corazón tiene sus razones que la razón no conoce”. Yo creo que en el corazón de Jesús nosotros somos su razón de tanta misericordia.

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