La gratitud es esencial a la vida
P. Luis J. Tamayo
Lucas 17, 11-19: Vinieron al encuentro de Jesús diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: - «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos Jesús, les dijo: - «ld a presentaros a los sacerdotes.» Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: - «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
El evangelio de hoy habla de algo esencial en la espiritualidad cristiana: la gratitud, y la sabiduría popular nos lo recalca: “es de bien nacidos, ser agradecidos”.
El agradecimiento debiera ser parte de nuestra oración diaria. Partiendo de lo más tangible y visible, así dice San Pablo: “¿qué tienes que no hayas recibido?”, empezando por el hecho mismo de la vida. Lo primero es reconocer el don de la existencia como el mayor regalo que uno tiene en las manos. El otro día un sacerdote me decía algo que me llamó la atención: “uno se puede quitar la vida, pero nunca se la puede dar”. Este simple pensamiento te pone en la cruda realidad de que no somos los dueños de nuestra vida, sino que nos ha sido dada. Cada mañana, al abrir los ojos, me he acostumbrado a agradecer el don de la vida. “Gracias Señor por un nuevo día”. Esto es lo mínimo, lo más básico. Muchas veces damos por supuesto que tenemos que vivir… pero nosotros no podemos garantizarla.
A partir de esto primero, son tantas otras cosas las que uno puede agradecer. Una vez una persona me hablaba con tono de queja de que la vida no le sonreía. Que si la hija, que si el yerno, que si la hipoteca, que si el vecino… todo era queja. Le mandé un ejercicio que yo hice un día y me ayudó mucho; le dije: “Quiero que cuando llegue a casa escriba en un cuaderno al menos 50 cosas bonitas que tiene a su alrededor y por las que dar gracias”. Días después regresó y me dijo: Padre, al principio me costó mucho empezar a escribir, pero empecé por lo más obvio, la vida, la salud, la casa, la familia… y así seguí… que al final no fueron 50 sino que casi llego a 100”.
Ahora bien, si uno quiere crecer en el camino de la vida espiritual, uno debe dar un paso más: Es lo que dice la carta de Pablo a Timoteo 2, 8-13: “Haz memoria de Jesucristo”. Es decir, la MEMORIA en sentido cristiano no es un simple recuerdo, sino todo lo contrario, es como el “memorial eucarístico” el reconocimiento de la presencia de Cristo que ha obrado y sigue obrando maravillas en mi vida. Es decir, la memoria cristiana es reconocer como detrás de cada acontecimiento está Cristo presente y obrando en mi vida.
En la Sagrada Escritura aprendemos que Dios actúa en gestos y hechos concretos a través de la historia, por lo tanto, todo lo que leemos en la Biblia es el Pueblo de Israel haciendo memoria de los prodigios de Dios en ellos. Nosotros estamos invitados a hacer memoria precisa y puntual, reconociendo nombres, fechas y lugares, pues así es como Dios ha actuado desde siempre. Hacer memoria no es recordar, sino que es un encuentro con el protagonista de mi historia, de la historia, Hacer memoria es descubrir la presencia viva de Cristo actuando en mi vida, y así estos nombres, fechas y lugares se convierten en agradecimiento pues hablan de AQUEL que me acompaña y sostiene mi vida.
Una vida espiritual cultivada y madura vive constantemente en el agradecimiento, no sólo de los acontecimientos, sino agradecimiento a Aquel que obra a través de éstos. Así el agradecimiento cristiano no es un sólo estar satisfecho, sino que el agradecimiento fortalece la relación con Dios que obra su salvación en mi. El Salmo 125 lo dice: “El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres”
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