17 oct 2010

REFLEXION Evangelio Semanal


Orar siempre sin desanimarse

D. Luis J. Tamayo

Jesús explicó a sus discípulos con una parábola cómo tenían que orar siempre sin desanimarse:

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara." »

Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Después de las vacaciones de verano vemos como el curso ha empezado, y para los que estamos en esta parte del hemisferio, vemos como llega el otoño.  La imagen que me viene es como la de un barco que ha comenzado el rumbo viendo como ha dejado el puerto atrás pero que aún no ve el destino hacia delante. Cuando una persona se pone en marcha, es normal el desánimo, quizás por que uno aún no ve el final o destino. Hay muchas situaciones en medio del camino de la vida que a uno le desaniman, como contradicciones, dificultades, enfermedades, acumulación del trabajo, sentir que no te cunde el tiempo…

El sentido literal de desánimo es quitarle el (ánima) alma a algo. Sin embargo, animar significaría ponerle alma o espíritu a algo. Años atrás, la primera vez que viví en Estados Unidos, me llamó la atención que el equipo de football americano, del High School en el que estudiaba, tenía su equipo de “cheer-leaders”, es decir, líderes para animar.  Eran unas chavalas rubias, sonrientes, bailarinas y de buen ver, que se ponía a cantar y dar botes animando a todo el público, para que el público alcanzara ese estado de furor y animara al equipo.  El trabajo más difícil era animar al público cuando el equipo perdía… su trabajo era no dejar que se desanimaran, es decir, que no cayera el ánimo.

Cuento esto, pues hoy Jesús, en el evangelio, nos propone orar siempre sin desanimarse. Jesús nos conoce, y sabe que dando comienzo a un curso, uno se hace muchas promesas… este año me propongo orar más, este año me comprometeré más con la parroquia, este curso haré una promesa… Todos partimos de buenos deseos. Jesús conociendo los deseos de nuestro corazón, pero a la vez conociendo que fácilmente nos desanimamos y podemos llegar a tirar la toalla… te dice: No te desanimes! Sigue en la oración!

La oración es como devolverle el alma a las cosas, es el 'ánima' de mis acciones, es el motor de toda obra. Dice el salmo 120: El auxilio me viene del Señor… y la misma experiencia de Moisés en el libro del Exodo 17, 8-13:

Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec (el enemigo). Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué, finalmente, derrotó a Amalec y a su tropa.

Obviamente, cuando uno no tiene ganas de hacer oración, no tiene a un grupo de ‘cheer-leaders’ delante animándote para hacer oración y gritandole:  ‘O’ – ‘R’ – ‘A’ – ‘R’ – todo junto: ORAR!!   Pero si que es verdad que tenemos en nuestro interior al Espíritu Santo, el que de verdad anima la oración desde el interior del corazón. Dice San Pablo en Romanos 8, 26: “El Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos como pedir para orar como conviene; más el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”.

Santa Teresa de Jesús decía que la táctica del diablo está en desanimar, para ello utiliza muchas formas, por ejemplo: ¿quién no se ha dicho muchas veces que no tiene tiempo para hacer oración? o ¡Hoy estoy muy cansado!, para mañana seguir estándolo... También le gusta al diablo poner en la mente la duda de la eficacia… como vivimos en un mundo tan práctico uno se pregunta: ¿qué sentido tiene estar 15 o 30 minutos de silencio en oración con la cantidad de cosas que tengo que hacer? ¿no es una perdida de tiempo? La misión del diablo es desanimar, con esto tiene ganada la batalla.  Entonces la Santa, decía, si te comprometes con 5 min diarios, persevera, a la misma hora y no lo sueltes aunque no sientas nada.

Llegué a conocer a un señor que un día se comprometió con 5 minutos. Después de meses hallaba tanto bien en la oración que al pensar que al día siguiente tenía que ir al médico y no podía sacar los 5 min, pensó: hoy sacaré 10 min, los 5 de hoy más los 5 de mañana. Así lo hizo y se le pasó el tiempo con gran rapidez. Entonces decidió aumentar su oración a 10 min diarios. Y tiempo después le pasó lo mismo, así que hizo 20 min para salvar la oración que no podía hacer al día siguiente.  Se encontró tan a gusto que decidió hacer 20min diarios. Este hombre hoy, ya jubilado, Dios le ha capacitado para hacer horas de oración en silencio. Cuando uno persevera, Dios se vuelca.

Yo puedo citar promesas bíblicas sobre la oración, puedo contar algunas de mis experiencias y las experiencias de mis amigos, pero no puedo orar en lugar de usted. Uno puede leer todos los manuales sobre la oración y puede escuchar orar a otros, pero a menos que uno mismo comience a orar, nunca podrá comprender cabalmente la oración. En cierta manera es lo que sucede para nadar o andar en bicicleta: uno aprende al hacerlo… y sin desanimarse.

Martín Lutero dijo: "De la misma manera que la tarea del sastre es hacer ropa, y la del zapatero remendar zapatos, la tarea del cristiano es la oración." La historia cuenta que el secreto de la vida de victoria que vivió Lutero radicaba en su compromiso de pasar tiempo a solas con Dios todos los días.


No hay comentarios: