(P. Luis J. Tamayo)
Mateo 3, 1-12: “Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor…»
El evangelio de hoy no nos debiera dejar igual, no nos debiera dejar sin zarandear nuestra adormilada fe. El mensaje es claro: Convertíos… Una voz grita: Preparad el camino al Señor!
¿Por qué esta sacudida a nuestra fe en este tiempo cerca de la Navidad? Aún recuerdo, cuando el año pasado me hicieron una colonoscopía, me tuvieron que sedar con anestesia. Una vez acabada la prueba, estaba en la camilla… estaba aún bajo los efectos de la anestesia, pero no reaccionaba, tenía los ojos abiertos y veía como la enfermera me agitaba y zarandeaba… despierte!! Pero seguía como ausente.
En la vida de la fe muchas veces vivimos adormilados, como sedados, con los ojos abiertos pero ausentes, sin llegar a sentir en profundidad lo que acontece a nuestro alrededor. La realidad de la vida, las circunstancias, el encuentro con una persona, un evento familiar, son cosas que nos pasan casi por encima pero apenas nos afectan la vida profundamente. En la vida de fe es casi igual, muchas veces nos acusan a los cristianos de convertimos en consumidores de actos religiosos como si eso nos fuera a salvar… esto es lo que vivían los fariseos en el tiempo de Juan el Bautista… se justificaban en que ya cumplían con lo establecido… si ya voy al templo, si ya soy bueno, si no hago mal a nadie… y ahí se queda todo.
Este ejemplo que os contaba entre la similitud de la sedación del cuerpo con la sedación del alma, ya en el siglo IV lo describió San Efrén:
“Velad, pues cuando el cuerpo duerme, es la naturaleza la que nos domina; y nuestra naturaleza no está regida por la voluntad, sino por los impulsos de la naturaleza. Y cuando reina sobre el alma un pesado sopor es el enemigo quien domina el alma. Se adueña del cuerpo la fuerza de la naturaleza, y del alma el enemigo.”
Cuando el cuerpo duerme es la naturaleza y no la voluntad la que domina el cuerpo.. por eso uno ronca y no lo controla con la voluntad. Lo mismo cuando el alma tiene un pesado sopor, es el enemigo, el mal espíritu el que domina el alma. Por eso necesitamos ser zarandeados: convertíos!! Preparad el camino al Señor!!
No se si habréis oído alguna vez, pero el Catecismo de la Iglesia (n.2732) habla de la acedía como una de las tentaciones de la oración y la vida espiritual. Acedía significa aspereza en la sensibilidad, falta de gusto por las cosas espirituales, pereza espiritual, incluso repudio por las cosas de Dios. Los síntomas son el desánimo, la pesadez, el cansancio, la falta de ilusión, la vida deja de tener sentido, incluso pudiendo llegar a la ansiedad. (Los Maestros espirituales del oriente cristiano la califican como una enfermedad del espíritu). El catecismo habla de la causa y dice: “Los Maestros espirituales entienden por ella una forma de aspereza en la vida de fe debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia.”
Es muy importante saber la existencia de esta pasión de la carne llamada acedía (peor que la pereza espiritual), pues esta pasión nos aleja de los caminos del espíritu, y el mal espíritu intenta impedir en nosotros cualquier crecimiento en la vida espiritual, viendo todo lo que tenga relación con Dios como algo imposible de realizar.
Los grandes santos y maestros espirituales hablan de que la única terapia contra la acedía es la perseverancia en la lucha contra éste desánimo o dejadez espiritual. No se escapa a la tentación de la acedía huyendo de ella, sino enfrentándose a ella.
Ahora, entendemos como este tiempo en este tiempo de Adviento cobra todo sentido la invitación a estar alerta, mantenerse despierto, preparar los caminos: es el Señor Dios quien viene y no podemos estar dormidos.
Como preparación a la Navidad, os propongo una invitación que leí a hacer nuestra la Corona de Adviento. Puede ser real o imaginativa, podemos hacerla en solitario o en familia.
Os propongo recorrer el camino del Adviento en las cuatro semanas. La primera ya la dejamos atrás. Ahora se trata de que durante las tres siguiente semanas de Adviento trabajemos de forma preferente tres actitudes, una por semana. Es una buena manera de preparar nuestras vidas y dejar toda pereza a un lado.
Así, podríamos concentrarnos en esta segunda semana de adviento (desde el domingo 5 al 11 de diciembre), en la Acción de gracias: valorar esas pequeñas grandes cosas que damos por asumidas en nuestra vida, en la convivencia diaria, con nuestra pareja, con nuestros padres, con nuestros hijos, con los compañeros, con los amigos… y dar gracias por todas ellas. La acción de gracias es una forma sencilla de oración, de despertar a la fe, pues alienta el corazón, refuerza lo positivo de la vida, te pone delante de Aquel a quien agradeces lo que te da, el agradecimiento te hace sentir muy amado.
En la tercera semana (del 12 al 18 de diciembre), pondríamos el foco en la Paz: empezando por estar en paz con nosotros mismos y llevando esa paz y esa serenidad a los ambientes en los que nos movemos. Y finalizaríamos con la cuarta semana (del 19 al 24 de diciembre) con la Alegría cristiana.
No es una mala hoja de ruta para incorporarla a nuestra vida y, desde luego, no es una mala forma de preparar el camino al Señor.
La Acogida de la semana pasada, la Acción de gracias, la Paz y la Alegría serán las velas simbólicas (si queréis, también reales) que iremos encendiendo en estas cuatro semanas. Nosotros pondremos la mecha con nuestra actitud. La cera inagotable nos la garantiza Dios mismo. Y la llama que consigamos mantener encendida será la esperanza que ilumine nuestro camino y el de los demás en este tiempo hacia la Navidad. ¡Feliz Adviento! Pongámonos en camino…
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