La familia: el viaje del yo al nosotros
P. Luis J. Tamayo
Doy gracias a Dios pues este 24 y 25 de diciembre lo he podido celebrar en familia.
Durante los 8 años que estuve en Asia, cuando llegaban las Navidades, sólo pude disfrutar de la familia por teléfono los 5min que regala Telefónica a los familiares que tienen misioneros o voluntarios de ONG’s en el extranjero. Ahora que llegué a España el día de la noche buena lo puedo pasar rodeado de los míos.
Hoy celebramos el día de la Sagrada Familia. ¿Por qué es importante esta fiesta para nosotros? La respuesta es sencilla. Dios, en su sabiduría infinita, no sólo decide hacerse hombre, sino que decide nacer, crecer y educarse en el seno de una familia. Desde ese momento la familia queda bendecida por Dios, pues queda establecida como el lugar predilecto para el desarrollo de cualquier hombre.
Hoy día nadie duda que realmente lo que mayor da sentido a la existencia humana son las relaciones; por lo tanto el entorno familiar es la primera escuela de aprender a relacionarse con los demás, no podemos dudar que el núcleo primero de relaciones que se dan en la familia construyen y edifican al niño.
El roce, la convivencia, el compartir, definirse ante los demás, aprendizaje, la risa, el juego, el enfado, la reconciliación y el perdón… todo esto se aprende primeramente en la familia y, normalmente, de aquí se exporta a las relaciones de fuera de casa.
La familia me recuerda a la imagen de las piedras de un río. Que el roce continuo y persistente entre unas y otras va moldeando las aristas y las va redondeando y haciendo cada vez más suaves. De niños somos muy egoístas, y una convivencia enraizada en Dios nos enseña a compartir generosamente.
Hay una historia que nos ayuda a entender la necesidad de salir de nuestro individualismo para crear, desde la generosidad de si mismo, entornos más familiares. Dios le hizo ver a un niño cómo quería disfrutar su vida en el futuro, entonces le enseñó dos imágenes: una en la que todos los miembros de su familia estaban alrededor de una mesa, cada uno con una tarta exquisita y con un tenedor larguísimo… efectivamente cada uno disponía de “su propia” tarta, pero el tenedor al ser tan largo cuando intentaban meter un trozo de tarta en su boca no podían… el tenedor era tan largo que no había forma de acercarlo a la boca. Al final todos acababan llenos de rabia pues su plato favorito era inalcanzable. Luego, Dios mismo tomó al niño y le enseñó otra imagen de la familia, también sentada en la misma mesa, con la misma tarta tan deliciosa, y los mismos tenedores tan largos… pero esta vez todos disfrutaban y reían pues uno a otro se daban la tarta a probar. El tenedor era largo para poder acercárselo a la boca del de enfrente. Todos compartían y disfrutaban de la tarta y el ambiente.
Hoy el Evangelio (Mateo 2, 13-15. 19-23) nos dice: Dios le dice a José ‘Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo’.
¿Cuál es el Herodes de hoy? El individualismo que nos mete la sociedad de hoy por las venas mata las relaciones. La generosidad y el compartir son unas virtudes a redescubrir. ¿cuántas veces decimos “mi tiempo”, “mis cosas”, “mi descanso”, “mi protagonismo”, “mis asuntos”, etc.? Así José nunca hubiera ido a Egipto. Sólo Dios ayuda y capacita para salir de sí mismo y emprender un viaje fuera de sí: el viaje del yo al nosotros.
Acabo con una experiencia que viví en Filipinas y que siempre me ha marcado mucho. Conocí a un chaval que es el mayor de 5 hermanos. Los padres son campesinos, sin grandes recursos económicos. El mayor hizo lo posible por conseguir una beca y acabar un curso técnico de mecánico. Toda su sueño era empezar a trabajar pronto para poder pagar los estudios a sus hermanos más pequeños. Así lo hizo. Envió al siguiente a la Universidad, luego al siguiente, al siguiente… el segundo empezó a trabajar y entre los dos continuaron sosteniendo los estudios de todos. Un día me dijo una cosa preciosa: cuando finalmente sus dos hermanos siguientes a él acabaron sus carreras universitarias, le dijeron al mayor: “Ahora, queremos ayudarte a ti a ir a la Universidad, pues tu nunca acabaste una carrera universitaria por nosotros.”
¿Cómo puedes ser hoy menos individualista y mas generoso?
Para acabar, preciosa la imagen de la película “Invictus”: Mandela, ya presidente, entrega a François Pienaar, capitán de la selección sudafricana de rugby, una idea: el yo puede imponerse a las circunstancias; la decisión de perseverar nos hace avanzar; el avance individual redunda en el bien común si no se pierde el referente moral.
Vemos en el filme Invictus una ejemplificación del paso de la épica personal a la colectiva. La decisión de Mandela de ser el director de su vida es contagiada a través de Pienaar al grupo de jugadores y, a gracias a ellos, a una nación fracturada en mil pedazos que necesitaba inventarse a sí misma. Hay una escena en el filme que pienso refleja a la perfección ese momento de cambio del yo al nosotros: durante la final de la Copa del Mundo los jugadores se reúnen en círculo para sacar fuerzas de donde casi no las hay mientras un estadio enfervorecido entona Shosholoza. ¿Puedes relacionar este ejemplo con el de la familia?
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