Tu Padre que ve en lo escondido, te recompensará.
“Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará… Cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará… Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara”.
Os voy a contar algo de lo que uno empieza a darse cuenta en la vida pero de forma gradual… Por ejemplo, entras en una habitación donde están tus compañeros, donde están tu familia, tus hijos, o tus padres… y es como si nadie se diera cuenta de tu existencia. O por ejemplo entras en el salón y le dices a tu hijo, ¿puedes apagar la TV? Y allí no ocurre nada… nadie mueve un dedo… como si no hubiera dicho nada… entonces uno habla más fuerte… ¡Apaga la TV, por favor! Al final eres tu quien se tiene que acercar al TV y apagarlo tu mismo.
Puede que estés en una cena, todo el mundo hablando y quieres hacer un comentario… y cuando vas a decir algo siempre hay otro que habla más fuerte y se impone a tus palabras… Te das cuenta que nadie se preocupa por tu opinión. O estás en una reunión de trabajo, y parece que tus ideas nadie las toma en cuenta. O en la misma familia parece que todos los niños hacen siempre caso al papa o la mama y sietes que tu opinión nunca cuenta.
No te pasa que llega un momento que te preguntas: ¿Soy invisible? ¿Es que nadie se da cuenta de que existo?
Nicole Johnson, en una charla, habla de su experiencia que estando en una fiesta con su marido, después de tres horas, ella se acerca a su marido para decirle que estaba lista para marchar a casa. Su marido muy entretenido con otros hombres de negocios no se dio cuenta de su presencia… es cuando ella dice: ¡Soy invisible!
Ella cuenta que en medio de su frustración recibió el regalo de una amiga de un libro sobre la arquitectura de las grandes catedrales de Europa. Llevaba la dedicatoria que decía: “Con admiración, por la grandeza de lo que tú estás construyendo cuando nadie lo ve”.
Cuando estudias a fondo la historia de las Catedrales, en su mayoría no puedes decir los nombres de los autores de las grandes Catedrales. Intentas descubrir los nombres en libros, en Google, etc. y aunque muchas tienen autores, hoy día pocos conocemos sus nombres: ¿quién es el autor de la Catedral de Burgos, o de Colonia, o de Barcelona? También ocurre que muchos de los autores son anónimos. Construyeron, se invirtieron y acabaron obras maestras en las cuales sus nombres pasarían desapercibidos.
En el libro titulado -La catedral del mar- explica la historia de la construcción de La Basílica de Santa María del Mar es una iglesia gótica. Personas que se invirtieron en la construcción y sus nombres pasaron desapercibidos. Cuantas pequeñas tallas, esculturas, detalles esculpidos en piedra en lo alto de un arco y casi nadie se dará cuenta de ese detalle. Pero para ellos la pregunta sería: ¿Por qué tanto tiempo en ese detalle si nadie se va a dar cuenta? Y la respuesta de estos hombres era: Dios si que lo ve, Dios si que se da cuenta, Dios si que lo aprecia. Ellos confiaban que Dios apreciaba todo detalle.
A demás muchas de estas catedrales se acababan en unos cien años o incluso más… y podemos pensar que se invertían en un magnifico trabajo que nunca verían acabado. Trabajando día tras día y quizás nunca vieron el trabajo hecho pues otros lo acabaron más tarde.
Cuando meditas todo esto es como si Dios te dice: Tú no eres invisible para mi. No hay sacrificio en tu vida por pequeño que sea que yo no me de cuenta de ello. Yo lo aprecio todo de ti… esa reunión de matrimonios que acaba tan tarde, esa misa del martes que celebraste y sólo vino una persona, ese bizcocho de chocolate para tus hijos, ese café temprano en la mañana para tus hijos, ese salir dejar lo tuyo y salir de casa por la tarde para recoger a tu hijo de una fiesta o partido… todo es importante para mi. Veo cada sonrisa cuando las cosas salen bien, y veo cada lágrima cuando las cosas no salen tan bien, cuando te muerdes la lengua por no contestar, cuando te esfuerzas por pedir perdón, cuando dejas tus planes por hacer feliz a tu cónyuge… pero recuerda que estás construyendo una gran Catedral. Tu estás construyendo algo que no lo verás terminar… pues la vida de los tuyos continuará, la misión de la Iglesia continuará… pero, como dice Jesús en el Evangelio, “tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara” (Mateo 6, 1-6.16-18).
Si uno hace una lectura desde la fe, el ser invisible no tiene por que ser una frustración o fracaso, sino que puede llegar a ser una gracia y una bendición: es la medicina a la enfermedad del egocentrismo, es el antídoto a mi orgullo. No pasa nada si no se dan cuenta de mis esfuerzos; no pasa nada si no ven mi trabajo…
Yo no quiero que la gente diga mira este cura como se trabaja las misas, escribe la homilía, prepara con todo detalle las cosas, etc… no, lo que quiero es que la gente venga a misa y diga, me encontré con Jesús. Yo no creo que una madre tiene que esperar que su hijo al invitar a casa a a sus amigos de la Universidad les diga: mira mi madre se ha levantado a las 5am, y ha preparado estas tortillas, ha comprado estas bebidas, ha organizado la mesa y los platos… Incluso si lo hace, yo creo que una mama no quiere que su hijo diga esto… lo que una madre quiere es ver que su hijo disfruta de estar en casa, y de inviar a sus amigos y que al final los vea disfrutar en casa… aunque luego lo dejen todo destartalado.
No pasa nada si no los demás no ven mi trabajo, Jesús nos enseña que no hacemos las cosas para los demás, sino que hacemos las cosas por Dios. Nos sacrificamos por Dios. La gente no llega a apreciar si lo hacemos bien, o si lo hacemos mal… Yo os invito a pedir a Dios la gracia de que en esta Cuaresma, todo aquello que hagamos lo hagamos por amor a Dios, en silencio, sin reclamar la atención o la aprobación de los demás, pues tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.
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