2 may 2011

II Pascua, REFLEXION Evangelio Semanal

YO SOY la Divina Misericordia
P. Luis J. Tamayo

¿Qué es el tiempo de pascua?

Es una fecha simbólica, equivalente a siete semanas, signo de plenitud que supone la resurrección de Cristo. De hecho, el día 50, el domingo de Pentecostés, los discípulos recibieron la plenitud del Espíritu Santo.

En la Pascua celebramos el triunfo de Cristo. Su sacrificio ejerce sus efectos salvíficos no a través de la muerte, sino gracias a la superación de la muerte. Por eso celebramos y afirmamos nuestra fe, sobre todo, en la presencia activa de Cristo glorificado en la Iglesia. Su presencia se afirma desde Su Palabra con el YO SOY: Cada vez que dice ‘yo soy’, nos habla de una forma nueva de presencia y para nosotros implica un acto de fe y de adhesión a él para llegar a participar de los beneficios de la resurrección ahora.

Si el domingo pasado celebramos la Resurrección del Señor (los primeros testigos fueron María Magdalena, Pedro y Juan delante de la tumba vacía) en estos 7 domingos siguientes os propongo un camino de confirmar nuestra fe en la presencia del resucitado en la Iglesia a través del YO SOY. El resucitado se hace presente, de una forma nueva, a través de los medios de perseverancia que la Iglesia nos ofrece. En la medida que asumo estos medios como míos me adentro en una experiencia de fe y encuentro personal con Él cada vez más viva.

El evangelio de hoy afirma: Yo soy la divina misericordia Jn20, 19-31 (sacramento de la reconciliación); y los siguientes domingos: Yo estoy (soy) en medio de la Comunidad Lc24, 13-35 (la Comunidad parroquial); Yo soy el Buen Pastor Jn10, 1-10 (el sacerdote); Yo soy el camino, la verdad y la vida Jn14, 1-2 (la oración); Yo soy tu defensor (dirección espiritual); Yo estoy (soy) con vosotros todos los días Jn14, 15-21 (el apostolado) (la Ascensión); y, finalmente, Yo soy quien os envío de la mano del Espíritu Jn20, 19-23 (Pentecostés).

A Jesús no le importó la falta de fe, las dudas, o el pesimismo de Tomás. Jesús no le recriminó el que no creyese, Jesús vino a enseñarle una nueva actitud frente a la vida. “Tomás a partir de ahora has de ver tu vida con ojos nuevos, no puedes regirte como hasta ahora lo has hecho”; pero yo te voy a ayudar… dame tu mano, dame tu dedo… YO SOY!!

Tomás cambió, de la duda pasó a la fe, del miedo pasó a la perseverancia, de negar pasó a afirmar, REAFIRMÓ SU FE en Él. La fe en el resucitado da fruto en nuestras vidas si es usada todos los días. Cristo ha resucitado, esta es la verdad de nuestra fe, y esta fe hay que aplicarla todos los días de nuestra vida. Por eso cada domingo profesamos nuestra fe en el Credo de la Iglesia.

Érase una vez un sacerdote y un fabricante de jabón que estaban dando un paseo. El fabricante de jabón le dijo: "Padre, ¿para qué sirve la religión? Mire la miseria y las guerras y el sufrimiento que hay en el mundo. Después de tantas oraciones, sermones y enseñanzas todo sigue igual. Si la religión es buena y verdadera, ¿por qué todo sigue igual?" Siguieron caminando y se encontraron con un niño todo sucio.

El sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?". El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no puede evitar la suciedad a no ser que sea usado todos los días." Exacto replicó el sacerdote, exacto.

Vivir la fe en el resucitado es un acto de fe en Él: YO SOY la divina misericordia. Practicar el sacramento de la reconciliación de forma asidua es hacer efectiva esta fe en la misericordia divina.

(ver: http://www.aciprensa.com/fiestas/misericordia/homilia02.htm)

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