Como yo tuve compasión de ti
P. Luis J. Tamayo
Pedro preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. El tema que nos presenta el evangelio de hoy es el del perdón.
Este tema tiene toda su importancia al inicio de este curso. Si nos damos cuenta al comienzo de la misa hacemos el rito del perdón: “yo confieso que he pecado mucho de pensamiento, palabra y omisión…” ¿Con que fin? El fin de vivir el resto de la celebración reconciliado. Uno presenta su corazón débil y frágil pide perdón por las faltas de amor y una vez renovado, restaurado se dispone a recibir a la Fuente del Amor siempre nueva y siempre pura.
¿Por qué no pensar que el Señor nos invita a hacer lo mismo al inicio del año? Iniciar el curso desde el perdón y la reconciliación para afrontar el año con renovadas fuerzas, sin arrastrar lastres.
La lección de este evangelio tiene una clave muy clara para meditar y se resumen en una de las frases de la parábola que cuenta: “Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?".
Perdonar no es fácil… Cuantas veces escuchamos: “Si, yo perdono pero no olvido”. La realidad es que cuando nos hacen daño algo se rompe en el corazón que genera un resentimiento, una ira, un deseo de venganza, una carga que no deja al corazón libre. La reacción pronta que nos sale es la de echar la culpa al otro… “Mira lo que me ha hecho”. Y lo último que nos sale es el perdón.
Una pregunta que me hacen muchas veces en el acompañamiento espiritual: “Padre, ¿de donde sacar amor para perdonar? Esto es muy difícil…” Nadie ha dicho que perdonar sea fácil, pero como Jesús lo sabe, como Jesús sabe que nos cuesta entonces aquí nos da una clave, un camino para facilitarnos el camino del perdón: “Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?".
Tu puedes tener compasión de tu hermano porque yo la tuve antes de ti; tu puedes perdonar por que has sido perdonado previamente. La fuente de un amor que perdona y de un amor que reconcilia no está en mi… Uffff! Menos mal!! La fuente del Amor está en Dios. El Evangelio dice: como yo tuve compasión de ti, tu debías tener compasión de tu compañero…
La invitación de Jesús es la de contemplar, reflexionar, pensar cuantas veces nos ha perdonado en la vida… si uno pusiera en una balanza lo que ha sido perdonado, si fuera cuantificable se desbordaría la balanza… Si no… que levante la mano aquel que jamás ha roto un plato… Darse cuenta de esto es fuente de tanta gratitud que brota la compasión para perdonar a otros: si Dios me ha perdonado aquí, aquí, aquí… ¿cómo no voy yo a perdonar a este compañero?
El problema está en la falta de humildad para reconocer que tengo faltas que ya me han sido perdonadas… siempre echamos el balón fuera.
En una Cuaresma se me acercó un matrimonio mayor y me piden que les confiese: entra primero la mujer y me dice: Padre me confieso de que mi marido me ha hecho esto, me ha hecho lo otro, es un cabezón, tiene orgullo y no me deja vivir… Yo le dije… pare!! La confesión es para mirar yo mi parte… No es para echar el balón fuera… deje a su marido hacer su propia confesión y usted haga la suya… a ver y usted ¿qué?. Me dice: Uff! Que difícil! Cuando entra el marido otro tanto de lo mismo… Padre me confieso de que mi mujer es una pesada, no me deja en paz… Yo le dije lo mismo… pare!! La confesión es para mirar yo mi parte…
¿Sabes lo grande que es la experiencia de la misericordia de Dios? No te pierdas la alegría de saberte perdonado, no te pierdas la alegría de experimentar la compasión de Dios por tu vida. Es la fuente de un amor que restaura tu corazón y te da la fuerza para amar y perdonar…
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