Reunidos en mi nombre, allí estoy Yo
P. Luis J. Tamayo
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos (…) Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mateo 18, 15-20)
El tema clásico que evoca este evangelio es el de la corrección fraterna, un tema muy trabajado a lo largo de la historia de la espiritualidad cristiana. Pero al final de este evangelio encontramos un párrafo de tres líneas que son un pequeño tesoro que no se puede desperdiciar y que es fuente de alimento para nuestra fe:“Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
Nuestro punto de partida en esta reflexión es que la Palabra de Jesús son promesas de fe que se basan en la esperanza. Son promesas cargadas de verdad. Si Jesús dice: donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos… No es sólo un tópico, no es sólo algo que dijo hace 2,000 años, no es algo que veamos a ver si realmente se cumple… Lo que Jesús dice en su Palabra es verdad, es un hecho fehaciente.
Para el creyente, las verdades de fe implican un acto de fe personal: “yo me creo que esto que dices en tu Palabra es verdad”. Es un acto muy sencillo pero consciente que debe hacer cada persona: “Señor, si tu dices esto, yo creo que tú estas presente en nuestra comunidad, en medio de nuestra asamblea”. Al acto de fe le debe acompañar un gesto de vida como la veneración o el recogimiento para buscar a Cristo en mi corazón. Por ejemplo, en el momento de la consagración de la Misa no me pongo de rodillas por que “toca”, por que otros lo hacen, sino por que creo que es un momento de adoración delante de la presencia real de mi Señor.
¿Cuál es el problema? El problema está en que nuestro concepto de la palabra “VERDAD” ha cambiado influido por un ambiente en el que nos falta la confianza: “Lo que para ti es verdad, puede que para mi no lo sea…” Hoy no se cree en una verdad absoluta y válida para todos, y menos que esta vedad sea la del Evangelio… eso suena a impositivo, más que a libertad. Hoy se aboga por verdades relativas… “Si eso lo crees tu… a mi no me lo impongas”. Pero, antiguamente habían verdades que lo eran para todos… por ejemplo, los contratos se firmaban con lo que se llamaba “palabra de honor” y un dar de manos; esto era suficiente. En el ambiente eso era lo común, uno se fiaba de que esa palabra dada se cumpliría.
La pregunta que surge ya no es para uno que es creyente, sino para todo este mundo que no cree que Dios está presente, o si cree en la existencia de Dios, no cree que la Iglesia lo haga presente. ¿Cómo puede ser creíble la verdad que hoy proclama el Evangelio en medio de un mundo tan escéptico? ¿Cómo pueden ser creíbles las palabras de Cristo cuando dice: donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos? Esto sólo se hace creíble mediante el testimonio de una Iglesia que lo hace así visible.A esto quería yo llegar.
El testimonio, no sólo de la presencia del Papa, sino de una Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, en el que la Iglesia universal estaba presente en sus casi dos millones de jóvenes, sacerdotes, religiosos y religiosas, matrimonios jóvenes, adolescentes… Ahí estábamos todos reunidos en nombre de Jesús… y los múltiples gestos lo hacían presente. Para nuestro mundo escéptico no ha hecho falta muchos argumentos, sino que los hechos, los gestos, las actitudes que veías por la calle eran el argumento evidente e indiscutible. Incluso aquellos periódicos distantes de la Iglesia cambiaron de un tono más agresivo antes de la JMJ a un tono más amigable y evidente de que algo estaba pasando en Madrid… Cristo estaba presente, pues dos o más estábamos reunidos en su nombre.Acabo con algunos gestos muy sencillos de que hablaban de la presencia de Cristo: El primer día vamos a la oración de Taize en la Iglesia de la Basílica 2,500 jóvenes en silencio… Una tarde en el metro, lleno de jóvenes italianos cantando alegremente, entra una señora con su bebe, el niño se asusta y se pone a llorar, todos los jóvenes se callan y en el silencio brota unos jóvenes cantando una nana (canción de cuna) para bebes… Viernes, fiesta del perdón en el Retiro. 200 confesionarios no eran suficientes para confesar las largas colas de jóvenes que buscaban reconciliarse… Me giro y veo multitud de curas confesando debajo de un árbol, en un banco, sentado en el césped… Vigilia, momento de la adoración eucarística: más de 1,5 millones de jóvenes en silencio delante de Cristo en su cuerpo eucarístico… y tantos otros testimonios de fe que se han visto y que vosotros habéis vivido.
Muy duro de corazón (Salmo 94) uno ha de ser para no creer en que cuando "dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos".
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