En aquel tiempo, le dijeron a Jesús: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?». Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto. » Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?» Le respondieron: «Del César.» Entonces les replicó: «Pues dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.» Mateo 22, 15-21
En toda familia, el tema del dinero siempre es delicado e incluso conflictivo. Pero hablar de esto en la Iglesia, es necesario, aunque sea incómodo para algunos.
Los fariseos le preguntan si es necesario pagar el impuesto civil al Cesar, pero Jesús responde sabia e indirectamente: «Pues dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Es decir, Jesús deja claro que al final a Dios también le debemos ‘algo’ de todo lo que de Él recibimos.
Hoy día hemos perdido conciencia de que todo lo que tenemos es don de Dios. Es conciencia de fe. Uno, puede discutir: Mira, no se por que tienes que meter a Dios en esto, todo lo que tengo me lo he conseguido yo a base de mi propio esfuerzo. Que he sido yo quien se levanta por las mañanas y va a trabajar. A mi Dios no me ha dado nada.” Pero la pregunta que yo le hago es: ¿quién te ha dado la fuerza para ir a trabajar? ¿Quién la inteligencia para estudiar la carrera, o la vista para leer ese libro, o la lucidez para tomar una decisión en tu negocio? ¿Quién te ha dado la energía para levantarte? Una mirada de fe te sitúa en que todo es don de Dios, y lo que has conseguido con el esfuerzo de tu trabajo tiene su origen en Dios, quien, en última instancia, te ha dado la vida.
La generosidad de un corazón nace de quien es sencillo en descubrir que ha recibido mucho en la vida. El salmo 15 canta a Dios: “¿Cómo te pagaré todo el bien que me has hecho, Señor?” Un cántico que brota de un corazón agradecido que se da cuenta que todo es bien que ha recibido de Dios. Un ejemplo clásico lo tenemos en la historia de la limosna de la viuda pobre (Lc 21,1 y ss). Ella dio mucho de lo poco que tenía, por que estaba muy agradecida a Dios. El egoísmo humano nos engaña, y cuanto más tenemos más agarrados somos. Yo tengo experiencias preciosas que he vivido en Filipinas con gente muy pobre que te lo da todo… esas experiencias me han enseñado mucho sobre generosidad. Ir a visitar a una familia muy pobre que te invitan a cenar, y más tarde descubrir que yo era el único cenando por que me habían servido la cena de la familia. Estaban tan agradecidos a que pudiera acercarme a su casa y pasar una tarde que me dieron todo lo que tenían.
La mentira del orgullo es creer que yo lo he conseguido todo, y por lo tanto soy dueño de lo mío. La verdad de la humildad es creer que todo lo que tengo es don de Dios, y que puedo compartir con quien necesita.
En las Escrituras del Antiguo Testamento tenemos la figura de las “Primicias”. Lo primero que se cosechaba, el primer cabrito, el primer hijo, que se suponía que era lo mejor, se ofrecía a Dios en el Templo. Luego hay otra figura que es el “Diezmo”, una 10% de lo que uno tenía se daba para el sostenimiento del Templo. La Iglesia cristiana protestante tiene más conciencia de que es la comunidad de fieles quien sostiene la Iglesia con su participación. A nosotros, los católicos, nos cuesta más entender esto.
Un ejemplo: esta semana salió el informe de las cuentas de CARITAS (http://file01.lavanguardia.com/2011/07/06/54181758703-url.pdf):
Me sorprendió descubrir en el informe que sólo en España:
1- Se constata un aumento de más del 100% en las peticiones de ayuda, al comparar las cifras del 2007 (antes de la crisis) con las del 2010 .
2- Las aportaciones privadas de ayuda económica ha aumentado 6 veces más en los años de crisis económica, entre el año 2007 y el 2010. La gente es super generosa.
3- Las prestaciones económicas en los servicios sociales del gobierno son insuficientes
Cuando a veces damos refunfuñando, lo que nos cura es leer estos informes y darnos cuenta de las necesidades tan grandes que hay. Y sobre todo es que yo ayudo a la Iglesia, por lo tanto me ayudo a mi mismo. Esta es la ironía de la fe: que cuanto más ayudo al hermano más me ayudo a mi mismo. Así lo expresa el Profeta Isaías: Is 58,1-9: “Cuando partas tu pan con el hambriento, hospedes a los pobres sin techo, vistas al desnudo y no te cierres a tu propia carne... entonces brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se convertirá en mediodía”
La realidad última es que todos somos el Cuerpo de Cristo, todos somos Iglesia. Cuidar de un miembro más débil es cuidar de tu propio cuerpo, del cual Jesús es la cabeza.
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