El seguimiento de Cristo
P. Luis J. Tamayo
Hoy es segundo domingo del tiempo ordinario. El domingo pasado entramos en el tiempo ordinario con la celebración del Bautismo del Señor, después de todo un primer tiempo de Adviento, es decir, de preparación a lo que sería la Natividad del Señor.
El Evangelio de hoy, es el comienzo de la vida pública de Jesús. Jesús todavía no ha predicado en público, no ha hechos grandes obras. El Evangelio de este domingo nos relata que “estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.» Juan 1, 35-42
Este gesto de Juan de apuntar a Jesús y llamarle como el cordero de Dios, pudiera ser el lema al que apunte nuestras vidas, como cristianos, para este año nuevo 2012 que empieza, es decir, tener bien claro la meta y apuntar hacia el fin de hacia donde vamos: “Este es el Cordero de Dios, Cristo, Jesús es el fin y meta de mi vida”.
San Pablo lo llega a decir claramente: “Para mi la vida es Cristo” (Fil 1,21). Pablo tenía bien clara la meta a la que aspiraba llegar con su vida. Cristo.
Por ejemplo, yo pienso en el mundo empresarial y al comienzo de cada año es importante fijar las metas de hacia donde debe de ir el negocio. En el mundo escolar es lo mismo, al menos en la Universidad, el primer día te presentan el programa y el temario, incluso con fechas y un buen programa de metas con el objetivo de todo el curso.
Por eso la razón de este evangelio a principio del año litúrgico, por que el título que recibe Jesús de boca de Juan es lo que da respuesta a la pregunta de la existencia humana: ¿Qué es lo que aspira lo más profundo de tu vida? Nuestras vidas debiera estar orientadas y polarizadas hacia Cristo, el Cordero de Dios.
Es lógico que un joven se pregunte ¿Hacia donde voy?. Quizás un adulto ya tiene la vida más resuelta. Pero no hablamos de lo externo de una carrera profesional, sino de la meta y fin de tu vida, puesto que si no decides apuntar claro hacia Cristo, otras metas te absorberán en tiempo, la energía y la ilusión. Metas que no colman ni satisfacen el corazón plenamente como Cristo lo hace.
¿Hacia dónde orientar la propia existencia? ¿A quién seguir? ¿Qué enseñanza, qué ejemplo, para encontrar el camino correcto y responder a ese anhelo profundo de plenitud, de felicidad? Muchos modelos se publicitan en este mundo, "ídolos" con promesas que pretenden responder a nuestras aspiraciones, desde las más externas hasta las más profundas y lo son de diverso tipo: actores de cine, cantantes de moda, ciertos políticos, gurús y maestros de nuevas religiones, etc. A veces el modelo que se nos ofrece es simplemente el de la masa amorfa: "haz lo que todos hacen". Pero, ¿conducen todos ellos a responder plenamente a nuestros anhelos más íntimos de permanencia y despliegue? La respuesta sabemos que es negativa. Hay en todo ser humano una como necesidad de encontrar un Maestro y Modelo que responda completa y verdaderamente a su sed de infinito y felicidad.
Juan no sólo le da el título de “El cordero de Dios”, sino que mirando a sus amigos apunta con el dedo a Jesús iniciando una invitación al seguirle. Esto es lo que la Tradición de la Iglesia ha llamado desde siempre: el seguimiento de Cristo, la imitación de Cristo.
Por eso, si la meta queda clara al principio: una vida que apunte a Cristo, sin embargo el contenido se irá dilucidando a lo largo del mismo curso según vamos siguiendo a Jesús en el día a día, pues es en el día a día que tendremos que intentar imitar a Jesús, en el como viviría, que diría, que actitud tendría en las distintas circunstancias que nos toquen vivir. Volviendo al ejemplo de antes, en la universidad al principio del curso daban el programa con los títulos de los capítulos, pero el contenido se iría dilucidando y viendo a lo largo del curso. Lo mismo nos pasa en el seguimiento de Cristo: es en esa circunstancia concreta que te toca vivir hoy, en donde se ha de ver en la práctica si intento seguir a Jesús. Por eso tan importante preguntarle en la oración: Señor, y esto como lo vivirías, y aquí que harías, y en esto que dirías, como actuarías… por que sólo es en ese vivir según Jesús que uno descubre la integridad y la alegría profunda que nos da la dignidad plena de ser hombres a la imagen de Dios.
Preséntale a Jesús tu situación de vida y pregúntale a Jesús hoy en tu oración como mejor reproducir sus gestos o palabras para reflejar su rostro y disfrutar de la plenitud del amor en tu corazón.
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