Lo primero es lo primero
P. Luis J. Tamayo
Estamos en el 5º domingo del tiempo ordinario. Ya la semana pasada hablamos de este tiempo litúrgico como un tiempo donde descubrir la vida de Jesús en lo ordinario y sencillo de cada día. Nos interesa mirar la vida de Jesús pues El viene a enseñarnos a vivir como verdaderos hijos de Dios. Los cristianos estamos llamados a reproducir la vida de Jesús, pues sólo en Él encontramos sentido pleno a nuestra vida.
¿Qué detalles vemos en el Evangelio de hoy que nos hablan de cómo era el día a día de la vida ordinaria de Jesús?
La visita de Jesús a la casa de Simón y Andrés. El evangelista nos lo cuenta con detalle? “la suegra de Simón estaba en cama con fiebre”. Aquí descubrimos la importancia de Jesús de cuidar a la familia, los amigos, visitar a los enfermos, ayudar a reconciliar a aquellos con rupturas, es decir, estar al servicio de los demás, etc.
Pero donde me gustaría centrar la meditación es en la importancia que le da Jesús a la oración. Dice el evangelio: “Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar”. Son varias frases, y cada frase tiene mucha profundidad:
Se levantó de madrugada. Hay un libro best seller para ejecutivo llamado “Los 7 hábitos para el éxito”, (bueno y mi madre también lo dice): “Lo primero es lo primero”. Jesús supo poner en su vida la oración como algo prioritario. Lo primero del día, cuando uno está más fresco. Uno debiera definir lo que es importante en su vida, si no lo defines es imposible que luego te salgan las prioridades, pues uno no llega a distinguir que es lo importante de lo no importante.
En la vida cristiana lo primero de todo es la oración, así nos lo enseña Jesús en este evangelio. La oración nos pone en conexión con la Fuente de la vida. La oración es buscar a Dios con todo el corazón y por eso lo hago lo primero. Cuantas veces uno dice “es que me lío y no tengo tiempo de oración". Esto nos pasa a todos. Nos liamos con un montón de responsabilidades, pero ¿a caso Jesús no estaba súper liado? Jesús nos enseña con este gesto que para personas ocupadas la oración es lo primero. Sin la oración a uno se le deshidrata el alma, uno se cansa fácilmente, la paciencia se agota, uno ya no está sensible a los otros., y cuando Dios deja de ocupar el centro del corazón uno baja el listón de sus metas.
Se marchó al descampado. Es decir, una vez decido orar, entonces he de buscar el silencio. No es que me tenga que ir a un descampado, pero si puedo crear hábitos y ambientes que ayuden a orar: Conocí a una mujer que se levantaba un pelín antes que todos en su casa… y también conozco quien se encierra en el baño para orar y estar aislada… Santa Teresa de Jesús, maestra de oración, decía que orar es estar muchos ratos a solas con Aquel que sabemos nos ama… “a solas”. La razón es fácil, la oración nos pide juntar lo que decimos de labios con el corazón para que sea autentica. Repetir oraciones de memoria no necesitan de mucha concentración. Pero unirse con el corazón a lo que digo con los labios si que necesita de prestar atención, y para ello el silencio.
Recuerdo que al regresar a España el año pasado, por las mañanas tempranito me ponía la radio antes de hacer la oración, mientras me tomaba el café y me vestía… tenía ganas de saber que pasaba en España… pero con el tiempo me daba cuenta de varias cosas, cuando llegaba al silencio de la oración… me venían las noticias a la mente… o muchas veces era tan interesante lo que escuchaba que me quedaba escuchando la radio y se me pasaba el tiempo. Al final tomé la decisión de no más radio hasta acabada la oración. Jesús se marchó al decampado, ¿qué quiere decir? Es buscar la soledad, es poner las condiciones del silencio para poder conectar con lo profundo del corazón. Jesús dice en su Palabra (cap. 6 de Mateo): “Cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta, y ora a tu Padre que está en lo secreto”. Entra en tu interior, que no haya nada que te disturbe y, allí, descubre a tu Padre en lo secreto de tu corazón.
Al final de este Evangelio vemos como los discípulos van a buscar a Jesús y se percibe claramente como éste sale profundamente renovado en fuerzas y con gran claridad de lo que tiene que hacer en la vida. Jesús dice: “Vámonos hay otras aldeas cercanas donde tengo que predicar”. Así es, los frutos de la oración son la renovación de las fuerzas; la oración imprime un espíritu que dinamiza la vida, alegra el corazón, da perseverancia, estampa en el corazón los frutos del Espíritu como la paciencia, la fortaleza, la prudencia, etc. El “vamos” que dice Jesús es el ímpetu que nace de la oración, fruto y regalo del Espíritu al hombre.
Para acabar nos fijamos en esta última frase que dice Jesús: “que para esto he venido”. Finalmente la oración y la relación con Dios nos orienta la vida, nos da un el sentido profundo del “para que” de esta vida, nos da una dirección y un propósito. Muchas de las depresiones de personas con las que hablo son por que no entienden el para qué de su vida, que sentido tiene el mero hecho de existir. Jesús lo tiene claro, es el servicio, es la dedicación a los demás, es compartir su amor a Dios través de la predicación.
Vamos a pedirle a Dios que nos renueve las fuerzas para comprometernos con una oración diaria como lo primero en mi día a día. Lo primero es lo primero.
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