El alimento que perdura para siempre
P. Luis J. Tamayo
El evangelio de hoy (Juan 6, 24-35) desarrolla una
escena en la cual el gentío, después de la multiplicación de los panes y peces,
va en busca de Jesús… Jesús les hace esta pregunta: ¿por qué venís a mi, por
los signos de fe que en mi habéis visto, o por que os di de comer hasta
saciaros?
Juan 6, 24-35: “En aquel tiempo,
cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron
y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús., Al encontrarlo en la otra orilla del
lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó:
«Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque
comisteis pan hasta saciaros. Trabajad,
no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida
eterna, el que os dará el Hijo del hombre.”
La pregunta es muy aguda y os puede ayudar a examinar
y purificar más nuestra fe y nuestro seguimiento de Cristo: ¿Por qué nos
acercamos a Dios por lo que de Él recibimos o por puro acto de amor y
gratuidad? Cuando nos acercamos a Dios ¿por qué lo hacemos? ¿para pedir cosas
materiales o necesidades, o por el cariño y la amistad que nos une? Estas son
preguntas que uno ha de hacerse.
En este mes de julio que salí de vacaciones a
Londres, al despegar el avión, me hice la señal de la cruz. La señora que
estaba junto a mí, repitió el mismo gesto, y me dice: “Hay padre, que solo nos acordamos del señor en los omentos de peligro o
necesidad!” y luego nuestra conversación se desarrollo en ese sentido, como
es verdad que muchas veces cuando las cosas van mal, cuando hay una necesidad,
cuando la enfermedad, etc. es cuando más nos acercamos al Señor. La pregunta
es: y… ¿cuándo las cosas van bien? ¿cundo no hay necesidades? Desgraciadamente
es cuando más nos olvidamos del Señor. Nos cuesta saber “estar gratuitamente”
con el Señor simplemente por el cariño o el amor que le podeos tener, más allá
de acercarnos a Él sólo por nuestras necesidades.
Hace años, cuando mi abuela estaba ya en sus últimos
momentos, recuerdo que el abuelo pasaba horas junto a la cabecera de la abuela
en el hospital, de forma gratuita, pues de ella no recibía nada, estaba ya
inconsciente. No había una mirada, una palabra, un agradecimiento ni un gesto.
Era “estar” con ella por amor, simplemente “estar”. Esto es muy importante sobre
todo cuando hablamos de la oración, pues esos momentos delante del santísimo
que parecen vacíos, donde no hay resultados visibles, uno simplemente está con
el Señor por pura gratuidad.
Nuestra oración ha de dar pasos de pasar de sólo nuestras
propias necesidades a ensanchar el corazón y adentrarnos en una oración
por las necesidades de los demás, de la iglesia, por las intenciones del Papa,
por la unidad de los cristianos, por la paz entre los hombres. Salir de,
exclusivamente, mis propias necesidades y ensanchar el corazón mirando por las
necesidades de los demás.
Pero cuando Jesús dice: “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura
para la vida eterna”, uno podría también examinar si en su
oración también incluye como lo más importante, no sólo lo material, sino
aquello que perdura para la vida eterna: “Señor, incrementa mi fe; Señor,
ensancha mi capacidad de amar; Señor, te pido saber perdonar; Señor, regálame
ser más generoso de corazón.” Ya no son peticiones al Señor que se centran en bienes
materiales, sino aquellas que incluyen bienes espirituales que nos ayudan a
crecer en nuestra vida espiritual para poder responder a nuestra vocación cristiana de forma más madura.
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