6 ago 2012

REFLEXION Evangelio Semanal


El alimento que perdura para siempre
P. Luis J. Tamayo

El evangelio de hoy (Juan 6, 24-35) desarrolla una escena en la cual el gentío, después de la multiplicación de los panes y peces, va en busca de Jesús… Jesús les hace esta pregunta: ¿por qué venís a mi, por los signos de fe que en mi habéis visto, o por que os di de comer hasta saciaros? 
Juan 6, 24-35: “En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús., Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó: «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre.
La pregunta es muy aguda y os puede ayudar a examinar y purificar más nuestra fe y nuestro seguimiento de Cristo: ¿Por qué nos acercamos a Dios por lo que de Él recibimos o por puro acto de amor y gratuidad? Cuando nos acercamos a Dios ¿por qué lo hacemos? ¿para pedir cosas materiales o necesidades, o por el cariño y la amistad que nos une? Estas son preguntas que uno ha de hacerse.
En este mes de julio que salí de vacaciones a Londres, al despegar el avión, me hice la señal de la cruz. La señora que estaba junto a mí, repitió el mismo gesto, y me dice: “Hay padre, que solo nos acordamos del señor en los omentos de peligro o necesidad!” y luego nuestra conversación se desarrollo en ese sentido, como es verdad que muchas veces cuando las cosas van mal, cuando hay una necesidad, cuando la enfermedad, etc. es cuando más nos acercamos al Señor. La pregunta es: y… ¿cuándo las cosas van bien? ¿cundo no hay necesidades? Desgraciadamente es cuando más nos olvidamos del Señor. Nos cuesta saber “estar gratuitamente” con el Señor simplemente por el cariño o el amor que le podeos tener, más allá de acercarnos a Él sólo por nuestras necesidades.
Hace años, cuando mi abuela estaba ya en sus últimos momentos, recuerdo que el abuelo pasaba horas junto a la cabecera de la abuela en el hospital, de forma gratuita, pues de ella no recibía nada, estaba ya inconsciente. No había una mirada, una palabra, un agradecimiento ni un gesto. Era “estar” con ella por amor, simplemente “estar”. Esto es muy importante sobre todo cuando hablamos de la oración, pues esos momentos delante del santísimo que parecen vacíos, donde no hay resultados visibles, uno simplemente está con el Señor por pura gratuidad.
Nuestra oración ha de dar pasos de pasar de sólo nuestras propias necesidades a ensanchar el corazón y adentrarnos en una oración por las necesidades de los demás, de la iglesia, por las intenciones del Papa, por la unidad de los cristianos, por la paz entre los hombres. Salir de, exclusivamente, mis propias necesidades y ensanchar el corazón mirando por las necesidades de los demás.
Pero cuando Jesús dice: “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”, uno podría también examinar si en su oración también incluye como lo más importante, no sólo lo material, sino aquello que perdura para la vida eterna: “Señor, incrementa mi fe; Señor, ensancha mi capacidad de amar; Señor, te pido saber perdonar; Señor, regálame ser más generoso de corazón.” Ya no son peticiones al Señor que se centran en bienes materiales, sino aquellas que incluyen bienes espirituales que nos ayudan a crecer en nuestra vida espiritual para poder responder a nuestra vocación cristiana de forma más madura.

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