Verano: tiempo de descanso y de reponer fuerzas
(P. Luis J. Tamayo)
Juan 6,41-51 “En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo
soy el pan bajado del cielo»…Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que
baja del cielo,
para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo
que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan
que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”
Jesús
dice en el Evangelio de hoy: “Vuestros padres comieron
en el desierto el maná y murieron” (Jn 6,41-51). Jesús hablaba a los
judíos diciendo que sus antepasados en ese tiempo que caminaron por el
desierto, donde habían dejado sus quehaceres y su vida normal, para adentrarse
en la tierra prometida, pasaron hambre, y Dios les dio el maná del cielo, pero
solo les sirvió como alimento temporal, pues aún así murieron, es decir
sintieron el peso del cansancio y la muerte.
Sin embargo, Jesús lo que
les está proponiendo es otra clase de alimento que destruye la muerte, el
cansancio y la derrota; Jesús se propone como el alimento que restaura,
revitaliza y fortalece la vida para la carrera del día a día y abre la puerta a
la vida eterna. Jesús dice: “Yo soy el
pan de la vida. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este
pan vivirá para siempre.” Jesús nos plantea en la eucaristía el verdadero
alimento que nos fortalece para la vida presente y futura. Es el alimento que
ha bajado del cielo, que fortalece el alma, el espíritu.
En estos días de verano, y en España donde muchos toman las
vacaciones, he reflexionado bastante sobre la necesidad del descanso en el
cristiano. Para nosotros no debiera ser un descanso de “punto muerto” o vacío,
sino un descanso donde uno restaura las fuerzas, recarga las pilas para
continuar el camino de la vida el curso próximo que se nos avecina. La pregunta
que surge es: ¿Cómo restaurar bien las fuerzas? Jesús, de nuevo, nos responde:
“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan
vivirá para siempre”
Es importante aprender bien como reponer fuerzas en tiempos de
descanso, como lo es el verano, o el mismo domingo como día de descanso. Jesús dice: “Vuestros
padres comieron en el desierto el maná y murieron” (Jn 6,41-51), es decir, hay
un descanso que nos lleva a desconectar la mente; también hay descansos que son
simplemente no hacer nada, es decir descanso físico, pero en el fondo no
imprimen fortaleza en el espíritu interior del hombre, sólo queda en lo externo.
Pero el descanso que hoy nos propone el Señor es aquel que debe considerar el
alimento por dentro, un descanso que a su vez es restaurador del espíritu
humano, el espíritu interior que nos da la fortaleza para la perseverancia. Es
importante entender que la antropología cristiana de San Agustín considera la
composición bipartita del hombre en cuerpo y alma; por eso es importante pensar
EN QUE CONSISTE EL VERDADERO descanso del hombre.
Hace poco hablaba con unos padres justamente de la diferencia que hay
entre el cansancio físico o mental y el cansancio espiritual, emocional, o interior.
Durante el curso uno tiene que estar levantándose temprano para llevar a los
niños al cole, tiene que estar de aquí para allá de chofer llevando a los niños
de un lado a otro, tiene que correr para atender las necesidades de la casa,
del trabajo, etc. Pero esta es una dimensión, y no la más importante. Hay otro
tipo de consumo de energía que supone ser reparada. Cuando uno tiene que poner
paciencia en la educación de los niños, cuando te has de morder la lengua con
tu jefe, o no entrar en la espiral de la crítica cuando las cosas no van bien.
Cuando las cosas no salen como uno desea y no piden perdón… este es otro tipo
de cansancio; para el cristiano es el desgaste espiritual.
Pregúntate si durante el año: ¿estás sólo gastando fuerzas físicas? o
¿estás dando mucho más de dentro? La realidad es que estamos dando mucho más,
estamos dando misma vida física, pero también interior. Por eso es importante entender que
el espíritu humano necesita de reponerse, de fortalecerse y de restaurarse… ¿el
descanso físico?, si, pero nunca olvidar el alimento del espíritu en la
eucaristía, en la oración, en el silencio, en la meditación, en la reflexión,
en una buena lectura que reconforte y fortalezca al espíritu.
Recuerda las palabras de
Jesús: “Yo soy el pan de la vida. Yo soy
el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para
siempre.” “El pan que yo daré es mi
carne para la vida del mundo”
(Jn 6:41-51),
pues Jesús no da vacaciones ni vitaminas, sino que se da a si mismo, el amor
que verdaderamente nos llena por dentro.
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