"Quiero tu corazón cerca de mi" - P. Luis J. Tamayo
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23: En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de
fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos
comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen
sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus
mayores de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué
comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los
mayores?» El les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas: "Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que
me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejáis
a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended
todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de
dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del
hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios,
codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo,
frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»
La tradición de los
mayores, que era la norma, consistía en lavar lo de fuera, manos, vasos,
jarras, etc. para no caer en la impureza. Así arremeten los fariseos contra
Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición
de los mayores?
Pero Jesús sabe
llevar la pregunta a su terreno, a lo que a Él verdaderamente le interesa. Pues
a Jesús no le interesa solo responder de forma simple, sino que su enseñanza
ha de marcar un espíritu nuevo, una tradición nueva.
Jesús podía
simplemente haber respondido para resolver esa cuestión de forma puntual, pero
eso no es el espíritu de Jesús. Jesús es Maestro, y como tal, el nos quiere
llevar a una nueva forma de comprensión de la religión.
Una respuesta simple podía
haberse quedado en lo primero que les responde: “la doctrina que enseñáis
queda sólo en preceptos humanos”; es decir, como es tradición de los
hombres, y no es mandato divino, no es esencial para la salvación. Lavarse o no
las manos no añade o quita salvación divina al hombre. Podría decirse que es
algo superfluo o no esencial para la vida del hombre.
Una nueva enseñanza:
Pero Jesús no queda en una respuesta fácil y puntual, sino que se adentra en el
alma misma de la religión judía y penetrando hasta sus entrañas la lleva a lo
esencial, marcando una nueva enseñanza. Para ello añade: “Nada que entre de fuera puede hacer al
hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre,
salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios,
codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo,
frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.”
Esto último, si que añade o resta salvación al corazón del hombre, pues lo puro
o impuro de una acción o de un pensamiento no es inocuo al corazón del hombre;
no queda en lo externo, sino que enraíza al corazón del hombre y lo inclina
hacia la bondad o la maldad.
Pero fijaos, Jesús,
mucho antes de dar una explicación se centra en la misma Sagrada Escritura, y
utilizando al Profeta Isaías, deja clara la actitud de sus oponentes: El les contestó: Bien profetizó Isaías de
vosotros, hipócritas: "Este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina
que enseñan son preceptos humanos”. Lo que Jesús busca es un culto donde
pongamos el corazón, no labios que repiten oraciones vacías, ni quedar atados a
preceptos humanos que no liberan, sino que ponen cargas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario