Y tu, ¿quién dices que soy?
(P. Luis J. Tamayo)
Marcos 8, 27-35: Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros,
uno de los profetas.» Él
les preguntó: «Y
vosotros, ¿quién decís que soy?» Pedro
le contestó: «Tú
eres el Mesías.» (…)
Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que
ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar a los tres días.»
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se
puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a
Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como
Dios!» Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera
venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por
mí y por el Evangelio la salvará.»
En el Evangelio de
hoy, Jesús quiere saber que concepto tenemos de él, le interesa saber quien es
Él para cada uno de nosotros. Así primero, como quien no las quiere, a modo de
introducción empieza con la pregunta: “y la gente «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Unos,
Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.» Pero a Jesús le interesaba más su respuesta
personal, no ya sólo lo que la gente pueda decir, sino tú y yo. Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»
A
Jesús no le interesa que le definamos con frases hechas del catecismo que
aprendimos años atrás. A Jesús le interesa saber quien es él en tu vida, que
experiencia de él tienes, que significa Jesús en tu vida. Esta es la pregunta
que hoy en un momento tranquilo de oración te puedes hacer: “Y yo, ¿quién digo que es Jesús en mi vida?”.
Saber definir la experiencia de Jesús en la vida de uno supone que Él ha dejado
huella. Como en una boda, ¿cuántas veces hemos escuchado palabras de familiares
sobre el novio o la novia que les definen en su relación? ¿Quién es Jesús para
ti? Y no vale respuestas hechas que significan ‘nada’.
A esta pregunta,
Pedro contesta: Tu eres el Mesías. Mesías quiere decir Salvador. Probablemente
esa fue la experiencia de Pedro: Señor, tu eres el Salvador, quien me rescató
de una vida mediocre que me has llevado a conocer mayor plenitud. Tu eres quien
me ha salvado de vivir en la pequeñez de una vida un tanto egoísta, para
abrirme los horizontes de un amor generoso, entregado, con un proyecto de
construir el Reino…
La pregunta que se
le puede hacer a Pedro es: ¿Por qué caminos te estabas imaginando que llegaría
todo eso? Pedro vivía en una nube. Pedro estaba ya acostumbrado a los clamores
exitosos del Nazareno, a vivir rodeado de buena gente, acostumbrado al glamour
de los milagros, hasta a la gracia de salir siempre airado de los aprietos en
los que se metían. Estaba junto a Aquel que iba adquiriendo gran fama por las
tierras de Galilea. Pedro se situaba en su “confort zone” (como dicen los
psicólogos americanos).
Así, al escuchar
que los caminos de construir ese nuevo proyecto iban a pasar por que El Hijo del hombre tiene que padecer mucho,
tiene que ser condenado y ser ejecutado… no le debió hacer mucha gracia. Pedro
encontraría resistencias. ¿Salir de mi zona de confort? ¿salir de lo que me
gusta, de lo que ya controlo, de lo que manejo? Esto no gusta a nadie, es más,
nos saltan todas las resistencias. Por eso, Jesús lo coge a parte y le dice: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas
como los hombres, no como Dios!» Tu buscas tus propios caminos, y no los míos.
Más tarde, Pedro se da cuenta que este fue el camino de la salvación.
No hay tener miedo
a adentrarse en zonas que uno no controla, en situaciones que desestabilizan
tus seguridades, en aquello que no entra dentro de tus esquemas… la solución no
es la queja ni la resistencia, sino la solución es el cambio de actitud
mediante la pregunta “mágica”: Señor, y tu que quieres de mi en esta nueva situación.
Y abrirse a las nuevas posibilidades que Dios inicia en una nueva etapa. Allí
es donde está la salvación.
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