Seguir a Cristo es abrirse a su mirada cariñosa
(P. Luis J. Tamayo)
Marcos 10, 17-30 Uno le preguntó a Jesús: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» Jesús le contestó: (…) Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.» Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.» Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.» A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico…
(P. Luis J. Tamayo)
Marcos 10, 17-30 Uno le preguntó a Jesús: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» Jesús le contestó: (…) Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.» Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.» Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.» A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico…
El
gran salto que introduce Jesús en la fe del pueblo y que supuso un “antes y un
después” fue presentar al Dios de los judíos como un Dios personal. La religión
judía quedaba anclada en la ley de Moisés y se había convertido en la exigencia
del ‘cumplimiento’ de un montón de preceptos, que en la medida que uno los
observa daba la conciencia de salvación. Hoy día, para los judíos más ortodoxos
sigue siendo así. Este es el gran salto que ofrecen las enseñanzas de Jesús,
por eso se llamaron la Buena Noticia; por eso se dio el salto del Antiguo
Testamento al Nuevo Testamento, de lo viejo y lo nuevo.
Jesús
abre una nueva dimensión en la fe del pueblo: ya no es sólo la observancia de
la Ley de Moisés sino también la ‘relación personal’ con Dios; no es sólo el ‘cumplimiento’
de los mandamientos sino también el ‘seguimiento’ de Cristo. Por eso Jesús
dice: “no he venido a abolir la Ley, sino
a darle plenitud.” (Mateo
5, 17-19).
Jesús
lo muestra bien claro en el Evangelio de hoy en el diálogo con el joven. El
muchacho aspira a una vida más plena, a una vida llena de sentido, a un corazón
colmado; por eso en su búsqueda le pregunta: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?...
¿qué he de hacer para obtener una vida en abundancia y plenitud?. Jesús mira
primero si cumple lo mínimo: Ya sabes los
mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso
testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre. A lo que el joven dice: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde
pequeño.
La historia
continúa con la exigencia del amor verdadero: “Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: Una cosa te falta:
vende lo que tienes y sígueme!”. Si quieres un pleno sentido a tu vida,
entra en una relación conmigo. No vivas sólo desde un cumplimiento de los
mandamientos, sino en una amistad verdadera conmigo. Santa Teresa de Ávila
dice: “Oración es tratar de amistad muchas veces y a solas con Aquel que
sabemos nos ama”.
Lo que marca la
distinción del 'cumplimento' al 'seguimiento' es que cuando uno vive en el
seguimiento de Cristo uno siempre se encuentra la mirada de Cristo llena de
cariño llamando a seguirle… -Cuando en situaciones quieres tirar la toalla, Él
te mira con cariño y te dice: sígueme! No te quedes a mitad de camino. -Cuando
te desanimas y no tienes fuerzas para amar, Él te mira con cariño y te dice:
sígueme! Yo te doy la fuerza para que no dejes de amar. -Cuando no estás
satisfecho con tu vida, Él te mira con cariño y te dice: sígueme! Yo te puedo
llenar el corazón de alegría…
El joven responde
haciendo énfasis de ‘su cumplimiento’ de los mandamientos de la Ley de Dios;
subraya: “lo he cumplido”, y añade
algo significativo cuando dice: lo he cumplido… ‘desde pequeño’. Jesús no se conforma con una vivencia infantil de
la fe, ahora Jesús le va a pedir un salto a la madurez de la fe, le va a pedir
crecer a una nueva forma de vivir la religión, del ‘cumplimento’ al
‘seguimiento’; Este es el gran salto que denota el paso de una fe infantil a una
fe adulta: pasar del cumplimento de los mandamientos al seguimiento de Cristo.*
Seguir a Cristo es
abrirse a su mirada y escuchar que Él te llama a vivir algo grande. Esta es la
gran diferencia con el cumplimiento de unas normas, que las normas no tienen
rostro, las normas no tienen una mirada cariñosa, sino que llevan el peso del
juicio, pues cuando no cumples te sientes condenado. Sin embargo el seguimiento
de un Dios vivo, lleva un rostro de amor y cariño que da pleno sentido a la
vida.
Pregúntale a Jesús
en tu oración: Maestro bueno ¿qué he de hacer para llenar mi vida de
sentido? Y deja que Él te invite a seguirle: si ya cumples los
mandamientos, da un paso más, entra en una verdadera relación de amistad
conmigo. Ven y sígueme!
*(Palabras
parecidas también las dice Jesús a Pedro en el
Evangelio de Juan 21,15-19 “Jesús le dijo: "Apacienta
mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a
donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y
te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte
Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo:
"Sígueme".”; también,
ésta, será una de las insistencias de San Pablo en 1Co 13,11: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de
niño.”)
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