21 oct 2012

XIX Domingo T.O. - Domingo Mundial de la Mision



Hágase tu voluntad
(P. Luis J. Tamayo)

Marcos 10, 35-45: En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.» Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?» Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís…»

El otro día fui testigo de una de las más grandes pataletas de un niño que jamás yo había visto. En el supermercado, después de hacer la compra, estando a la cola para pagar en la caja, de repente los gritos de un niño, lleno de rabia, chillaba a su padre por que pedía más chocolatinas… cuando al fijarme en él ya tenía las manos llenas de caramelos y chocolatinas, pero no le eran suficientes, pedía más… Quería que su padre hiciera lo que él pedía, y, además, con rabia y gran exigencia.
Nuestra oración delante de Dios es muchas veces así, como la del niño, y le exigimos a Dios que se haga lo que le pedimos. Así hicieron los hijos de Zebedeo, leemos en el Evangelio (Marcos 10, 35): “En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir».” 
El evangelio de hoy es una verdadera escuela de oración de Jesús con sus discípulos. ¿Qué es la oración sino la relación y el diálogo con el mismo Jesús? Los primeros discípulos pudieron tratar a Jesús cara a cara, así como lo vemos reflejado en el Evangelio; pero nosotros no tenemos nada que envidiar, también tenemos el privilegio de poder hacerlo por medio del Espíritu Santo. Ahora bien, el examen que uno puede hacer a la luz del evangelio de hoy es ¿cómo nos acercamos a Él?
La iglesia, por medio del catecismo, nos enseña varios tipos de oración: la oración mental, la contemplación, la adoración, la oración de acción de gracias, la oración de alabanza y también la oración de intercesión o petición. El texto de hoy entra dentro de la oración de petición.
En el texto de Marcos vemos como la petición de Santiago y Juan a Jesús esconde una gran exigencia: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir»; ¿Cuántas veces nuestra oración es así? “…mira Jesús, has de hacer lo que yo te pido”. En el fondo refleja una actitud un tanto manipuladora de Santiago y Juan, que busca que Jesús haga lo que ellos quieren, como si ellos supieran mejor lo que más conviene. “Mira Jesús, vengo a decirte que hagas lo que yo quiero”.
Que distinto cuando Jesús nos enseña a decir en la oración del Padre Nuestro: “Hágase tu voluntad”, es decir, esta petición implica el deseo de: “quiero que hagas lo que tu consideres mejor”. Es ponerse delate de Alguien a quien verdaderamente considero como Dios, como Dueño y Señor de la Vida y que sabe lo que más conviene.
La diferencia entre una y otra forma de acercarse al Señor es obvia. La primera esconde la arrogancia humana de creer que sabe lo que más conviene; la segunda refleja la humildad que pide todo acto de oración. El catecismo nos lo enseña así: “la humildad es la base de la oración” (CCC 2559).  La primera busca manipular a Dios; la segunda implica ponerse en plena confianza y abandono delante de Dios. La primera pone siempre a la persona en la queja sin al final no sale lo que yo quiero; la segunda vive siempre en el agradecimiento de que sea lo que sea es lo que más conviene.
La voluntad de Dios no es que uno sufra un cáncer, un accidente, una catástrofe… eso sería contradecir la naturaleza misma de Dios. Dios es VIDA y AMOR, y en el amor no entra el desear el mal a otro. La Palabra de Dios nos enseña que la voluntad de nuestro Padre es “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (CCC 2822; 1 Tm2, 3-4); su voluntad es que “nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado” (Jn 13,34; Lc 10,25-37). La vida nos puede deparar cosas buenas y cosas malas. Dios permite que pasen, no las envía. Y así su voluntad es que vivamos todas estas circunstancias de la vida que van aconteciendo muy unidos a Él, arropados en su gracia, en su fuerza y en su consuelo, y que desde Él demos vida y amor al mundo, seamos luz para el mundo y testigos de su amor.

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