P. Luis Jose Tamayo
El domingo pasado, primer domingo de Adviento,
explicábamos como el tiempo de “Adviento”
es un tiempo privilegiado que nos ofrece la Iglesia para prepararnos para
acoger al que “ha de venir”. Un tiempo de preparación para la Natividad de
Jesús.
En los cuatro Evangelios que vamos a leer en estos
domingos de Adviento encontramos actitudes que nos pueden ayudar a preparar la
venida de Jesús: La propuesta que
leíamos del Evangelio pasado era la de vivir la semana haciendo
una oración de perseverancia. Decía el Evangelio: “Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza” (Lc 21, 34-36) Os proponía
lo de las jaculatorias a lo largo del día con pequeñas oraciones pidiendo
fuerza, paciencia, etc.
En este 2º domingo,
la propuesta del Evangelio (Lc 3, 1-6) es la de preparar el camino al
Señor desde un nivel más interior. Muchos santos ya hablaban que el Señor hoy
quiere nacer en el corazón de cada fiel. Por eso, sería una pena que todo este
tiempo de preparación a la Navidad se nos escapara sólo pensando en la
preparación de las compras, los regalos y la comida… esto claro que es
importante: tener un detalle, organizar la comida familiar, pero no es la
esencia de la Navidad. La razón de la Navidad es que Jesús viene y desea
encontrar tu corazón preparado para venir a tu vida.
La Palabra de este
Domingo nos invita a vivir esta segunda semana de Adviento con la conciencia
de hacer pequeños actos de humildad interior. Y digo con conciencia, pues
es necesario mantenerse bien despierto sabiendo que estoy preparando un tiempo
especial. Hoy día con todo el bombardeo de los comercios y publicidad, no es
fácil crear un ambiente interior y exterior de poner a Jesús como protagonista
en este tiempo. A veces no es problema de fuera, sino un exceso deseo de
vanidad por querer quedar bien delante de los otros, un exceso deseo de
consumismo…
El Evangelio de hoy
toma del profeta Isaías estas palabras: «Una
voz grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
elévense los valles,
desciendan los montes y colinas;
que lo torcido se
enderece,
lo escabroso se iguale.
Y todos verán la salvación de Dios.» De
este texto podemos extraer iniciativas que nos ayudan a preparar el corazón
para acoger a Jesús con pequeños actos de humildad. Allanad las sendas del
orgullo para crear caminos de diálogo; descended los montes de la arrogancia
que crean división; enderezar actitudes torcidas y que lo escabroso se iguale.
Hace unos días un
amigo me comentaba que al empezar una discusión con su mujer, intuía que si
entraba a de lleno iban a estallar los dos a gritos. Interiormente, se daba
cuenta que la situación iba a peor, así que me contaba: consciente de la
situación, tome la decisión de retirarme a la cocina y allí calmarme y esperar
a que pasara la tormenta. Estos son pequeños actos conscientes de humildad de
renunciar al orgullo para allanar los caminos de una mejor comunicación.
La Escritura nos
propone como otro camino para preparar la venida del Señor ese esfuerzo por
“enderezar costumbres torcidas“. Cuantas oportunidades se nos presentan!! Por
ejemplo, la puntualidad en una cita, llegar a la Misa dominical a tiempo. Otro
ejemplo: la crítica, poder sujetarme la lengua a tiempo cuando quiero hablar
mal de alguien. No es fácil. Por eso hay que pedirle al Señor que lo torcido se enderece: Señor
ayúdame a dominarme. Todo esto son pequeños actos de humildad interior, de
vencerse interiormente y no dar sitio al orgullo, sino pedir un corazón limpio
y humilde donde Jesús puede hacerse un sitio.
Ahora estas
navidades con los niños en casa todo el día por las vacaciones, que fácil es
desentenderse y que cansado es el implicarse con ellos. Hacer un acto de
humildad y pedir a Dios la fuerza, la creatividad para pasar tiempo con ellos.
Cuesta, no es fácil, pero cuando sale es otra forma de dejar nacer a Jesús en
el corazón de la familia. Delante de todo el consumismo atroz de estas fechas,
hay que pedir a Dios la fuerza para ser austeros en estos tiempos de crisis.
Dominarse y no gastar sino hace falta. Pedir lucidez para saber organizarse.
Son caminos de descender los montes del
consumismo.
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