El bautismo nos abre el corazón del Padre
P. Luis José Tamayo
(Lc 3, 15-22): Jesús también se bautizó. Y,
mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma e
paloma, y vino un voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.”
Hoy
celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Este es el momento por el cual la
Tradición de la Iglesia nos enseña que Jesús empieza su vida pública. Hay
un par de detalles en este Evangelio que me gustaría reflexionar:
El primero es
esa expresión que utiliza la Palabra: “se abrió el cielo”. En este Evangelio hay dos
personajes importantes que hacen referencia a las dos grandes etapas de la
Escritura y de la Historia de la Salvación, ellos son Juan Y Jesús. Juan aún es
imagen del Antiguo Testamento, es el precursor del Nuevo, pero el no trae el
bautismo del Espíritu Santo. Aún está en la ley de Moisés. Jesús abre una nueva
etapa, el Nuevo Testamento, su bautismo es con agua y Espíritu, dice la
Palabra, es decir, Jesús nos abre a la Ley del Espíritu del Amor. Jesús, más
adelante lo dice: “No he venido a abolir la ley, sino a darle pleno
cumplimiento” (Mt 5,17-19).
Por eso, con el bautismo
de Jesús, se abren los cielos, se abre una nueva etapa, se abre una nueva
comprensión de Dios, se abre algo nuevo. Se abren los cielos y se escucha por
primera vez estas palabras tan bellas de Dios-Padre: “Tu eres mi hijo, el amado, el predilecto”. Con Juan, Dios aún no
tenía rostro, era el Dios del Antiguo Testamento, el Dios que se manifestaba a
través de la nube o del fuego, aún no se habían abierto los cielos y con ello Dios
no se había revelado plenamente. Pero es en este momento del Bautismo del Hijo en
el que se abre una etapa Nueva.
El
segundo detalle del Evangelio a meditar son estas palabras: “bajó el Espíritu Santo sobre él
en forma e paloma, y vino un voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el
predilecto”.
El
cielo abierto es el corazón abierto del Padre. El cielo abierto son los brazos
abiertos de un Dios lleno de amor por sus hijos. El cielo abierto son las manos
extendidas de todo un padre que te dice: “hijo/a mío déjame amarte”. A partir
de ahora, se abre otra cosa, una nueva relación con Dios, una relación filial.
La del Padre con su hijo, la del hijo con su Padre. Dios se revela y se muestra
como Padre: “Tu eres mi hijo”. Y no sólo como padre, sino como Padre-Amor: “Tu
eres amado”.
Desde
ese momento, en la figura de Jesús, el cielo ha quedado abierto para todos
nosotros, Dios Padre, en Jesús establece una relación paterno-filial con todos
nosotros. Estas palabras tan entrañables: “Tu eres mi muy amado”… son para ti y
para mi.
El
bautismo de Jesús viene a condensar todo el
significado del Bautismo. El
Bautismo no es sólo un acto social para invitar a comer a la familia, no es
algo que “toca hacer” para que no le pase nada malo al niño. El bautismo es ese momento tan
importante en la vida en el que se nos abre una relación personal con Dios
Padre, se inicia la relación filial con Dios-Padre. Es el momento en el que Dios
introduce a la persona en una historia de Amor incondicional. El bautismo es la
entrada en la gran “familia de Dios” (que en esta vida la llamamos Iglesia).
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