Nunca desestimes a tu oponente
P. Luis J. Tamayo
(Lucas
4, 1-13)
Entonces lo llevó a
Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: - «Si eres Hijo de Dios,
tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que
cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie
no tropiece con las piedras".»
Jesús le contestó:
-
«Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".»
El
eje de las 5 reflexiones de Cuaresma gira en torno al segundo domingo (II), la
Transfiguración, es decir, es la invitación a poner un horizonte claro a nuestra
vida cristiana; ¿la meta? transformación en Cristo. Puesta la meta nos
encontramos con dos tipos de retos: uno que viene de fuera, las tentaciones; y
tres que son mi colaboración con el proyecto de colaborar en la tarea de Dios
de mi transformación en Cristo. El domingo (I) hablamos de las tentaciones,
aquellas que vienen a desanimarme y a obstaculizar la meta última al que ha de
tender nuestra vida: reproducir la vida y el amor de Cristo. El domingo (II) es
la meta: La transformación en Cristo. Los tres últimos domingos: tres
ejercicios de colaboración para esta transformación: oración (III), ayuno (IV)
y limosna o caridad (V).
Hablar de las tentaciones no tiene público. No
interesa hablar de ellas. Es un tema que no vende. Pero ignorarlo es ya una de
las trampas favoritas del tentador.
Un buen entrenador siempre te dirá una cosa: no desestimes a tu
oponente. La astucia del oponente muchas veces es mayor que la nuestra. Por eso
Jesús dirá en el Evangelio: Mateo 10:16 He aquí, yo os envío
como á ovejas en medio de lobos: sed
pues astutos como serpientes, y sencillos como palomas.
Las tentaciones pierden todo interés si no es en el
horizonte de un proyecto de vida.
Si uno no tiene un ideal de vida que le proyecte hacia a delante,
entonces estar dando vueltas es lo normal. Uno queda atrapado en todo tipo de
tentaciones cuando no tiene bien marcado el horizonte en la vida, el proyecto
del cristiano es Cristo, y de ahí nace la ilusión por la lucha y superación de
obstáculos.
Teniendo Jesús la meta de su vida bien clara,
entonces surge el tentador para desviarle del camino. El padre de la mentira
quiere desviarle del verdadero proyecto de Dios y, bajo apariencia de bien, le
hace unas propuestas que son confusas.
Según la Tradición de la Iglesia las tentaciones que se le presentan a Jesús son tres:
1) Entonces el
diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en
pan.» Jesús le contestó: «Está escrito: "No sólo de pan vive el
hombre".» La Tradición de la Iglesia ha incluido aquí lo que son los “placeres”.
2) Después,
llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del
mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mi me lo
han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo
será tuyo.» Jesús le contestó: «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás
y a él solo darás culto".» La Tradición de la Iglesia ha incluido aquí lo
que es el “poder”.
3) Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero
del templo y le dijo: - «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque
está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también:
"Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las
piedras".» Jesús le contestó: «Está mandado: "No tentarás al Señor,
tu Dios".» La Tradición de la Iglesia ha incluido aquí lo que serían las “riquezas”.
Hay que dejar claro
que son tentaciones para desviar a
Jesús del gran proyecto de Dios para con su vida.
Los Placeres
pueden presentarse como tentación: O ¿a caso el placer de una vida llena de
caprichos no tiene su atractivo? Pero el exceso de placer te deja atrapado en
la incapacidad lucha y esfuerzo para llevar a delante la edificación de tu vida.
El Poder
puede presentarse como tentación: O ¿a caso el poder y la gloria humana no
tiene buen sabor? Pero te aleja de la verdadera humildad y al final te hace creer que con tu
sola fuerza lo puedes todo sin necesitar de Dios en la vida.
Finalmente, las Riquezas
también pueden presentarse como tentación: O ¿a caso acumular de todo (ropa,
bisutería, electrónicos, etc.) lo que se me antoja no da una grata sensación de
seguridad y de glamour? Pero la adquisición sin pensar si de verdad lo
necesitas te atrapa en la compulsividad y al final acabas por perder el domino
de ti mismo.
Alimentar estas tentaciones acaban por dejarnos sin
la fuerza de Dios, sin la capacidad de esfuerzo y sin dominio de si, de esta
forma ¿crees que puedes construir el proyecto de Dios para tu vida?
Lo grandes santos siempre se han dejado guiar por un “director
espiritual” o un “acompañante espiritual”. Ellos sabían bien de la necesidad de
contrastar el camino de la vida para no dejarse distraer por tantas cosas que
nos quitan fuerza del objetivo final, identificarnos con Cristo.
Jesús nos invita, como él hizo, a alimentar el
horizonte y la meta de la vida, (oración, caridad y esfuerzo) pues sólo
teniendo claro hacia donde vamos es cuando sacamos conciencia para darnos cuenta
si estamos enredados en otros caminos que no nos conducen a la meta.
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