27 dic 2008

28 de Diciembre - La Sagrada Familia


Dios escoge el seno de una familia
(P. Luis Tamayo)

Si el 25 de Diciembre celebramos el nacimiento del niño Jesús, y hablamos del maravilloso hecho de cómo Dios se hace hombre por amor al hombre.

(1) Hoy damos un paso más en este camino de la encarnación. Dios no sólo decide hacerse hombre, sino que escoge el seno de una familia para hacerse hombre. Esto es lo que hoy celebramos, el hecho de que nació en el seno de una familia, y no sólo nació, sino que en él creció, se educó y se formó.

Es admirable pensar en como todo un Dios creador del universo y de su orden, un Dios creador de las leyes que rigen la naturaleza, Dios mismo decide someterse a las leyes humanas. No se salta el camino humano, sino que El mismo se somete y adopta los mismo caminos de cualquier hombre. ¿O a caso Dios no podía hacerse presente entre los hombre de otra forma más espectacular? A nosotros que tanto nos gustan las películas de súper héroes… cuando aparece el salvador envuelto en llamas, o un coche fantástico, o en una nave supersónica. Pero Cristo es nacido de mujer, Cristo nace en el seno de una familia, Cristo tiene un papa y una mama.

Es importante darse cuenta que Dios nada de lo que hace lo hace por casualidad o coincidencia… sino que Dios, en su sabiduría infinita, sabe bien lo que hace. Dios escoge una familia no por casualidad sino por que a través de ella está marcando el plan de salvación para todo hombre. Con ello nos está queriendo decir es necesario el entorno de una familia para la salud de los niños. 

(2) El Evangelio de hoy nos dice: “El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba” (Lc2, 40).

Este es nuestro Dios que cuando asume su condición humana lo hace con todas las consecuencias, pues tuvo que crecer, madurar, desarrollarse, aprender. Esto pocas veces lo pensamos pues si hoy celebramos la Navidad en dos semanas estamos ya celebrando el bautismo de Jesús en el Jordán, ya con 30 añitos. ¿Y que pasó en esos 30 años? Jesús tuvo que aprender de sus padres a andar, a comer, a vestirse, la responsabilidad, un oficio.

Todas éstas son las etapas lógicas por las que tiene que atravesar todo niño cuando nace en el seno de una familia, es el proceso normal de crecimiento y aprendizaje hasta que se hace adulto y decide emanciparse.

(3) Pero aún hay algo más que sus padres tuvieron que enseñar a Jesús; Jesús tuvo que aprender a orar, y así fue en la familia aprendió que era la oración, en la familia aprendió a amar los valores de la verdad, la honestidad, etc. en la familia empezó a entender el significado del Amor de Dios, en la familia aprendió a conocer el rostro de Dios como Padre. Esto es muy importante, es en la familia donde uno aprende lo que es la fe.

Desde aquí un homenaje al papel de la abuela en esto de la transmisión de la fe. Muchos padres se han alejado de la práctica religiosa y viven instalados en la indiferencia. No rechazan la fe, pero tampoco les preocupa la educación religiosa de sus hijos. No les parece algo importante para su futuro. Bautizan a sus hijos, celebran su primera comunión, pero no les transmiten fe.

En estos hogares son las abuelas las que están desempeñando muchas veces una labor de gran importancia dentro de su aparente humildad. Calladamente y de la forma más natural, van enseñando al nieto o a la nieta a rezar, lo llevan a la iglesia y, a su estilo y manera, le van explicando las «cosas más fundamentales» sobre Dios y Jesús. Ni ellas mismas se dan cuenta de que están despertando en el niño las primeras experiencias religiosas.

Algunas van más lejos, y se preocupan de comprarles una «Biblia para niños» o libros adecuados para explicarles con detalle las parábolas de Jesús o el sentido de las fiestas cristianas. No siempre es una labor solitaria. Cuentan muchas veces con la «complicidad» del abuelo y el asentimiento agradecido de los padres que, en el fondo, saben que todo eso es bueno para el hijo.

En esta fiesta de la Sagrada Familia quiero alabar la actuación de estas mujeres. Tal vez un día, más de uno recuerde agradecido a la «abuela» que le habló de un Dios que nos ama sin fin o le contó alguna parábola.

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