El ayuno engrandece el espíritu del hombre
(P. Luis J. Tamayo)
Como ya hemos dicho, la Iglesia nos propone durante todo este tiempo de Cuaresma tres prácticas cuyo objetivo es una preparación interior de corazón para la Semana Santa: oración, ayuno y limosna. Así como la semana pasada reflexionamos sobre la oración, hoy quisiéramos detenernos en el ayuno cuaresmal.
Hoy día hay gente que dice que el ayuno ya no se práctica. Yo no estoy de acuerdo, pues hay una práctica general pero con otros motivos muy distintos a los que propone la Cuaresma. O a caso, alguna vez al año, ¿no nos hemos abstenido de alimentos para bajar un par de kilos? A caso ¿no hemos renunciado a algún dulce para mantener una mejor línea? Ahora que llega la primavera y el verano y todo el mundo se quita la ropa por la calle, ombligos al aire! La gente se hace muy consciente del drama de lo que supone un kilito de más… “ufff! Estos pantalones no me ciñen…” Hoy día uno de los mejores negocios donde se hace mucho dinero son todas estas casas de alimentos dietéticos, alimentos naturales, baje el peso en menos de un mes, etc.
Si la abstinencia es algo que todo el mundo practica para guardar la línea o para quitarse un kilito de más… la pregunta es: ¿Cuál es la diferencia entre el simple ayuno y el ayuno cuaresmal? o ¿qué añade el ayuno cuaresmal a la vida cristiana?
La respuesta sería que el ayuno cuaresmal nos ayuda no sólo a valorar lo espiritual sino también que el ayuno cuaresmal busca cultivar el crecimiento espiritual. Lo podemos explicar desde el evangelio de Juan 2,13:
“Jesús encontró en el templo a vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: -«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».”
Jesús, con este gesto, nos enseña a descubrir que el corazón del hombre es la casa de Dios, y por lo tanto hay que cuidar que no se nos llene de excesivas preocupaciones que impidan que nuestro espíritu viva la relación con Dios. Jesús dice no ya del Templo, sino del corazón: Quitad bueyes, ovejas y monedas… pues tu corazón es casa de Dios. A caso ¿no te escandalizarías si al entrar hoy en tu Iglesia te encontraras junto al altar maquinas de cocacola, chiringuitos de venta de alcohol y bombones de chocolate? Este es el afán de Jesús, ayudarnos a ver que con el tiempo acabamos por convertir nuestro corazón en un mercado, es decir, nos llenamos de ruido, necesidades, preocupaciones que muchas veces son innecesarias. El ayuno nos habla de una vida un poco más austera para que dejando un poco de lado lo material uno se de cuenta de la necesidad de cultivar la vida espiritual, pues está claro que una vida muy materialista no ayuda a desarrollar una vida en el espíritu.
El ayuno que más cuesta no es sólo dejar de comer chocolate y carne los viernes de cuaresma, sino el ayuno que más cuesta es el de abstenerse de un gesto que hace daño al otro, abstenerse de comprar cosas innecesarias, o de llenar a los hijos o nietos de caprichos, etc. Hay que reconocer que a veces somos muy materialistas y llenamos a los otros de cosas, cuando lo que más necesitamos todos es amor, escucha, tiempo, juegos, etc. A lo mejor el ayuno que más cuesta es abstenerme de mi película favorita y sentarme con los más pequeños a jugar a las cartas. Esto alimenta el espíritu personal y el amor en la familia.
La práctica del ayuno tiene el objetivo de fortalecer el espíritu humano mediante el autocontrol de las pasiones más corporales, es decir, el ayuno no es sólo privarme de algo, sino que es para engrandecer mi espíritu y darle a mi corazón lo más genuino, darme lo que más me enaltece como persona.
Un chaval con el que suelo hablar me contó como en un examen le calló una pregunta que no sabía contestar y el impulso que tenía era el de copiar. Al final se dio cuenta que copiar le empobrecía como persona, le hacía deshonesto. El ayuno cuaresmal no tiene sentido si es sólo para privarme de algo; abstenerse de algo sólo tiene sentido si es para engrandecer mi espíritu con lo más genuino y me ayuda a crecer en mi vida de honestidad.
Una señora me contaba como de paseo por la calle se le antojó un capricho: pensó me voy a comprar una palmera de chocolate, ya ves que insignificante. Pero al pensar que en este tiempo de crisis hay muchas familias que lo están pasando mal, al final decidió no comprarlo y ser solidaria poniendo un dinero para la misión. El ayuno cuaresmal no tiene sentido si sólo es para privarme de una palmera de chocolate; abstenerse de un capricho sólo tiene sentido si es para engrandecer mi espíritu siendo algo más solidario y generoso.
1 comentario:
Interesante tu blog, donde se respira serinidad y una alta voluntad para trasmitir el bien.
Te dejo un relajante abrazo
Beatriz
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