Ser el más importante
(P Luis J. Tamayo)
Desde pequeños a todos nos educan con la idea de ser el mejor, el más grande, el más importante… ya todo empieza cuando uno es un niño… “tú el que más goles, a ti que no te quiten la pelota”… Luego en el colegio, "tu el que mejor notas"… luego en la Universidad… "tu la carrera de más prestigio"… Esto no es solo algo que ya nos inculcan nuestros padres, sino que está inscrito en lo profundo de nuestros deseos…
¿Quién de nosotros no desea ser grande, ser el mejor, ser el más importante? El deseo de ser el más importante está inscrito en el corazón de todo hombre y mujer desde siempre.
En el Evangelio de hoy (Mc 9, 30-37) vemos ese afán por ser el más grande ya entre los mismos discípulos. Jesús les pregunta: ¿de que discutíais por el camino?, el Evangelio dice que por el camino habían discutido quien era el más importante. Entonces Jesús les instruye que es ser verdaderamente el más importante según los valores del Evangelio.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Jesús no está diciendo que renunciemos al deseo de aspirar a lo más importante o el deseo de hacer cosas grandes en la vida. Sino que Jesús busca orientar ese deseo que nace de dentro…
Aspirar a hacer cosas importantes en la vida movido por el egoísmo y la codicia o aspirar a hacer cosas grandes en la vida para servir a los demás, para contribuir a la sociedad, para aportar en mi entorno de trabajo. El fin es el mismo pero la motivación es bien diferente. De una forma u otra todos hemos experimentado que hacer las cosas desde motivaciones egoístas al final nos lleva a romper con Dios, a hacer daño a los demás y destruirnos como personas; pero también hemos experimentado que hacer las cosas movido desde el amor nos lleva a estar más cerca de los otros, nos une a Dios y nos construye como personas. Y yo ¿qué motivaciones tengo al hacer las cosas?
La Segunda lectura de la Carta de Santiago (St 3,16 - 4,3) lo explica muy bien:
"La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada".
Los motivaciones que tienen su origen en Dios y en el amor conducen a la paz, armonía, equidad, etc. Sin embargo cuando por dentro se mueve la codicia, la avaricia, el deseo desordenado de poder o de egoísmo, se genera la violencia, la división, la ruptura. Esto lo vemos fácilmente en el reparto de las herencias entre hermanos.
Ser cristiano es dejar que el Amor de Dios nos dinamice por dentro y nos lleve a hacer grandes locuras…
Me estoy acordando de John, un amigo que vive en Hong Kong, y siendo un alto directivo de una multinacional americana, él me contaba que siempre había pensado como colaborar a expandir la fe entre sus amigos. Me decía yo no se dar charlas, pero si que puedo comprar un buen dvd con una buena catequesis. Así que él y su mujer se lanzaron una vez a la semana a alquilar una oficina en el Business District de Hong Kong y ofrecer un sencillo sándwich con ensalada y café y sacar tiempo para una charla y un rato de compartir entre los asistentes. Yo estuve una vez y me quedé impresionado. Creo que éramos 35-40 personas.
Ser cristiano no es decir “Yo no hago nada malo”, sino que ser cristiano es aspirar a lo mejor, a lo más importante, a grandes proyectos en beneficio de la sociedad, a grandes locuras para transmitir nuestra fe. Ser cristiano no es solo ir a misa los domingos sino ver que tu vida y la mía está llamada a participar en grandes proyectos.
Por ejemplo, uno se puede preguntar ¿cómo puedo contribuir sencillamente en mi parroquia o comunidad? ¿qué más puedo hacer por los demás? ¿cómo puedo ayudar a enraizar la fe en mi familia? Hacer algo aunque sea pequeño.
Por eso al final del Evangelio, Jesús tomó a un niño y lo puso en medio de ellos como ejemplo para venir a decir que lo más grande se comienza por pequeñas iniciativas. Si nunca he sido generoso, por mucho que piense que el día que me toque la lotería daré una parte a los pobres… eso no saldrá. Sino puedo ayudar a cien, entonces empiezo por ayudar a uno. Sino puedo dar catequesis entonces empiezo por rezar todas las noches con mis hijos al acabar el día. Pero si puedo ayudar a cien, o si puedo dar catequesis ¿por qué me freno?
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